Consentimiento es una palabra que últimamente escuchamos con frecuencia, creemos entender su significado, pero en realidad como sociedad aún distamos mucho de comprenderlo. En el diccionario de la RAE esta palabra va relacionada con conformidad y voluntad. En la realidad el consentimiento poco se aplica en determinadas situaciones, especialmente cuando la persona encargada de otorgarlo se encuentra vulnerable.
Lo anterior se refleja perfectamente en la producción cinematográfica: “Hermosa venganza” de la directora Emerald Fennell, que actualmente cuenta con 5 nominaciones al Óscar. El filme retrata a la perfección actos de violencia y agresión sexual, lo hace desde un punto común donde los malos son personajes ordinarios, por ejemplo, un respetado doctor, reconocido por la sociedad y a punto de contraer nupcias. Los villanos de esta historia también son mártires de sus propias acciones y no entienden cuán vil es su comportamiento hasta que no viven una experiencia cercana que puede cambiar su idea de una vida en estabilidad.
En el filme protagonizado por Carey Mulligan vemos de cerca el sufrimiento y declive de alguien cercana a una víctima de abuso sexual. Que, si bien no sufrió de forma directa el abuso, sí reconoce un acto atroz en la historia de su mejor amiga, quien quizás se quitó la vida al no ser capaz de enfrentar los señalamientos sociales y la falta de apoyo del resto de miembros de su entorno. Y mientras transcurren los minutos de la producción los espectadores pueden comprender que más de un acto de los mostrados en pantalla no nos son ajenos.
La actividad favorita de la protagonista de hermosa venganza es fingir a detalle ser una presa ideal para cualquier cazador. Acude a espacios recreativos aparentando estar sola y casi inconsciente, ante lo anterior siempre se hace presente alguien cuya supuesta intención es ayudar a la mujer indefensa e incapaz de moverse. La realidad es que los sujetos que se le acercan pretenden tener sexo con ella aún contra su voluntad. Por lo que la protagonista hace evidente su sobriedad e intensión de desenmascararlos. Lo cual asusta a los sujetos.
Sin embargo, el punto más crucial es cuando como espectadores identificamos patrones comunes de conducta, eventos en los que en lugar de escuchar a la víctima se le juzga por su entorno o estilo de vida, de repente Carey en su personaje siente la necesidad de vengar a su amiga y demostrar a todos los involucrados la gravedad del asunto, hay quienes con el transcurrir de los años entienden que la falta de escucha fue un grave error, otros requieren pasar por un calvario semejante para comprender que la culpa nunca es de la víctima, es del agresor.
Lo que en un principio muchos juzgaron como un juego de niños, un acto de borrachera, algo que ocurría de manera común y frecuente en las fiestas, ahora es su mayor amenaza y puede destruir todo lo que han construido en la vida. Al final la historia tiene el final menos esperado, demuestra que la justicia nunca llega de forma sencilla y que nadie quiere admitir que los actos más simples de omisión, la falta de escucha y los señalamientos, pueden acabar con la vida y el futuro de cualquier persona.
Desgraciadamente la realidad supera a la ficción, en México sólo 5 de cada 100 denuncias por abuso sexual llegan a terminar en sentencia. Los señalados de agresores que gozan de poder y posición social terminan impunes e incluso los medios de comunicación se encargan de descalificar a las víctimas. En la actualidad las nuevas generaciones van visualizando la importancia del consentimiento, pero aún permea una cultura de desigualdad en la que el alcohol puede justificar el comportamiento de un hombre, pero ser la causa de desprestigio cuando se trata de una mujer.
Estas historias tienen la intención de sacudir al espectador e invitar a la reflexión, al entendimiento de nuestras acciones cotidianas, para asumir la responsabilidad de nuestros actos, entender que todos podemos aportar a la construcción de un entorno más equitativo y comenzar a evitar que se normalice el abuso, que dejemos de ignorar que el sistema le ha fallado a infinidad de víctimas, culpabilizándoles en vez de brindar la protección y apoyo necesario.