Casi a la mitad de su administración y una vez que superó la prueba electoral de este año, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez decidió sacudir el árbol y ayer cayó el primero de un posible paquete de cuatro funcionarios que dejarán sus cargos.
Por la mañana se anunció la “renuncia por motivos personales” de Eduardo Cadena Cerón a la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca (Sedarpa) y designó en su lugar a Evaristo Ovando Ramírez.
Presuntamente, Cadena fue arrastrado (porque lo solapaba y estaba en contubernio con él) por el Secretario Técnico de la dependencia Juan Francisco Rangel Martínez, de muy negros antecedentes en la administración pública desde el gobierno de Javier Duarte de Ochoa.
Sin embargo, el gobernador lo despidió con los más altos honores, pues dijo que “se va con la frente muy en alto por haber servido a Veracruz y a la nación…” y que “le tocó lo más difícil, que fue recibir de las administraciones pasadas un desorden total, una falta de lineamientos en desarrollo agrícola del lado de la gente… logró el pago de seguro a citricultores debido a la sequía y por plagas”.
Tres fuentes distintas, internas y externas de la dependencia y del gobierno, confirmaron al columnista que lo cesó porque no obstante que ya le había ordenado que se deshiciera de Rangel Martínez por actos de corrupción, no le obedeció y lo sostuvo porque trabajaban en contubernio.
Sobre Cadena y Rangel existían muchas denuncias tanto de trabajadores de la dependencia como de organizaciones campesinas, por abusos, actos de corrupción y de coyotaje que ellos mismos realizaban y, según mis fuentes, no escaparán a denuncias por malos manejos de los recursos públicos y actos de corrupción en el desempeño de sus cargos.
Curiosamente, el gobernador no mencionó el cambio en su cuenta de las redes sociales. Por otra parte, tendría previsto hacer movimientos en por lo menos otras tres dependencias, aunque por otros motivos.
El proceso sucesorio en la UV
Por fortuna, el relevo en la rectoría de la Universidad Veracruzana no se trata de una elección política sino de una designación y no por voluntad de una sola persona sino de un cuerpo colegiado con prestigio.
Dentro de dos meses cumplirá su segundo periodo al frente de la casa de estudios la doctora Sara Ladrón de Guevara, la primera mujer que llegó al honroso cargo y que, según mi punto de vista, no ha defraudado.
En mayo pasado anduve por el edificio de la Rectoría. Ahí escuché de funcionarios que ante la inminencia del término de su mandato la rectora los reunió y fue muy clara con ellos: para nada iba intentar meterse en el proceso sucesorio, aunque si alguien tenía interés en participar estaba en todo su derecho, pero a título personal.
Creo que ella mejor que nadie sabe que a diferencia de los relevos políticos donde se deciden candidaturas y se influye desde el poder para hacerlas ganar, en el caso de la UV no cuenta nada de eso.
Cuestión de recordar que en 2013 se daba como favorito, incluso algunos daban por hecho que era irreversible su designación, al entonces secretario académico Porfirio Carrillo Castilla, de quien se decía que tenía todo el apoyo del rector saliente Raúl Arias Lovillo.
Sara Ladrón de Guevara, para sorpresa de todos, fue la designada. Sorprendió porque era de quien menos se había hablado. Siempre se comportó en forma discreta y más que en los medios se promovió entre la comunidad universitaria, en los campus de todo el Estado e hizo valer ante los integrantes de la Junta de Gobierno su sólida formación académica, su programa de trabajo y su conocimiento de lo que era la universidad.
De entre tantos aspirantes, solo cuatro, con ella, llegaron a la final: Manlio Fabio Cazarín León, Francisco Monfort Guillén y Leticia Rodríguez Audirac.
