¡Fuerza Latinoamérica!

En 1815 Simón Bolívar veía en Latinoamérica una nación, añoraba que esta fuera la más grande de todas, principalmente por la libertad de su gente, pues poco a poco logró la independencia de Colombia, Panamá, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Perú. La libertad era el bien más preciado para él porque veía en la gente de estos lugares el potencial de aprovechar cada uno de los vastos recursos que ofrece Latinoamérica. Sin embargo, con el tiempo Latinoamérica fue independiente de otras naciones, pero no de ideologías.

Latinoamérica está sufriendo, lo sabemos desde antaño, no es algo reciente. A lo largo de la historia hemos vivido momentos desgarradores. Hemos sido oprimidos y explotados por otras naciones, reprimidos por nuestros gobiernos e incluso nos hemos enfrentado entre naciones vulnerables. Nos reconocemos como propios de nuestros respectivos países, pero poco entendemos de los antecedentes que nos unen como latinoamericanos.

El primer punto de partida debería ser la creciente necesidad económica pese a la abundancia de recursos naturales, los esfuerzos de las naciones por erradicar la pobreza emulando modelos de las primeras potencias, aunque nuestra situación no sea necesariamente igual. En el afán de desarrollarnos comenzamos a olvidar parte de nuestras raíces y sólo cuando los externos le otorgan la categorización de algo indispensable, interesante o atractivo es cuando con un aire de superioridad nos hacemos los preocupados de nuestros orígenes culturales.

Todo lo anterior es medular para entender nuestro presente, porque las aspiraciones del norte nos llevaron a olvidar cómo funciona el centro y el sur, olvidamos la importancia de nuestra libertad y delegamos las decisiones en quien nos ofreciera un mejor sueño. Al principio parecía funcionar, mientras las obras prosperaran y parte de los discursos se cumplieran pocos fueron los que cuestionaban más de lo que había detrás.

Pero llegó la era de lo digital, una era en la que el mundo aún sin quererlo estaba conectado, una era en la que la libertad de nueva cuenta cobró fuerza al tiempo que para otros se tornaba en amenaza. Cuestionar las decisiones de los gobiernos rara vez es agradable para quienes están al frente, sin embargo, funciona de maravilla cuando se hace eco de todo lo ocurrido, porque ahora todo el mundo observa y todo el mundo escucha, aunque no todo les importe.

Hoy hemos visto que de nada sirve ignorar las grietas, que es necesario atender las pequeñas alertas, porque de lo contrario de ahí surgen las tragedias. Hoy el llamado de auxilio proviene de forma directa de dos naciones, las cuales exigen visibilizar las consecuencias de la omisión y las malas decisiones. Lo ocurrido en ambos países nos habla de cómo nos mantenemos a flote gracias a la empatía y solidaridad. En estos momentos las autoridades ofrecen explicaciones, prometen justicia, pero las calles se mueven gracias a la buena voluntad de los que piensan más allá de sí.

En México más de 26 personas perdieron la vida en algo que anunciaba desde antaño irregularidad y suplicaba por atención inmediata, la atención llegó, pero de forma tardía después de familias con sueños truncos y empañadas de tragedia. El dolor también se hizo presente en Colombia donde es necesario visibilizar la violencia y represión que enfrenta un pueblo inconforme. Hoy ambos países claman por ayuda, la piden como un acto de humanidad, porque les ha fallado quienes prometieron velar por sus anhelos, sin necesariamente ser responsables directos de las acciones de sus subordinados, son igualmente culpables por no atender a tiempo las alertas.

Son responsables por no escuchar a quienes prometieron servir, pero sobre todo somos responsables como ciudadanos, por no exigir lo que por derecho nos corresponde: un trato digno, igualitario y la libertad. Hoy en medio del dolor necesitamos ser fuertes, porque de las decisiones que tomemos ante los sucesos de hoy dependerá construir los sueños del mañana. Hoy el dolor inunda a dos naciones, pero la historia nos ha mostrado que la situación suele ser similar en múltiples puntos de América Latina. Por ello hoy sus naciones añoran fuerza, justicia e igualdad.

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