Regidurías: la importancia de construir representaciones

           Hasta los años 90 en México, las mujeres solo gobernábamos el 3 por ciento de los municipios del país. Y eso que ya para entonces nos acercábamos al medio siglo de haber obtenido el derecho a votar y ser votadas en los gobiernos locales, recordando que algunos estados hicieron reformas locales para reconocerlo como un derecho antes de aquel histórico 17 de octubre de 1953 en que se aprobó la enmienda para todo el país.

 

Respecto de esas mujeres que gobernaban municipios en México hay que referirse a los estudios realizados por las expertas Dalia Barrera Bassols y Alejandra Massolo, quienes al diseccionar qué municipios eran gobernados por ellas identificaron que se trataba en su mayoría de municipios pequeños, con escasa población y por ende, escaso presupuesto. Esa situación provocó una de las problemáticas que siguen haciéndose presentes cuando de mujeres y gobiernos locales se trata: es muy difícil medir la incidencia de su trabajo y por tanto, es muy difícil saber si las mujeres lo hacen bien o no, cuando tienen la oportunidad de encabezar gobiernos.

 

Ésta es una realidad que no ha desaparecido en los años transcurridos desde entonces. Aun cuando la cifra general de mujeres al frente de administraciones municipales se ha incrementado y pese a que varias de las que han tenido esta oportunidad lo han hecho gobernando ciudades más grandes e incluso capitales de sus respectivos estados, sigue haciéndose presente el mismo fenómeno: sobrevive la creencia generalizada de que las mujeres no sabemos gobernar.

 

Este prejuicio político se basa en una construcción simbólica y de reproducción del poder que asocia el ser gobernante con ser hombre, porque esa es la referencia que se ha construido, ya que –como lo comento– han sido muy pocas las mujeres que han gobernado en ese ámbito que se ubica en la base de la estructura federalizada: el municipio.

 

Ahí, en el poder político local, no solamente quien ocupa la presidencia municipal es autoridad, sino lo es también el cuerpo edilicio integrado por personas al frente de sindicaturas y regidurías, posiciones que a la usanza patriarcal han estado mayoritariamente ocupadas por hombres, con excepciones que incrementaron para las mujeres la presencia numérica a partir de la reforma de 2014 que eleva la paridad como principio constitucional.

 

Pero la reforma en sí misma no fue suficiente, como bien lo sabemos, sino que ha sido necesario seguir ajustando las tuercas del andamiaje jurídico electoral para asegurar que la paridad se cumpla, como lo ponen de manifiesto las modificaciones legales sobre paridad horizontal que requirieron, de parte de las autoridades electorales locales, una auténtica odisea para definir la integración de las regidurías para el proceso electoral de 2018.

 

Hoy, un proceso electoral después y con la reforma de Paridad Total alcanzada, tenemos que dar un paso adelante.

 

En la Jurisprudencia 10/2021 de la Sala Regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con sede en Monterrey, se determinó que es posible hacer ajustes en las listas de representación proporcional si se asegura el acceso de un mayor número de mujeres, dado que lo que se busca es que se revierta el rezago histórico que nos ha marginado del acceso a estos espacios de representación.

 

Este criterio de maximizar la paridad puede ser aplicado también para órganos impares, como el caso de los 56 municipios que en Veracruz tienen un número impar de regidurías y que por tanto no puede haber mitad de mujeres y mitad de hombres, por lo que podría aplicarse el criterio antes señalado, estableciendo que en caso de que se aplique en un sentido contrario se estaría diezmando el ejercicio de acotar una brecha que ha provocado un lamentable rezago en la representación.

 

Esto es importante sobre todo porque en Veracruz, en el proceso electoral de 2021, obtuvieron el triunfo electoral como presidentas municipales 10 mujeres menos que en el proceso electoral anterior, y así en general en el resto del país en donde los avances de las mujeres como representantes populares no se reflejaron en el ámbito local, lo que debería a plantearnos la pregunta de ¿por qué las mujeres no están logrando el triunfo local en los municipios?

 

En buena medida la respuesta a esa pregunta es porque la ciudadanía no tiene referentes locales que les permitan desmitificar la creencia machista que nos margina del poder político.

 

Así que al momento de definir la integración para las regidurías, las autoridades electorales locales deben tener claro que no tan solo están definiendo la configuración de los cabildos para los gobiernos locales presentes. Están también permitiendo sentar un precedente que construya otros referentes.

 

Nota al calce: para quienes leen esta columna en otras latitudes, disculparán haberme centralizado en la entidad en donde vivo, pero el ejemplo sirve para cualquier geografía, pues en el ámbito local es en donde se construye la ciudadanía y ahí es en donde vamos a lograr hacer efectiva la paridad.

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