Yadira Hidalgo González —una feminista conocedora del tema desde el activismo, la institucionalidad, la academia y los medios— se niega a llamar “provida” a los que rechazan el aborto, señala que “antiderechos” es una mejor identificación. Debo estar de acuerdo con ella, porque aceptar la forma en que se autodenominan es admitir su narrativa sobre el tema. Los antiderechos no están a favor de la vida ni de las mujeres, sólo están a favor de sus creencias y fundamentalismos. Quieren erradicar derechos ꟷcomo el de las mujeres a decidirꟷ para suplirlos por la fe.
Las marchas organizadas el pasado domingo no eran de protesta sino procesiones religiosas que cargaban imágenes de vírgenes y Cristos crucificados. Hubo rezos y los gritos de guerra apuntaban a apelar a los sentimientos religiosos y la ideología culpígena de la iglesia católica. Como era de esperar, se unieron a las procesiones sacerdotes y obispos. Muchas mujeres caminaban con sus rosarios en mano.
Dado que la ley estipula la libertad de culto, no tendría que mover a debate el derecho a expresar su opinión según su religión. Pero, ¿cuál es el límite de esta libertad? ¿un violador puede externar que tiene derecho a violar porque tiene inclinación a ello o cree que las mujeres son objeto?, ¿es legítimo que una persona robe para comer porque está desempleado? ¿se puede justificar la pedofilia, como algunos lo han intentado, avasallando los derechos de los niños?
No hay manera de justificar que poniendo como escudo un culto intenten desacreditar la determinación de la Suprema Corte de Justicia en relación con la interrupción del embarazo. Es evidente cómo los gobiernos más conservadores, los más derechistas son los que han impedido o causado retrocesos en este renglón. Baste ver cómo en Estados Unidos el gobierno de Joe Biden está deshaciendo los entuertos creados por Donald Trump. Por lo pronto restauró el uso de fondos federales para que las clínicas vuelvan a ofrecer a las mujeres servicio sanitario seguro y gratuito en la interrupción del embarazo.
Los conservadores de nuestro país, organizados alrededor de representantes de la iglesia católica no cejan en su intento por evitar el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. Se olvidan de las muertes maternas, de los niños condenados a vidas infames. Es muy fácil escribir consignas como “No mates a tu hijo, dalo en adopción”, “Unidos por las dos vidas”, “Reza por el fin del aborto”, “Mamá, desde el primer momento vivo” y otras más. Son todas consignas que apelan a la emoción, a la culpa de la madre y a la adhesión de la opinión pública con lemas emotivos.
No faltaron las imágenes y figuras de bebés o fetos pidiendo vivir. Lo que resulta totalmente inaceptable fue que en la marcha colocaran una camilla en la que le hicieron un ultrasonido a una jovencita de 15 años con un embarazo de 38 semanas, cuyas imágenes se transmitían a una pantalla gigante, seguramente para mostrar lo cruel que es interrumpir una gestación. La acción sin duda es acertada mediáticamente pero no sabemos en qué condiciones se embarazó esa menor de edad, tampoco se habla del hecho de que siendo menor tiene menos madurez emocional y escasa información para tomar decisiones que afectarán el resto de su vida y lo más falso: no es legal interrumpir un embarazo de 38 semanas.
Tenemos memoria corta, se nos olvida el caso de Paulina Ramírez, la niña de 13 años, violada y obligada a ser madre porque las autoridades de Baja California le negaron el apoyo al que tenía derecho, empezando por el médico que se negó a practicarle un aborto totalmente legítimo. Paulina fue indemnizada por el gobierno mexicano gracias a la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero no hay indemnización que cure el drama de ser una madre-niña. Ahora en la Paz, BCS, el obispo Miguel Ángel Alba compara el aborto con las acciones criminales de los narcos.
No deja de llamar la atención que estas marchas fueran ordenadas, uniformadas, de “gente bien”, sin encapuchados, sin violencia que desacredite su movimiento, en tanto que en las manifestaciones con otro tipo de reivindicaciones aparecen l@s encapuchad@s que se esconden en el anonimato y le hacen daño a ciertas militancias, como la feminista. No se puede descartar que las mujeres tengan deseos contenidos por años de romper puertas y vidrios porque no pudieron responder de esa misma forma a sus agresores o porque no tuvieron la opción de proteger con la fuerza a las víctimas de feminicidio, pero la sospecha de esas presencias en las marchas queda.
Por ahora es necesario exhibir esas mentiras, esas verdades a medias, los lemas engañosos y la falsa bondad de los rezos. Detrás está la intención de lograr un retroceso en el reciente logro de eliminar la criminalización de un derecho fundamental largamente anhelado.
@pramirezmorales