La veladora de Cuitláhuac

“La ambición es el último refugio del fracaso.” – Oscar Wilde.

 

Una veladora encendida debe tener el gobernador Cuitláhuac García Jiménez para pedirle a todos los santos que su suerte continúe viento en popa.

La delicada situación física de su padrino político lo debe tener en verdad con un “Jesús” en la boca, sabedor que su gestión por más que ha intentado marcar un antes y un después se ve lastimosamente manchada por el actuar de su segundo de abordo, vinculado directamente con grupos de la delincuencia organizada y su proclividad a intentar imponer su Ley del Garrote por encima de la Constitución.

Los pleitos provocados por la pésima asesoría que le brinda su secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, con los líderes de la Cámara de Diputados y de Senadores, son no solo para estar con los cabellos de punta, sino para simplemente no dormir.

El ingreso del Ejecutivo Federal al Hospital Central Militar para realizar un seguimiento de rutina a su condición cardiaca tras años atrás sufrir un infarto, lo deben tener con los nervios de punta, más cuando el presidente ya anda pregonando la realización de su testamento político.

La severa crisis provocada al interior de Veracruz por el regordete funcionario, que lo mantiene distanciado y bronqueado con más de la mitad del gabinete le deberían quitar la paz y la tranquilidad que por mucho que se esfuerza, simplemente nadie se lo cree.

Cuando Javier Duarte sabía que se iba a ir del gobierno estatal, porque su circunstancia política había llegado al punto de ser insostenible, pretendió hacer el mismo espectáculo, de serenidad y paciencia, al estilo Kaliman.

A Duarte no le sirvió de mucho, pues salió corriendo y el final ya lo conocemos, pero, Cuitláhuac García es distinto, él ha sido un hombre leal a su gran maestro y guía.

Esa pequeña diferencia lo ha mantenido hasta hoy inmune de los ataques o pretensiones de los ambiciosos compañeros del movimiento transformador, como este senador zacatecano –Ricardo Monreal- que vino a meter sus narices a donde nadie lo invitó, solo por su ambición de suceder al presidente, sabedor que no será su elegido.

O ese otro advenedizo presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, que jamás se había parado por Veracruz, cuando nosotros peleábamos en las calles contra Duarte y sus abusos, incluso, el personaje era panista, ahora quiere apoderarse de lo nuestro, reflexiona.

Pero la realidad es que todos esos favores que lo mantienen en el ejercicio del poder, obedecen al parecer a ese cirio milagroso que mantiene encendido.

Hasta hoy, los beneficios de ese pábilo, le han permitido que ni los señalamientos directos de un ciudadano norteamericano como Bryan LeBarón le hicieran mella, aun cuando se asegura en fuentes cercanas a la Embajada de Estados Unidos, que ya se investiga a él y su gabinete, especialmente al personaje señalado en unos vídeos de mantener vínculos directos con cierta organización criminal.

Al mismo personaje se le atribuye -refieren las fuentes- una presunta campaña para descalificar, intimidar y desestabilizar actores políticos, sociales, miembros de la prensa y porqué no de refilón al mismo gobierno para el que se debe, pues en el fondo sueña con quedarse en la titularidad del Ejecutivo.

Pero los efectos mágicos de la veladora de Cuitláhuac han sido tan buenos, que ahora comenzará en el mismo Senado de la República una contra campaña de parte de sus correligionarios que se oponen a la creación de la Comisión Especial que investiga los abusos de autoridad de su gobierno.

Es tan fuerte la disputa que cerca de la mitad de los senadores morenistas están con Cuitláhuac García, avasallando el poder y el supuesto liderazgo del mismo Ricardo Monreal, del que se advierte cocinan ya su renuncia o dimisión.

Lo que nos dicen también es que la veladora con la que habría iniciado su acompañamiento Cisneros Burgos -porque él también tiene la suya- se comienza a extinguir, y por más que intenta avivar el fuego simplemente este se ahoga.

Bien dice el refrán popular “todo lo que mal empieza, mal termina”.

 

Al tiempo.

 

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