Todo aquél que no puede flexibilizar su posición ante situaciones de la vida diaria y hace cumplir su decisión sobre la opinión de los demás, se le conoce como una persona terca, tozuda, necia, intransigente u obcecada.
Este tipo de personas, en política les presentan como personas de ideas sólidas, pero en realidad son tercos, tozudos, obstinados y necios que insisten en su opinión personal, no admiten diferencia a su modo de ver las cosas y manifiestan que su ideología es la verdadera y supuestamente saben cómo solucionar todo tipo de problemas. A este grupo de individuos se les dice que padecen de ceguera absoluta o una especie de ceguera mental en sentido figurado, pues son incapaces de escuchar otras opiniones y nunca reconocen razón en otras personas, además, jamás admiten sus propios errores o tienen otras opiniones, o porque no decirlo, “otros datos”.
Los que conocen de este tema señalan que la terquedad, la tozudez o la obcecación van de la mano con el orgullo y la soberbia, responden sin querer escuchar argumentos y sus reclamos son: “Se hace porque se hace”. “Me canso ganso”. Llueva, truene o relampaguee, se hará tal cosa”. Es imposible tener algún acuerdo diplomático con ese tipo de personas.
Al querer intentar que razonen estas gentes y hacerles notar su equivocación, absolutamente todos los sentidos de ese terco, se encontrarán clausurados, para no ver y no escuchar, pues él tendrá siempre la razón. Ali Ibn Abi Talib, quien fuera primo y yerno del profeta Mahoma, señaló con mucha razón: “La terquedad destruye los buenos consejos.”
Como lo señalé anteriormente, a este tipo de personas que no aceptan la realidad, se les dice ciegos mentales y, quienes conocen de este tipo de problemas le denominan síndrome de punto ciego, en donde se señala que se encuentran ensimismados en sus teorías que no pueden observar la situación correcta desde el lugar en el que se encuentran y una persona de fuera ve la realidad mejor que quienes se encuentran dentro, y por supuesto, este tipo de problemas, afecta la vida profesional y en los resultados de lo que se consideraba era lo apropiado y que no fue así.
Quienes conocen del tema indican que los tercos u obcecados, sistemáticamente llevan la contraria, sobre todo a quienes consideran sus opositores, y si alguno se empeña en mostrale lo contrario, lo considerarán un adversario; quien combata sus ideas será su enemigo. La gran mayoría sienten que se han estado aprovechando de ellos y que no se les ha considerado el valor que les corresponde; se aferran a sus ideas, pero nunca admitirán un error y una disculpa nunca se escucha de sus labios.
Si nos preguntáramos: – ¿por qué son las personas tercas? Madeleine de Souvre, en una de sus frases nos señala las causas: “La mezquindad, la ignorancia y la presunción son la causa de la terquedad, porque las personas obstinadas solo quieren creer lo que ellos mismos pueden imaginar, y pueden imaginar muy pocas cosas”.
Una persona terca u obstinada, difícilmente admite que se equivocó y no ofrecerá alguna disculpa, eso sí, él sí requiere que se disculpen por tener un criterio o ideología diferente al de ellos.
La soberbia es la fiel compañera de este tipo de personas, considerando es apropiado al caso, mencionar lo dicho por Muñoz Ledo este 31 de agosto al término de su diputación: “La soberbia ha sido tumba de gobernantes que olvidan el muro de la realidad”. Y agregó: “Cuando la verdad proviene de un solo hombre es una mentira. Sólo en Babilonia y en los centros de salud mental tiene cada quien sus datos propios”.
La terquedad, la tozudez, la obstinación, la intransigencia, la obcecación y la necedad, siempre irán en contra de la sabiduría, los primeros no dejan avanzar la vida; mientras que la sabiduría se logra escuchando, aceptando consejos, reconociendo y corrigiendo los errores cometidos. El poeta del siglo dieciocho Robert Southey, mencionó: “Una mente terca conduce tan poco a la sabiduría o incluso al conocimiento, como un temperamento obstinado a la felicidad”. Vale la pena mencionar lo que el filósofo y científico prusiano Emmanuel Kant, considerado como uno de los más influyentes de la Europa moderna con relación a lo expuesto señaló: “El sabio puede cambiar de opinión; el terco nunca”.