“El hombre superior siempre se culpa a sí mismo, el hombre inferior siempre culpa a los demás.” – Bernard.
El zócalo de la majestuosa Ciudad de Los Palacios no podía estar más abarrotado, la fecha lo ameritaba, tres años de haberse entronizado en el poder el prócer de la revolución de conciencias en México.
Ese que acabó de golpe y porrazo con la corrupción, pues con solo su investidura y halo protector la acabaría, vamos tan simple como barrer de arriba para abajo, afirmaba en campaña a mediados de 2018.
Así de todos los rincones de la República, pero especialmente de los más cercanos y con capacidad poblacional y operativa para acarrear a cuanto empleado de gobierno se dejará, fueron llegando los autobuses de Tlaxcala, Puebla, Estado de México, Veracruz, para hacer presencia y arropar al gran tlatoani.
Las redes sociales inundadas de fotografías que confirmaban que al menos en eso de guardar las formas, legisladores federales, locales y funcionarios del Gobierno del Estado de Veracruz, se apersonaron con sus respectivos contingentes –que no acarreados- arribaron a la que fuera sede de los templos mexicas.
Igual que en los tiempos prehispánicos, miles de mexicanas y mexicanos, acudieron a refrendar su respaldo a un presidente, que no los ve, y mucho menos los oye.
Y es que realmente si reflexionamos bien, ¿dónde está el oído prestó a los intereses y necesidades de la población?
Claro nadie sabe, nadie supo, pero el presidente López Obrador hace mucho que no escucha a nadie, inclusive a los de su círculo más íntimo.
Los miles de millones de pesos gastados en la logística de traslado, más el coste de los posibles refrigerios, así como una lanita extra por haber acudido al llamado del gran líder moral de México, era necesario e inminente.
Qué importa que la Cuarta Ola de posibles contagios por Covid-19 nos alcance, eso no vale madres, cuando de lo que se trata es respaldar las ocurrencias de un esquizofrénico personaje que piensa que el pasado siempre fue mejor.
La carestía de medicamentos para atender pacientes con cáncer, ha llegado al punto de tomar las mismas instalaciones del Aeropuerto Internacional de la CDMX, pero eso que importan, cuando de lanzar loas se trata.
Y ni hablar del tema de la economía o la seguridad, esa que está fuera de control y que ha rebasado todos los saldos previos.
Lo valioso es, acompañar al hombre, comer tortas de tamal y champurrado, para terminar de completar la falaz pantomima, mientras la masa social lo energiza y lo rejuvenece.
Mientras que Veracruz arda, eso que importa. Lo mismo da que Calcahualco, este tomado, que los pobladores arremetieran contra el Palacio Municipal y lo cercaran, que quemaran vehículos y exhibieran machetes y otras armas para exigir cumplimiento de diversos acuerdos por parte de la alcaldesa saliente.
Qué importa que esas cosas pasen en la entidad, si su secretario de Gobierno, E. Patrocinio Cisneros Burgos se pasea por la plancha del zócalo, regordete, contento y feliz, con su banderita de la 4T.
Vamos y ni hablar de los descuentos salariales por inasistencia laboral de las y los legisladores y funcionarios públicos, esos que están casados con el dogma reformador de ganar poco porque aspirar a ganar más es neoliberal.
Vamos seguramente, con lo que se gastaron los más de 5 mil o 6 mil desplazados desde Veracruz, habría alcanzado para suministrar de medicamentos a muchos pacientes con cáncer que tanto lo necesitan.
Pero entendamos, la frivolidad transformadora es parte del alarde y la buena ventura de un gobierno y un presidente que desde hace mucho perdió la brújula.
Ojalá en su afán transformador y diferenciándose de los demás, exhiban los recibos, contratos y costes de tan impresionante acarreo.
Al tiempo.
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