La vigésimo primera cumbre de cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fue el escenario donde se mostró la unidad de más de 20 naciones que buscan su soberanía, castigados en mayor o menor medida por un nuevo colonialismo, que ya no es España, Inglaterra o Portugal sino un solo país: Estados Unidos. Ahora vuelven hacia su origen y se reconocen hermanos.
La regionalización tiene como base indiscutible la postura nacionalista de los diferentes mandatarios de esos países, que desde la vida diaria de sus pueblos encuentran severos límites para su desarrollo económico y bienestar social.
América Latina prácticamente desde su independencia de los reinos de ultramar ha dependido de una u otra forma de Estados Unidos, país cuyo gobierno considera que por recibir mano de obra barata puede sentirse propietario del resto del continente, y así actúan a través de foros internacionales que mostraron su inoperancia.
La participación de la Organización de Estados Americanos ha servido de puente para cuidar los intereses del vecino país del norte, y no lo hace discretamente sino con el cinismo de una intervención abierta, como sucedió en Bolivia, donde apoyó la idea de un fraude electoral para sacar de la presidencia a Evo Morales y dar un golpe de Estado encabezado por Jeanine Áñez, quien no tenía más antecedente que ser conductora de televisión. Ella debió estar seis meses en la presidencia, pero estuvo un año, lapso en que reprimió grupos indígenas y gremiales, arrestando líderes del anterior partido en el poder, Movimiento al Socialismo.
En cuanto hubo elecciones ese partido volvió al poder por la vía electoral con una mayoría aplastante, echando por tierra el supuesto fraude electoral que Luis Almagro, presidente de la OEA, había afirmado que se fraguó en favor de Morales Ayma.
La OEA ha dado muestra de pertenecer a una tendencia política muy definida, siempre en resguardo de los intereses de los verdaderos líderes de Estados Unidos. Ejemplos sobran.
Ante este escenario, el presidente Andrés Manuel López Obrador propuso sustituir la OEA por un organismo que sea verdaderamente autónomo, semejante a la Unión Europea. Con la autonomía suficiente como para negociar, pero con la unidad necesaria como para fortalecer las economías y los lazos de amistad. “No debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto”, señaló el mandatario.
Desde luego que no es gratuito el hecho de que el único país que rechaza la propuesta del mandatario mexicano sea Colombia, que prácticamente es una colonia de Estados Unidos. Es la nación con mayor número de bases militares estadounidenses, con 40 de ellas en su territorio, con una protesta social diaria y una represión contra los manifestantes que ha ocasionado medio centenar de muertes por los golpes de policías y soldados y más de 400 detenidos.
Los manifestantes han bloqueado las carreteras y la policía ha respondido con fuerza letal. Según The New York Times, la policía colombiana ha disparado contra los manifestantes inconformes con una reforma fiscal que grava impuestos a los más pobres, sin que afecte a los más ricos del país, lo cual cierra posibilidades de salud, educación y trabajo. Estudiantes, maestros, trabajadores de la salud, agricultores, comunidades indígenas y muchos otros se han juntado en las calles para protestar por esta disposición.
El ministro de Defensa, Diego Molano, afirmó que tiene órdenes del presidente Iván Duque de acelerar la reforma. La represión motivó la vista urgente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras instancias internacionales de derechos humanos.
Esta situación coloca la aceptación de Iván Duque con una popularidad del 27 por ciento en todo el país. Antes de la pandemia los colombianos con trabajo de tiempo completo no alcanzaban a ganar el salario mínimo, que es de 275 dólares mensuales.
Desde luego la política del derechista Duque tiene el aval de la OEA, ya que desde su territorio se han preparado golpes de Estado contra Venezuela y planeado el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse.
Es momento de ver hacia la región que nos es cercana, con las mismas raíces, con historia en el mismo idioma. Con problemáticas similares, pero sobre todo con un vecino poco agradable que quiere usar nuestras casas como patio trasero.
Estados Unidos se fortalece con la aparente debilidad de los pueblos latinoamericanos, que se erradicará con la unidad de una vez por todas.
La diversidad de historias, la similitud de pensamientos libertarios de nuestros héroes, y la violación de nuestro territorio por un vecino común, hace necesaria la unidad de los pueblos más allá de las diferencias que puedan tener los gobiernos; traspasar las ideologías en pro de la cohesión de necesidades y crear la autosuficiencia de la región.
En este momento hay dos países de la región bloqueados por Estados Unidos, pero en realidad el resto de nuestros países han estado limitados, como en un bloqueo no oficial contra el desarrollo, por la forma de dominio del vecino del norte que impide ser superado por quienes considera inferiores.
La unidad latinoamericana no es una idea nueva, tiene más de dos siglos de haber surgido del pensamiento de Miranda, de San Martín, de Bolívar. La historia tiene sus elecciones y arroja conciencia sobre el presente, de ahí la necesidad de reflexionar sobre esta urgente necesidad que nos hará más fuertes y mejores. PEGA Y CORRE. – Podemos ver que en América Latina no somos los únicos que tienen exfuncionarios públicos con cuentas pendientes con la justicia. La Fiscalía General de la República de El Salvador presentó cargos de corrupción contra el expresidente Salvador Sánchez Cerén y otros nueve exfuncionarios ante un juzgado por recibir pagos irregulares en la administración de Mauricio Funes… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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