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La obesidad en México resiste a la Covid

by Haroset Lara Barrientos
A pesar de la amenaza que representan el sobrepeso, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, durante la pandemia, poco se ha hecho a nivel de política pública y de decisiones personales para combatirlas

Era el miércoles 8 de enero de 2020, apenas unos días después de que se diera a conocer el surgimiento de una nueva enfermedad respiratoria en Wuhan, China, a lo que muy pocos hicieron caso en ese momento.

José Ángel Gurría, entonces Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), presentó el estudio La pesada carga de la obesidad (Heavy Burden of Obesity), en el que, de acuerdo con varios indicadores, México es el caso más grave de obesidad a nivel poblacional de los 36 países que integran la organización.

›En 1996, alrededor del 20% de la población mexicana padecía sobrepeso u obesidad; actualmente es el 73 por ciento. “Lo más trágico”, dijo Gurría es que en ese mismo tiempo la tasa de obesidad infantil se ha duplicado, del 7.5% al 15 por ciento.

La OCDE calculó que en los próximos 30 años, obesidad, sobrepeso, diabetes y las enfermedades no transmisibles asociadas, causarán una reducción de poco más de cuatro años en la expectativa de vida de los mexicanos y reducirán la fuerza laboral mexicana en el equivalente a 2.4 millones de trabajadores por año.

En la presentación, llevada a cabo en la Secretaría de Economía, se especificó que el gasto en salud implicaría una disminución anual del 3.3% del Producto Interno Bruto, en promedio a los países de la OCDE. En México, la pérdida será del 5.3% anual.

Ernesto Acevedo, subsecretario de Industria, Comercio y Competitividad, dimensionó la cifra: “5.3% del PIB equivale, en pesos corrientes, a 1.3 billones de pesos. Esta cifra es superior al presupuesto que tienen todos los ramos de la administración en el Presupuesto de Egresos de la Federación; es superior al presupuesto total del ISSSTE y del IMSS juntos; es 10 veces superior al presupuesto de la Secretaría de la Salud”.

Pero se propuso una salida: entre los “mensajes clave” de La pesada carga de la obesidad se específica: “Por cada dólar que se invierte en la prevención de la obesidad se obtendrá un retorno de 5.6 dólares en beneficios económicos”.

Sin embargo, a pesar de que las palabras “urgencia” y “emergencia” abundaron en la presentación, a la que asistieron el secretario de Salud, Jorge Alcocer, y el subsecretario Hugo López Gatell, no se habló ni una palabra del dinero que México estaba dispuesto a invertir para solucionar el problema.

A pregunta expresa, Acevedo contestó: “Creo que tenemos que hacer esfuerzos en la inversión preventiva. Tenemos que orientar los esfuerzos que hace el gobierno federal para la inversión en prevención… no es un tema exclusivamente de la Secretaría de Salud, es una responsabilidad de toda la sociedad mexicana”.

Unas semanas después llegó el coronavirus SARS-CoV-2 a México. Para entonces ya se sabía que las personas con problemas de diabetes, obesidad e hipertensión son más propensas a padecer la Covid-19 de forma grave, ser hospitalizadas, ingresadas a unidades de cuidado intensivo e incluso a morir a consecuencia de ella.

Dato: La inflamación crónica que conlleva la obesidad hace que la respuesta inflamatoria ante la infección del SARS-CoV-2 pueda llegar a la peligrosa tormenta de citoquinas.

Riesgo y predisposición 

Los mexicanos, y los habitantes de América Latina en general, tenemos un mayor riesgo de padecer diabetes tipo 2 debido a variantes genéticas asociadas con las poblaciones originarias de América. Una de estas variantes, por ejemplo, confiere un alto riesgo de padecer diabetes incluso en la juventud y con un índice de masa corporal bajo, de acuerdo con un estudio publicado en mayo 2019 en European Journal of Endocrinology y coordinado por Carlos Aguilar Salinas.

El propio Aguilar Salinas es el autor principal del estudio más grande en adultos mexicanos sobre la incidencia de lo que se puede considerar la antesala de la diabetes, el síndrome metabólico. El reporte fue publicado en la revista Diabetes, Metabolic Syndrome and Obesity en mayo de 2020.

En entrevista para ejecentral, Aguilar Salinas distinguió el estudio de incidencia de los estudios de prevalencia que, por falta de recursos, normalmente se hacen en México. Un estudio de prevalencia evalúa a la población en una sola ocasión, pero el equipo de Aguilar Salinas dio seguimiento durante tres años a 6,144 mexicanos, de los cuales 3,340 no padecían el síndrome al inicio.

El estudio encontró que casi todos los adultos mexicanos “tienen algún componente que habla de un exceso de adiposidad que con el tiempo puede desarrollar diabetes y enfermedades cardiovasculares”.

Desafortunadamente, “la conclusión principal (del estudio) es que, en un periodo tan corto como tres años, la mayoría de las personas tuvieron un nuevo componente o desarrollaron los tres componentes mínimos para considerar que tienen síndrome metabólico”, dijo el experto.

El síndrome metabólico es un grupo de parámetros clínicos. “Cuando se tienen tres o más condiciones como obesidad, sobre todo cuando se acumula en el abdomen; hipertensión arterial; triglicéridos altos; colesterol HDL (el considerado “bueno”) en bajo nivel, y glucosa alta, la persona tiene un riesgo alto de padecer diabetes en los siguientes 10 años”.

