Al igual que a nivel nacional, Veracruz sucumbe ante la violencia. Entre los datos de gobierno y la realidad, hay un abismo. Aseguran que a disminuido, pero lo que los ciudadanos viven es de terror. En la capital Xalapa, donde el crimen organizado trabaja cómodamente, también hay que temer a la policía estatal. Hay denuncias de jóvenes, que son asaltados por los policías de patrullas. Con mucha agresividad y con un lenguaje lleno de improperios, les esperan a la salida de los antros para abordarlos y amenazarlos. Les obligan se bajen de los autos y abran las cajuelas. Cuestión violatoria de la ley. Con ese pretexto les siembran droga, cuando los conductores aducen sus derechos. Los de a pie son esposados y trasmitidos a San José. Les dejan ir por 300 pesos y se han contabilizado hasta 27 por día . Un negocio descarado, que diariamente les deja unos miles de pesos a los involucrados. A los presuntos infractores, los dejan ir pues no hay en realidad delito que perseguir. El sistema de seguridad estatal, fracturado e inexistente. Seguimos pagando impuestos, sin resultados óptimos en los servicios básicos.