Yo afeo el idioma ¿y?

Inventa nuevos mundos y cuida tu palabra;

el adjetivo cuando no da vida, mata.

Vicente Huidobro

 

Para Rafa y Regina con afecto enorme

y el deseo de que haya muchos anhelos nuevos.

 

Pilar Ramírez

 

Yo afeo el idioma ¿y?

 

El director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, declaró en días pasados que el lenguaje inclusivo “afea el idioma de manera insostenible”. Cuando vi la nota, lo único que se me ocurrió pensar fue que el director de la RAE afea la perspectiva de género de manera indefendible; niega la esencia misma del idioma como algo vivo, cambiante y lo único verdaderamente insostenible debería ser su cargo.

Las disciplinas que estudian la lengua, como la semántica, la fonética o la gramática recogen y norman las convenciones más utilizadas en el lenguaje o en cada idioma, al igual que las leyes norman la conducta de los individuos en la sociedad. De manera similar a la que surgen nuevas leyes porque la dinámica social se modifica, los códigos que rigen el empleo del lenguaje va cambiando según el uso que los hablantes hacen de él.

De no ser así, hoy viviríamos con las normas de la Edad Media, no existiría una Constitución plegada a los cambios que trajo la Revolución mexicana, una Ley de Amparo, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley del Matrimonio Igualitario o la Ley de Identidad de Género.

Del mismo modo, el lenguaje cambia porque la sociedad cambia por muchas razones. No encontramos en El Quijote las palabras parquímetro, software, correo electrónico y otras derivadas de los avances tecnológicos, por la sencilla razón de que no existían. Algunas palabras simplemente evolucionan por su uso: hoy decimos hoja y no foja (más en que en el ámbito jurídico), hijo y no fijo, traje y no truje.

¿Quiénes somos nosotros para señalar a Ricardo Flores Magón por haberse dado el permiso de escribir Tierra y Libertad siempre con mayúsculas por razones políticas e ideológicas?

El lenguaje inclusivo no es un capricho ni una moda, es una postura política, es una arista de los diversos movimientos sociales centrados en el género, especialmente el movimiento feminista que identifica un predominio masculino en las palabras y las normas que rigen, por ejemplo, en el idioma español. Esta lucha por el lenguaje inclusivo no es más que el resultado de que el lenguaje estructura nuestro pensamiento y se convierte en una manera de representar nuestra realidad. Nos provee de argumentos que son con los que luchamos por la igualdad.

El lenguaje es vital, cambiante, lo usamos todos los días de manera constante con distintos fines y nadie le pide permiso a la Real Academia para utilizarlo como se nos antoja. No hay nada más rico que el lenguaje oral que cada vez con más rapidez se traslada al lenguaje escrito. ¿Por qué no habríamos de cuestionar sus normas si constatamos que al haber sido desarrolladas por varones dejaron en ella su huella patriarcal? ¿Por qué todos los sustantivos están en masculino en los diccionarios? ¿Por qué si en un grupo hay 30 mujeres y sólo un hombre debe decirse “nosotros” o “buenos días a todos”?

Estos cuestionamientos han sido sólo el principio. Ahora no sólo está el uso de la @, la “x” o la “e” para colectivos feministas o LGTB como expresión de rechazo a un sistema patriarcal o de identidad de género binario limitado o restrictivo, sino la propuesta más radical de revertir el género de sustantivos que sólo existen en masculino, es decir, de feminizarlos para contrarrestar un lenguaje que muestra sexismo, androcentrismo, etnocentrismo y colonialidad. Por ejemplo decir ciela y no cielo.

Mi oficio de editora y feminista me obliga a manifestar mi postura. En primer término reafimar que la lengua es un instrumento de poder y de lucha. En tal sentido, la RAE decidirá si se adapta a los tiempos políticos del uso del idioma, de otro modo, sólo será rebasada. ¿Por qué otra razón terminó por aceptar amá, zangolotear, yupi, amigovia, paradón (futbol), precuela, wasapear, escamole, tlacoyo o cocuyo? ¡Porque se usan! ¡Y no le piden permiso! Ya llegará el momento en que no tenga más remedio que aceptar “guácala”, “bonche”, “coperacha” o “bomberazo”.

Así que, siendo realistas, por más que nos opongamos, el idioma español y sus normas son androcéntricas. También, es preciso reconocer que el lenguaje es una convención, supuestamente los hablantes “convienen” en usar el lenguaje de determinada manera para que existan bases compartidas para comunicarnos, pero los que recogen esas convenciones, al institucionalizar su tarea, se comportan como dueños del idioma. Dicho lo anterior, sigo ciertas normas en los escritos de mi autoría. Utilizo la @ o algún sustantivo en femenino y masculino en el lenguaje escrito una vez para dejar sentada mi postura política de apoyo al lenguaje inclusivo y continúo con las normas convencionales, pues cuando se trata de escribir, el fin natural es crear lectores, la repetición constante o el uso reiterado de @ o “x” lo único que haría sería producir textos aburridos o difíciles de leer que los lectores abandonarán fácilmente. En el lenguaje oral, si estoy frente a un grupo con mayoría de mujeres hablo en femenino y manifiesto expresamente que los hombres no tienen derecho a molestarse, si lo hacen es problema de ellos no mío. Con el lenguaje, como con ningún otro instrumento, se hace política. Y las feministas tenemos una lucha política que no vamos a abandonar, no tendríamos por qué renunciar a ella en el ámbito del lenguaje porque un señor que se encuentra a miles de kilómetros, que no conocemos, que nunca ha acompañado nuestras huelgas o nuestras marchas y cuya opinión no nos interesa, dice que “afeamos” el lenguaje.

Yo lo afeo, tú lo afeas, ella lo afea, nosotras tenemos conciencia política, sabemos más de feminismo, mantenemos en pie nuestra lucha, hablamos a diario como nos da la gana para mostrar nuestra postura y hacemos nuestras pancartas con lenguaje inclusivo para gritarlo. ¿Y?

@pramirezmorales

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