El estudio reveló que en México el porcentaje de personas que no tienen alguna de esas alteraciones es menor al 30% y, en los apenas tres años del seguimiento, “muchos de los que no tenían las desarrollaron”, dijo Aguilar Salinas.

El factor que determinó el desarrollo de las alteraciones “fue la ganancia de peso corporal y, en un porcentaje significativo, aquellos que se quedaban estables en peso pero este era superior al saludable también desarrollaban alteraciones”.

En México hay una gran proporción de casos de diabetes no diagnosticados en la población mexicana y altos índices de obesidad derivados tanto de diversos hábitos poco saludables como del llamado ambiente obesogénico que fomenta estos hábitos y una alta propensión a padecer diabetes desencadenada por la obesidad.

Todos estos, además del manejo deficiente de la pandemia por las autoridades de salud, son factores por los que la Covid ha tenido un efecto devastador en la población mexicana, y un predictor de que podría volver a tenerlo en los próximos meses por la baja vacunación y por las variantes de preocupación que podrían llevarnos a una tercera ola.

Casi todos los adultos mexicanos tienen algún componente que habla de un exceso de adiposidad que con  el tiempo puede desarrollar  diabetes y enfermedades cardiovasculares”, Carlos A. Aguilar Salinas, Instituto  Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

Campo fertil para Covid-19

En México, los casos confirmados de Covid-19 con diabetes tienen una tasa de mortalidad particularmente alta, de 21.8% frente a 7.7% de los pacientes sin diabetes, así como mayor tasa de hospitalización, ingreso a unidades de cuidado intensivo (UCI), necesidad de ventilación invasiva y neumonía confirmada, de acuerdo con un estudio de agosto de 2020, en el que Aguilar Salinas es también uno de los autores principales, junto con Omar Bello Chavolla.

El estudio, que recientemente fue reconocido como uno de los 10 trabajos más citados del Journal of Endocrinology & Metabolism, detectó también que estos pacientes tenían una edad media de 57 años y eran predominantemente varones, y que en los pacientes con diabetes mellitus la mortalidad relacionada con Covid-19 fue mayor que en aquellos con inmunosupresión concomitante, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), enfermedad renal crónica (ERC), hipertensión y que en los mayores de 65 años.

También los pacientes Covid con obesidad tuvieron tasas de mortalidad más altas, de 13.5% frente al 9.4% comparando pacientes sin obesidad, de ingreso a la UCI (de 5.0% contra 3.3%) y de ser intubados (5.2% contra 3.3%). Notablemente se observó que cuando la obesidad se suma a cualquier número de comorbilidades aumenta significativamente el riesgo de letalidad por Covid-19.

Ante este panorama, parecía conveniente que a nivel de gobierno y personal se tomaran acciones para reducir la obesidad, pero no fue así.

La oportunidad perdida

A primera vista, parece que al menos algunos mexicanos aprovecharon la emergencia sanitaria para mejorar sus hábitos alimenticios, pues de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 (ENSANUT), alrededor de uno de cada tres hogares participantes reportó una reducción en el consumo de alimentos de alta densidad de energía como bebidas endulzadas, pan dulce, botanas y dulces o chocolates durante el confinamiento.

Además hubo un aumento significativo en el consumo de frutas, pues más de 80% de los hogares compró algún tipo de fruta, comparado con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2018, en donde sólo la mitad de los hogares reportó este tipo de gasto. También se observa que los hogares gastaron con menos frecuencia en alimentos procesados y preparados fuera de casa en comparación con 2018.

Sin embargo, las buenas noticias no sólo son escasas, también son parciales, pues los cambios saludables sólo se hicieron en algunos de los hogares que no reportaron tener disminución de ingresos a consecuencia de la pandemia. En lo que sí reportaron esa disminución, además de la reducción del consumo de azúcar se reportó una reducción en el consumo de carnes, pollo y pescado, y el aumento en el consumo de frutas y verduras fue menor.

Además, la reducción de alimentos altos en proteína fue mayor en hogares de localidades rurales (34.5%), en comparación con lo reportado por hogares urbanos (27.5%); pero se redujo de la misma manera el consumo de frutas (rural: 24.8% vs. urbano: 17.2%) y verduras (rural: 21.4% vs. urbano: 13.9%).

Epílogo austero

De acuerdo con lo que cabía esperar en enero de 2020, tras la presentación del informe de la OCDE, no ha habido inversión alguna en la mejora de este grave problema de salud pública. Lo único que se ha hecho es implementar el etiquetado frontal de advertencia.

Aguilar Salinas explica que aunque varios estudios muestran que la mayoría de las personas identifican el etiquetado, saben qué quiere decir, el porcentaje de personas que cambian su decisión de comprar o no el producto es muy pequeña.

“No hay una sola acción que por sí misma pueda reducir la magnitud del problema”, dice, y agrega que “hay muchas acciones que no se han considerado”.

Como ejemplo explica que la mayoría de los adultos con un peso arriba de los saludable “saben que tienen el problema, pero no hacen nada para salir de esa condición; para ellos se requieren asesorías individualizadas o trabajo en grupo que les ayuden a resolver las barreras que les impiden tener un estilo de vida saludable”.

Para Aguilar Salinas, “el individuo a final de cuentas es quien toma las decisiones, hay una modulación del entorno, hay que modificar el entorno para que sea más sencillo comprar lo saludable que lo no saludable y educar a las personas para que hagan las selecciones adecuadas”.

Información:https://www.ejecentral.com.mx/la-obesidad-en-mexico-resiste-a-la-covid/#.YPA52KQR6vg.whatsapp

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