Como nos estamos pareciendo a Cuba, las fallas de electricidad e internet, están a la orden del día; compramos 50 megas de internet y nos dan 4. El caso es que, viendo un programa televisivo, por la falla de la red de internet, se suspendió de momento el programa que se atendía y se me ocurrió manifestar: ¡Cácaro! Se sorprendieron mis hijos, pues ignoraban el por qué de la expresión.
Para los años cincuenta, de lo que tengo uso de razón, la máxima diversión que teníamos en nuestro querido Durango era el cine, al que por lo regular se asistía los domingos y en las matinés se exhibían hasta tres películas.
Dentro de la sala se guardaba respeto y atentos todos a la trama de la película. Pero también, se popularizaron los días de estudiantes, en donde mostrando la credencial que le acreditaba, se pagaba la mitad; siendo hasta fines de la década indicada que, cuando fallaba la proyección o el sonido de la película, se suspendía de momento la transmisión, surgiendo los gritos de: ¡Cácaro! Iniciados por los espectadores de gallopa o galerías.
De las historias que se han escuchado, sobre la aparición de tal expresión en todos los cines de la república al surgir alguna interrupción, según se sabe, proviene de la ciudad de Guadalajara, cuando, en los inicios de la revolución, con la celebración de las “vistas”, proyección de menos de un minuto de duración, llevadas a cabo en carpas instaladas para ello, siendo una de las más populares y conocidas, la denominada “El Salón Azul”, cuyo propietario se llamaba José A. Castañeda, evolucionando las proyecciones con las películas mudas, en las que se tenía un piano, que amenizaba llevando fondo musical según la trama de la película, pero muchas veces, los asistentes hacían los diálogos o los efectos del sonido también.
Ante el éxito del Salón Azul, el mismo propietario abrió otra sala, a la que denominó “Cosmopolita” y para llevar a cabo la proyección contrató a una persona de nombre Rafael González, al cual lo identificaba la gente por ser cacarizo, por consiguiente, le llamaban “cácaro”.
Esta palabra, es de origen purépecha, “cacarani”, que significa: “llaga reventada”, pero luego derivó en “cácaro”, para definir a las personas que tenían cicatrices en el rostro, y así fue como a Rafael se le conoció, quien a veces se quedaba dormido y a la conclusión del rollo no estaba dispuesto para continuar con el rollo siguiente, interrumpiéndose la proyección y al reclamo de la gente, le gritaban: ¡cácaro despierta!, generalizándose este grito en todo el país y llegó el momento que a todos los manipuladores del proyector de películas, se les mencionara con ese mote, por culpa de Rafael González.
Pero vale comentar que, además, de los gritos de “cácaro”, no ha faltado el grito chusco y de todo tipo. En los eventos deportivos es muy favorecido y demás eventos concurridos, algunos groseros, otros homofóbicos, pero la gran mayoría de las ocasiones, provocando la risa de los demás asistentes.
De las anécdotas que vienen a mi memoria es aquella que, en una película italiana, un hombre tenía una mujer sumamente casquivana, a quien después de haberle perdonado sus infidelidades, la encontró en brazos de otro, y en un ataque de celos e ira, él hombre la mata; pero cuando termina con la vida de la mujer, se conduele y mirándola desvanecida y lleno de amor, se pregunta: – “perche, perche” (se pronuncia “perqué, perqué”), respondiendo a gritos alguien de gallopa:- “¡per puta!”-. El público dejó el pañuelo para lanzar estruendosa carcajada.
Otra ocasión, mientras la película de corte extranjero y el sonido estaba sumamente bajo, alguien de gallopa reclamó: – ¡Cácaro sonido! Pero otro del mismo lugar le contesta: -Ni que supieras mucho inglés. La gente se rió, pues la película era francesa.