En México existe una fórmula bastante desgastada de hacer política, pese al paso de los años, los espectaculares electorales, los discursos y las promesas siguen siendo las mismas. Quizás porque la población sigue en las mismas condiciones y sus necesidades lejos de disminuir han aumentado es que esta fórmula funciona tanto.
La base está en la pobreza, en 2018 poco menos de la mitad de la población se encontraba en condiciones de pobreza, al 2021 en medio de la pandemia y después de que la población ya sufre los estragos de la misma, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) apunta a que el número de pobres abarca el 56.7% de la población. Con estos números es innegable que los principales votantes a los cuales hay que llegar están ahí.
Sin embargo, en la fórmula electoral también hay que considerar alianzas con quienes pueden ser grandes patrocinadores, con figuras clave que se encuentran en instituciones y empresas, pues estos pueden aportar control sobre otro sector ubicado en una clase media y también grandes recursos en periodos de campaña.
Aunado a lo anterior cualquier fórmula electoral en nuestro país incluye investigaciones profundas, asesores que sepan guiar los ataques a los contrincantes y preparar una buena defensa, pues en nuestro país algo indiscutible es lo turbio de cada uno de sus partidos, hasta el momento ninguno se salva, porque todos tienen su raíz en un mismo mal que se ha segmentado para poder responder al crecimiento de los intereses personales.
Lo que el actual candidato a gobernador en Nuevo León ha tenido a bien llamar la “vieja política” es lo que hemos visto aplicado durante todo el proceso de campañas electorales, incluso el joven contendiente ha retomado las ya conocidas estrategias, pero trasladándolas a un ámbito digital para mayor expansión.
En cuanto a las propuestas lo novedoso llegó en aprovechar un creciente sentimiento de hartazgo, sin embargo, esta intensidad se incrementó cuando las promesas de nueva cuenta no se cumplieron y ahora ese hartazgo puede jugar en contra del partido con actual mayoría en el poder. De ahí el fallido intento de partidos añejos queriendo evidenciar ineptitud, las reiteradas promesas de un cambio que llega sólo en color, pero nunca en la acción.
¿Dónde encontramos algo distinto? En las minorías, en las candidaturas independientes, que desgraciadamente en estos comicios electorales pasan a segundo plano por la necesidad de un voto útil, aunque estas propuestas pueden sumarse a los planes de trabajo de quienes terminen obteniendo el poder. Para ello es indispensable que como ciudadanos participemos. De nada sirve vociferar sobre la falta de soluciones.
Hablar desde el hartazgo es necesario, pero es indispensable actuar. Acudir este 6 de junio a las casillas correspondientes, emitir un voto y hacerlo preferentemente por candidatos con posibilidades de ganar y cuyas propuestas nos convenzan. Como ciudadanos antes de culpar a los gobiernos tenemos que ser responsables en cada proceso de elección. Cada voto cuenta y si añoramos un país donde se respete la democracia, cuidemos de ella. Si esperamos acciones diferentes comencemos por tomar la iniciativa de hacer nuevas propuestas ciudadanas y romper el esquema de criticar sin participar. ¡Vota por quien quieras pero vota!