Contento porque mis deshilvanados escritos son leídos, pero complacido y muy agradecido por los comentarios que me refieren con relación a los mismos.
Muchos de los habitantes de nuestra querida ciudad, desconocen que no debe uno pintar las banquetas, solamente porque es la que está en su propiedad, pues todo eso requiere de una autorización del municipio, máxime si se desea pintar de amarillo, o de azul tratándose de minusválidos.
Y si no ponen atención las autoridades, lo único que provocarán es el aumento del desorden y gandallismo (Del Diccionario de Mexicanismos que define al GANDALLA como “persona que, de manera artera, se aprovecha de alguien o se apropia de algo”, y en este sentido, los mexicanos creen que el grado de gandallismo en el país es de nivel 6.6 en una tabla del 0 al 10, de acuerdo con una encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica), como el caso que comento a continuación. En la Ciudad de México, un paisano duranguense, se instaló en unos departamentos, pero se encontró con que, frente a su lugar de residencia, una señora también vecina de los departamentos, instalaba unas cajas de madera de las que se usan para las manzanas u otras frutas, y en caso de querer estacionarse en dicho lugar, ella quitaba las rejas y le cobraba al chofer del coche 100 pesos; costumbre que, al llegar nuestro paisano a la capital del país, ya era ley para sus vecinos y todos accedían a pagarle a la vecina gandallas. Nuestro paisano reclamó a los demás vecinos, pero como cualquier cordero manso, algunos le mencionaron que así se hacía en varias partes de la gran ciudad y nadie quiso hacer nada. En aquel entonces había Delegaciones en la Capital del país y presentó una queja por escrito nuestro paisano, a la que nunca le hicieron el menor caso; pero se vinieron las elecciones y en las campañas políticas a las bandas de políticos que pululaban, les suplicó se pudiera poner fin a la actitud de la vecina, logrando que los primeros días se pusiera orden frente de los departamentos donde habitaba, pero con las consecuencias posteriores de encontrar en varias ocasiones su vehículo con las llantas ponchadas o la carrocería rayada.
Aquí en nuestro Durango, arbitrariamente pintan de amarillo sus banquetas, sin autorización municipal, algunos dicen que son cocheras en servicio, pero no es cierto, otros porque tienen una persona discapacitada físicamente, pero nunca se les ve a bordo de alguno de los vehículos, y peor aún, cuando de sus pistolas ponen una paleta adherida a la banqueta en su casa y en el lugar donde trabaja el conductor del vehículo con el letrero de discapacitado, pero por nada del mundo se puede ver en el coche de los que se estacionan ahí algún discapacitado.
Muchísimos comentarios al respecto de vecinos que saben que en algún tiempo existió alguna persona que por su edad se le consideró discapacitado físico, pero que saben que murió hace como diez años y el vehículo sigue conservando sus placas de discapacitado, aunque no exista ninguno, y por ende conservan su estacionamiento exclusivo.
Por cuanto a los vehículos cuyos choferes es imposible visibilizar por los vidrios totalmente oscuros, los comentarios son, que las autoridades les tienen sumo respeto o miedo a los conductores de dichos vehículos, pues pueden ser malandros y que hacen después.
El comentario general es que, efectivamente, los policías y las autoridades fomentan el desorden, mismo que después será imposible reducir o acabar con él, como ha sucedido con los sembradores de droga que, señalaban las autoridades: – “Que era un mal necesario”.
Si no se pone orden a tiempo, la indisciplina y el gandallismo crecerá y cada vez será irremediablemente vivir en paz y correctamente en nuestra ciudad. Y solo los que padecen de alguna enfermedad del cerebro piensan que, con el supuesto buen ejemplo de alguien se puede acabar con el desorden, el crimen organizado y la corrupción.