Hace más de 20 años nadie imaginaba que el nuevo milenio traería tantos cambios, la comunicación entre familias se limitaba a números fijos en el hogar, no podías utilizar el teléfono si alguien navegaba por internet, este último era privilegio de grandes instituciones y de algunos hogares… pero de inmediato se volvió una necesidad.
A mi generación en particular le ha tocado vivir y crecer con cada uno de los cambios, experimentar como juguetes con cada nueva plataforma digital, sin embargo, los verdaderos nativos digitales son los niños de hoy, ellos ya no tendrán idea de cuán valioso era el almacenamiento que tenían las computadoras, recuerdo que una de mis máquinas de escritorio solía tener un cuarto de la capacidad que actualmente tiene mi teléfono celular. Pese a ello fue a través de las pantallas que adquirimos grandes aprendizajes.
La tecnología llegó para mostrarnos múltiples necesidades de los seres humanos, pero también ha acrecentado nuestros defectos y mostrado como bajo la falta de valores puede ser un arma mortal. Lo que parecía algo indefenso como un juego virtual se volvió una red de acoso, estafa y el espacio ideal para manipular a mentes vulnerables. Cada plataforma digital que ha surgido, ha servido para conectarnos, pero también para atacar la privacidad de las personas y terminar dañando la salud mental.
Es sumamente útil tener conexión instantánea con la gente que más amamos, mas no hemos pensado en la cantidad de información personal que otorgamos de nosotros mismos a completos desconocidos. A alguien que recién te acabas de topar en la calle no le compartirías tu rutina desde que te levantas, tus miedos y gustos más profundos, porque te parecería una completa locura, sin embargo, este mismo ejercicio lo hacemos de manera latente con el uso de nuevas plataformas digitales. Otorgamos sin pensar todo tipo de permisos y damos saltar a los avisos de privacidad con tal de disfrutar de aquello que consideramos como un beneficio.
Detrás de estos hábitos hemos otorgado los datos de nuestra vida entera permitiendo que las plataformas hagan con ellos lo que quieran, probablemente no sea ético, pero es bajo el consentimiento personal. Algunos investigadores dirán que estamos siendo constantemente manipulados, pero la realidad de la industria digital es que nos brindan el conocimiento de sus actos en letras chiquitas que casi siempre elegimos ignorar.
Bajo el contexto anterior está el Metaverso de Mark Zuckerberg quien dejó de figurar en la lista de los primeros millonarios del mundo, debido a grandes pérdidas en las acciones de su empresa. Al parecer el cambio de imagen no ha sido tan favorable como esperaba pues en sus plataformas de realidad virtual ya ha tenido que resolver el acoso sexual a una participante, cuyo avatar fue sumamente violentado. Al respecto hubo usuarios que alegaron que aquello no era real, pero lo cierto es que sí es un reflejo de una mentalidad enferma, sólo individuos con desviaciones pueden pensar en ejecutar un acto así a manera de juego.
De igual forma la falta de resultados prometidos y la desconfianza de algunos inversores hizo que el creador de Facebook perdiera más de 235,000 millones de dólares, generando uno de los desplomes más grandes presentados en la bolsa de valores.
Hablar de estos escenarios es necesario pues son un espejo de nuestra sociedad, un atisbo de evolución y nos lanzan alertas constantes de que además de trabajar el crecimiento económico y el concepto de desarrollo occidental, tenemos que poner atención de manera urgente en nuestra humanidad, en medio de tanto crecimiento científico quizás un robot puede recordarnos qué es lo mejor y lo peor de nuestra especie, cultivemos los aspectos buenos que hoy más que nunca el mundo necesita de ellos.