No entienden que no entienden

La frase “no entienden que no entienden” es una expresión que solemos usar las feministas cuando estamos frente a un ejemplo vivo de misoginia o de miopía patriarcal; de ésas que ameritan que nos miremos a los ojos sin necesidad de pronunciar palabra y elevemos las cejas ante la inmundicia que acabamos de constatar.
Ejemplos hay muchos. Refiramos algunos.
La paridad llegó para quedarse. En realidad, era inminente su aprobación y posterior puesta en vigor. Nadie puede llamarse sorprendido, porque el camino ha sido largo y hemos venido hilvanando el territorio con el sistema de cuotas que debió haberles dado una pista de que no seguirían siendo los únicos dueños de la cancha política.
Pero ya saben, la misoginia les hace creer que los cargos públicos tienen su nombre y entonces buscan todas las excusas para incumplir con lo inevitable. ¿Recuerdan lo absurdo de la oposición de la Jucopo en el Senado a que las candidaturas a la gubernatura fueran paritarias? o ¿el caso de los falsos “trans”, en que 18 hombres trataron de hacerse pasar por integrantes del colectivo LGBTI+ para ocupar candidaturas interseccionales en Tlaxcala?
A estas joyas medievales hay que añadir complementos como los increíblemente aún existentes foros en donde los “clubes de Toby” se reúnen para discutir asuntos públicos sin una sola mujer, con argumentos tan arcaicos como que “no hay mujeres para hablar de esos temas” o que “las mujeres se pelean y los hombres sí nos ponemos de acuerdo”.
Pues sí. El poder patriarcal sostiene pactos patriarcales y como las mujeres –no todas– ponemos en duda esos pactos, pues entonces impulsamos otra forma de liderazgo que cuesta trabajo construir. Pero que no quieran parecer ahora los más conciliadores del mundo, porque a la hora de arrebatarse el poder, los golpes bajos están al orden del día.
Así que las mujeres debemos estar presentes en todas las reuniones, grupos, eventos y actos en donde se discutan asuntos públicos y más aún si esos asuntos impactan a la vida de otras mujeres. Y ya de paso, también desmitifiquemos eso de los conflictos, porque la historia de la humanidad es la mejor evidencia de que la testosterona no es un ingrediente que garantice la construcción de paz y la consolidación de acuerdos.
¿Qué parte de que la paridad implica que las mujeres debemos estar presentes en la mitad de todo no han entendido?
Pensaba escribir mi columna de otro tema, pero en los días recientes he atestiguado algunas situaciones que me parecen dignas de mi mejor sarcasmo. Sujetos que se congratulan de ser machistas, que siguen pensando que los conservadurismos les darán votos cuando ni siquiera han hecho un análisis del mercado electoral real y por tanto ignoran la fuerza que significa el voto de las mujeres. O bien, los que utilizan a mujeres para hacerse pasar por aliados del feminismo cuando con esos actos, lo que en realidad están haciendo es violentarnos.
Y peor aún, hombres que hacen creer a las mujeres que nuestra agenda, nuestras necesidades, nuestros planteamientos les importan….cada día 25 de mes, pero el resto del tiempo se empeñan en mostrar el escaso compromiso con un maremoto de fuerza pujante.
Es tiempo de las mujeres y este momento es irreversible. No hay ámbito, sector, espacio que pueda estar al margen de la irrupción pública de la presencia femenina.
Pero no solo la paridad es el sello de estos tiempos. Los acosos, los hostigamientos, las violencias, las discriminaciones son el ejemplo vivo de lo que ya no tiene lugar en el nuevo ejercicio de relacionarnos socialmente y son la evidencia tácita de lo que ya no estamos dispuestas a soportar.
El “Me Too” lo dejó muy claro y no hubo agresor ni grande ni chiquito que pudiera esconderse del señalamiento público. Ahí, a donde la ley a veces no llega porque opera con la discrecionalidad que los pactos patriarcales han establecido, las mujeres han encontrado que denunciar públicamente, exhibir, señalar es una prerrogativa que obra en su beneficio para tratar de frenar la oleada sin fin de las violencias que han vivido.
Así que el que aún haya sujetos que buscan que “sigamos platicando este tema en un lugar más cómodo” o que pretendan obtener algún beneficio sexual a cambio de una gestión o una excepción, simplemente no han entendido nada.
Las organizaciones han ido asumiendo poco a poco los cambios de forma y de fondo que implica la construcción de la igualdad y el combate efectivo a todas las formas de violencia. Las instituciones, empresas y sindicatos se están tardando mucho más en el proceso de desmontar las prácticas violentadoras y patriarcales en las que han fincado su operación cotidiana, porque en esos ámbitos la represalia más recurrente es la que amenaza su permanencia y continuidad laboral, pero a pesar de ello, con una valentía infinita, mujeres en todos los espacios están atreviéndose a decir ¡ya basta!
Como con la extinción de los dinosaurios, la misoginia patriarcal impone sus resistencias y se niega a ver lo que es obvio y ya está aquí.
No entienden que no entienden. Pero la certeza de la inminencia de su propia caída les llevará a hacerlo.

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