En 2017 fue la única vez, desde que la UV es autónoma, que un gobernador intento imponer al rector: Javier Duarte de Ochoa a Víctor Arredondo Álvarez, para un tercer periodo, para lo cual abrió la cartera del gobierno y habilitó a un funcionario de la SEV a fin de que se entrevistara con quienes iban a decidir y los sobornara (no se puede usar otro término) al precio que fuera para lograr su propósito. Quienes tenían conocimiento del trastupije me comentaron que al menos dos dijeron que sí, pero los otros seis se negaron, en forma rotunda, a ceder. Y nuevamente optaron por la doctora Ladrón de Guevara.
Era obvio que Duarte quería un rector a modo y no a ella porque como nunca antes había reafirmado la autonomía de la UV encabezando dos marchas, una en marzo y otra en mayo de 2016, reclamándole la entrega de recursos que por ley le correspondían a la casa de estudios, algo que la significa en la historia de la universidad pública en Veracruz.
Ahora, de nuevo, un numeroso grupo de personas aspira al máximo cargo, por fortuna algunas de muy alto nivel, con todos los merecimientos, aunque no faltan algunos con claras muestras de oportunismo, como un señor de nombre Roberto Ruiz Saldaña, quien se apuntó pese a estar alejado de la comunidad universitaria y de la vida de la UV.
Esta persona es consejero electoral en el INE desde 2014, tiene a su cargo la organización electoral para la consulta popular que se realizará el 1 de agosto para preguntarle a la población si quiere que se enjuicie a expresidentes, está totalmente alejado de la comunidad universitaria y además ha declarado que como aspirante no se separará de sus funciones de consejero. O sea, quiere llegar a ser rector desde la Ciudad de México.
En ocho días deberá publicarse la convocatoria respectiva y a la fecha dos mujeres han alzado la mano: Rocío Ojeda Callado, quien ya lo intentó una vez, y Ana Beatriz Lira Rocas quien, porque la conozco y sé sus cualidades (en realidad conozco a las dos), seguramente estará en la terna o en el grupo final.
A mediados de mayo pasado, coincidimos en un café con Ana Beatriz. Aprovechamos para platicar sobre la casa de estudios. Es una mujer muy preparada, muy calificada, según yo con las cualidades y los arrestos necesarios para una alta responsabilidad como la que implica dirigir la Universidad Veracruzana. Me adelantó que se inscribiría para buscar al cargo y me invitó a la presentación de su proyecto de trabajo, que tuvo lugar el 27 de ese mes.
Hace cuatro años conocí al doctor Jorge Manzo Denes, cuando intentó por primera vez ocupar la rectoría. Recientemente platiqué también con otro aspirante, el doctor José Luis Cuevas Gayosso, quien me platicó con detalles sobre los ejes estratégicos de su programa de trabajo, e igual me invitó a estar, vía zoom, en el anuncio de su intención de participar en el proceso sucesorio y a la presentación de su programa.
La impresión que me dejan Ana Beatriz, Manzo y Cuevas Gayosso es que tienen muy definido lo que quieren para la casa de estudios, esto es, que conocen la institución, que tienen merecimientos académicos, que no llegarían a improvisar y que saben bien la importancia del contacto y la identificación con la comunidad estudiantil.
Escucho y he leído sobre otros aspirantes, todos varones. A algunos solo los conozco de nombre y a otros de vista. Compañeros académicos dan las mejores referencias de ellos (seguramente porque los conocen), pero por encima de quienes conozco y de quienes conocen a los demás, los finalistas y quien llegue deberá convencer a los miembros de la Junta de Gobierno, lo que en mi caso y como académico de la UV, ese organismo colegiado me da la mejor garantía de que designarán al mejor, hombre o mujer, sin permitir la injerencia de nadie del gobierno, menos del INE, como debe de ser.
Estiman tercera ola de Covid-19 para septiembre
No hay que aflojar el paso. El Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington estimó ayer que México podría experimentar una tercera ola de Covid-19 en septiembre, se informó en el portal Sin Embargo.
La institución dijo que el número de decesos se mantendría estable por ahora pero que se empezaría a incrementar a finales de agosto hasta 388 por día y que para mediados de septiembre se dispararía hasta mil 043 diarios. Preocupante.