Inicio ColumnasPor la verdad y la confianza 8 de marzo 2021: ¿Quién nos robo el feminismo de igualdad?

8 de marzo 2021: ¿Quién nos robo el feminismo de igualdad?

by Zaida Alicia Lladó Castillo

A mediados de década de los 90s, conocí el libro de la investigadora y filósofa Californiana Cristina Hoff Summers, denominado; ¿Who Stole Feminism?[1] (quien robó el feminismo) y lo leí con atención porque eran los años en que me iniciaba como dirigente en las organizaciones de mujeres-a nivel estatal y posteriormente lo haría a nivel nacional—y era necesario tener mayor conocimiento sobre estos temas. Y para mejor orientarme, me puse a estudiar seriamente analizándolo a través de dos enfoques básicos:  a) el académico-que no me costó trabajo pues siempre he sido y sigo siendo por formación, práctica y convicción, académica-, y b) el enfoque colectivo, que recoge la visión popular y la forma en que se percibe el tema de acuerdo con la cultura y contexto de la sociedad.

Luego entonces, desde el primer enfoque, me permití revisar desde diferentes perspectivas teóricas la historia y motivaciones de las mujeres en el mundo, en su lucha por eliminar los sistemas de opresión históricas que limitaron su avance por siglos, así como su esfuerzo por alcanzar mejores condiciones sociales, económicas y políticas hasta nuestros días. Y ello fue fascinante pues me permitió identificar desde el punto de vista del comportamiento humano-individual y social-, el esfuerzo de éstas por salvar obstáculos- principalmente culturales-para ser reconocidas en sus capacidades y que había de continuarse, para lograr que algún día la sociedad y el Estado vieran, a hombres y mujeres, en el mismo plano de igualdad de oportunidades y de trato.

Al revisar también el tema, desde el enfoque colectivo-popular, es decir en el lenguaje coloquial que adoptan las feministas- que sin ser algunas muy estudiosas del tema- han apoyado las causas y se han involucrado en los movimientos sociales desde la década de los 90s y en el nuevo siglo, pude distinguir la forma en que fueron evolucionando estos movimientos y, detecté los sesgos o cambios que se venían adoptando en las formas de participación, el discurso y las estrategias para la consecución de demandas. Y en todo ello empecé a percibir la deformación de la perspectiva de la lucha de causas que dio forma al feminismo de igualdad-que fue el origen-por la perspectiva de género con una orientación muy diferente. En la perspectiva de género, en su orientación radical, la parte predominante del discurso era la igualdad, pero lográndola de manera brusca, a través de la confrontación con los varones-viéndolos como enemigos a vencer-, haciendo uso y abuso de la visión “victimizada” de la mujer. Y de ahí se afianzaron muchas mujeres para lograr ya no la igualdad, si no la ventaja de éstas sobre los otros y otras.

Y esto lo confirmé en el año 1995, en la Trienal Mundial de Mujeres Universitarias celebrada en Yokohama, Japón, en la que las profesionistas que ahí asistimos adoptamos una posición objetiva del tema del feminismo, no así sucedió en la Cuarta Conferencia Internacional de la Mujer de Beijing, China, evento que se celebró en los siguientes días, y, que en  base a los testimonios de las asistentes, en la cumbre de China se provocó un cambio en la percepción de los temas en el que predominó la visión de las feministas radicales, que llegaron a esa Cumbre para imponer su discurso y sus posiciones. Por ejemplo:

  1. a) Cambiaron el concepto de “feminismo de “equidad e igualdad” por “feminismo de género”. Aduciendo que la simbolización cultural construida a partir de la diferencia sexual regía el orden humano y dado que ello se manifestaba en la vida social, política y económica, había que incentivar un cambio en la conceptualización. Es decir, de súbito un grupúsculo de “ilustradas” en Pekín, sustituyeron al concepto de, “hombre y mujer o masculino y femenino” y todo el sentido de la concepción del ser humano dotado por la naturaleza misma, por el concepto “género” para concebir sólo la perspectiva cultural de la feminidad y no la de la que dota la naturaleza. Y desde entonces me preguntaba ¿Con qué derecho? ¿Por qué hacerlo sin tomar en cuenta a las mujeres que comulgan con otras concepciones tradicionales, que han sido de siempre válidas en la cultura de muchos países, particularmente de nuestro país? Luego entonces en adelante, en función de esa perspectiva, las mujeres tendrían que aceptar esa visión sesgada, que se imponía -en función de los acuerdos -para ser atendido en las políticas públicas de los países.
  2. b) La libre disposición del cuerpo. Que hizo surgir la diferenciación entre la explicación científica y moral de lo biológico, con la cultural, que vino a definir la disociación entre sexualidad y género. Lo cual no merecía discusión, porque es claro que la sexualidad es con lo que se nace y el género, un concepto que se define con la cultura. Sin embargo, en el fondo estaba la pretensión de encausar a las mujeres para hacer uso de su libertad de decisión hacia dos orientaciones: “que quieres ser”, y “no necesariamente procrear”, lo cual es válido en términos del respeto a la capacidad de elección de cada una, pero no para establecerlo como precepto. La realidad es que esto se prestó en las siguientes décadas, como una forma de manipulación para convencer a las mujeres que podían vivir prescindiendo del hombre si así lo decidían, además de no ser indispensable para su realización el aspecto de la procreación, -que es válido insisto, si la mujer así lo decide-, pero que no se puede generalizar para todas las féminas, porque existe una gran mayoría que cree en la maternidad como función natural, que la defienden y por ningún concepto consideran prescindir de ella y menos la toman como un comportamiento de sumisión frente al varón.

