La discusión sobre la reforma eléctrica en el Congreso divide a los partidos de oposición, que se muestran, ante lo nuevo, como novatos ante la obligación de tener que informarse sobre lo que sucede en su propio trabajo.
Porque el debate sobre una reforma eléctrica exige conocimiento profundo del tema; sin embargo, no todos los que debatirán y posteriormente votarán parecen estar lo suficientemente informados. Incluso hay un partido que sin leer una sola línea de la reforma se pronuncia en contra, y esto crea dudas de la tarea legislativa en la gente.
Porque la propuesta del gobierno federal radica en darle el control de la energía eléctrica al Estado, y no porque se quiera regresar al pasado donde había empresas paraestatales para todo, sino porque se trata de un servicio estratégico, cuya diferencia no entienden todavía algunos.
Regresar la mayor parte del control del suministro eléctrico es un derecho y un deber del Estado; de otra manera, estaríamos en manos de las empresas particulares, como sucede en España donde la tarifa más alta es la que impera en el cobro del uso de esa energía.
Es como si se fuera al mercado a comprar varias frutas y sea la del precio mayor que impere, de ahí la inconformidad de los españoles no sólo con las empresas de electricidad que están demandadas penalmente, sino con el propio gobierno que ya no puede echarse para atrás para reducir las tarifas.
El control de la energía eléctrica debe estar en manos del gobierno y esta es la propuesta que ha dividido a la oposición, porque el PAN, que consideraba al PRI como su aliado, ahora tiene en ese partido al más radical de sus contrincantes a causa de la votación en el Congreso de la reforma eléctrica.
Esta enemistad con el PRI obliga al PAN a estar más unidos que nunca y olvidarse de las rencillas que existían al interior, porque un enemigo común cohesiona a las bases militantes, que buena falta le hacía a Acción Nacional.
Ante esta ambigüedad del PRI, ahora el PAN se gana el derecho a escoger al candidato a la Presidencia de la República, porque cuando alguna de las fracciones del tricolor se integre a la alianza electoral, lo hará con una gran desventaja, con menos militancia y con su liderazgo muy desgastado.
Mientras tanto, en el PRI hay tres posturas visibles y antagónicas respecto a la reforma eléctrica, la primera es la del gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, quien, gracias a su padre, José Murat Casab, cuenta con muchos militantes a su favor en todo el país, no sólo en Oaxaca, y se pronuncia por la aprobación de dicha reforma.
Otra de las posturas, que se radicaliza cada día más, es la de la senadora Claudia Ruiz Massieu, quien asegura que votar a favor de la reforma del gobierno federal es un retroceso, aunque no explica las razones. Ella representa a la parte dura del neopriismo que en su momento encabezó su tío, Carlos Salinas de Gortari, y que obedece a la modernización de México a cambio de dependencias con el extranjero y endeudamiento. Ese PRI del que nadie quiere saber.
La otra posición es la del líder nacional de ese partido, Alejandro Moreno Cárdenas, quien señala que la labor de los legisladores es informarse y votar, pero debatir como condición propia de todo Congreso digno de llamarse así. El líder cuenta con una militancia dispersa y que no comulga con su liderazgo, pero que entiende que la tarea principal de los diputados y senadores consiste en la confrontación civilizada de las ideas.
Cualquiera que sea la parte del PRI que triunfe respecto a la reforma eléctrica implicará una división y, probablemente, una desbandada sustanciosa.
La debilidad del PRI se refleja inevitablemente en la fragilidad de la alianza electoral que conforma con el PAN y el PRD, que preparaba, hasta antes de esta discusión, un plan contundente para 2024, con estrategias que implicaban la unidad de los partidos que conforman ese frente.
Ya son varias derrotas de las alianzas de la oposición, debemos recordar la alianza del pacto fiscal que se deshizo, el frente de gobernadores que quería conformar un contrapeso se desvaneció, la derrota electoral de la alianza entre esos tres partidos fue evidente. Y ahora el simple hecho de colocar sobre la mesa un tema de trascendencia, coloca a esa alianza en peligro de volver a perder las elecciones de manera contundente.
Los tres partidos se unieron ante la imposibilidad de que alguno de ellos, en solitario, pudiera tener aceptación en las urnas, pero ahora, con un PRI dividido, un PAN sin cuadros y un PRD sin fuerza, poco es lo que puede esperarse desde la trinchera de la oposición.
La reforma eléctrica muestra mucho de la realidad política del país, del cansancio de un sistema de partidos y de una autoridad electoral que está cruzada de brazos ante una realidad que desconoce. PEGA Y CORRE. – Sin duda son loables algunas de las expresiones de solidaridad de los mexicanos, como es el caso de una taquería en Monterrey, Nuevo León, donde se le da la bienvenida a trabajar a migrantes haitianos… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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