 

c)El concepto de empoderamiento. Que fue implementado originalmente y de manera correcta para señalar la oportunidad de las mujeres de reconocerse en el valor de sus capacidades, para dar paso a mujeres más seguras y con capacidad de decisión, pero que, llevado al lenguaje del feminismo radical, el riesgo era que se interpretara el término para competir contra el varón o -en caso extremo-establecer estilos de dominación sobre él, dando pie a otros problemas en la actualidad. La deformación del concepto se dio y de súbito cambió el empoderamiento por el de “victimización”. Es decir, desde esta perspectiva las mujeres -todas-son sufridas, oprimidas, y minimizadas, cuando que en la realidad eso era una verdad parcial. Aceptar ello, era no reconocer los logros que se han obtenido por décadas en materia legislativa, educativa, social y política para ellas y, no aceptar que muchas mujeres han logrado ser más seguras y con ello logrado ocupar una mejor posición en el contexto de la familia y la sociedad.

 

d)La visión de destrucción de las instituciones. Esta fue una forma de imponer la visión marxista de eliminación de la “clase dominante” que permeó ancestralmente  las estructuras o instituciones políticas y sociales: escuela, religión, familia, partidos, sociedad, pretendiendo en el fondo erradicar o trasformar en primer término, las normas y costumbres que se imponen desde la familia, la dependencia de finalidades religiosas, y de todo aquello que impusiera la sociedad como costumbre., Lo cual es válido porque por ello se luchó por décadas para eliminar todas esas formas de opresión que impedían el desarrollo de las mismas. Pero ello no debe confundirse con la visión tradicional de muchas mujeres que aman las tradiciones familiares, que comulgan con alguna religión y se esfuerzan y logran, día a día, la armonía y el respeto en la convivencia entre hombre-mujer-familia-sociedad.

Y observando que todo esto creció y se deformó con los años, empecé a darle la razón a Cristina Hoff Summers, de lo que ella defendía desde el año 1995 en su libro: ¿Quién nos robó el feminismo?, porque prácticamente hizo un retrato, desde entonces, de lo que podría suceder en las siguientes décadas. Para ello me permito transcribir algunos párrafos de la entrevista que se le hizo a la autora en el año 2009, 14 años después de que escribiera aquel documento.

“En gran medida, el feminismo ha triunfado en Occidente, aunque subsisten discriminaciones, el progreso ha sido enorme. Sin embargo, en el movimiento feminista convencional –(hoy)-abunda el tono catastrofista trufado de ideología de género”. [2]Por eso, “propongo cambios para que el feminismo deje de ser un cenáculo dominado por mujeres radicales y se abra a las aspiraciones reales de la mayoría de estas”.

Igualmente menciona: “no es mi intención alentarles a condenar aquel feminismo clásico que consiguió para las mujeres el derecho al voto, la igualdad de oportunidades en la educación y muchas otras libertades. Soy una defensora apasionada de ese estilo de feminismo, que denomino feminismo de igualdad. Este feminismo quiere para la mujer lo que quiere para todos: un trato justo, respeto, dignidad. Promueve la armonía y la buena voluntad entre los sexos y puede contribuir a que en el mundo haya más cordura, felicidad y ética”

“las mayores batallas pendientes del feminismo de la igualdad en el siglo XXI no están aquí, sino en países donde las mujeres están siendo realmente oprimidas. Hay muchos lugares del mundo especialmente en Medio Oriente y África, donde las mujeres no han conocido aun la brisa de la libertad, mucho menos dos grandes olas de liberación. Creo que la liberación de la mujer en los países en vías de desarrollo será la principal lucha por los derechos de nuestro tiempo”, (Hoff Summer C., 2009)

Por eso cuando observo hoy la actuación de las feministas radicales en el presente, que toman las calles para dañar patrimonios culturales, para demostrar poder generando más violencia, etc., -tengan o no la razón- les doy el beneficio de la duda pensando que les mueven ideales, pero no coincido en la forma de obtener los logros, ni creo en el cambio del discurso que avasalla en lugar del discurso inteligente que convence. En lo que sí creo, es en la exigencia social frente al Estado cuando no cumple con su deber, pero creo más en los causes institucionales y en el estado de derecho para hacerlo valer frente a la injusticia y la discriminación.

Los nuevos enfoques hoy obligan a aceptar que no hay un solo “feminismo”, sino que hay diferentes “feminismos” y diferentes “géneros”, en plural, que hacen la diferencia entre la forma de pensar de las mujeres de corte liberal con las de corte tradicional y de la existencia de otras identidades y posiciones. Todas válidas y respetables. Luego entonces, dichos conceptos al ampliarse obligan a pugnar por la cultura del respeto mutuo entre todos los que conformamos una sociedad, viéndonos como aliados en las causas que nos duelen y, que nos deben llevar a unirnos para lograr superarlas y no para vernos como enemigos a vencer.

Gracias y hasta la próxima.

 

 

[1] Christina Hoff Sommers (1994). Who Stole Feminism? How Women Have Betrayed Women. Simon and Schuster. ISBN 9780684801568.

 

[2] http://biblio.upmx.mx/Estudios/Documentos/violenciamujer026.asp

 

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