Se ha ido el 2020, para muchos un tiempo que no debe contar en sus vidas, quizás por haberse requerido que permaneciéramos en casa, no salir, no viajar, no convivir en festejos sin la sana distancia, y más prohibiciones sugeridas, debido a la pandemia que, como cosa de infortunio tuvimos que padecer.
Viene a mi memoria la frase de Alejandro Dumas: “El infortunio es necesario también para descubrir ciertas minas misteriosas ocultas en la inteligencia humana” que sería discorde a quienes dijeron que había sido un tiempo perdido, pues pudo aprovecharse en infinidad de cosas el tiempo permanecido en casa, en el que pudimos haber cambiado la convivencia con los amigos para el estudio y capacitación.
Séneca indicaba que: “No hay desgracia a la que le falte remedio” pues toda desgracia tiene solución, y “No sirven de nada las desgracias a aquel que no aprenda en ellas”.
Cuando mi madre que en paz descanse, me veía de holgazán me recriminaba: “El tiempo perdido los ángeles lo lloran”.
Inobjetable que, las pérdidas de muchos seres queridos se sufrieron, y por ello quisiéramos no hubiera sido así, pero para los que somos creyentes recordemos cuando Jesús le dijo al Padre “si es posible pasa de mi esta copa”, pero aceptando su condición agregó: “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, así con aquellas personas que tanto amábamos y que, a consideración nuestra, merecían vivir más tiempo, debemos aceptar los designios de Dios. Recordando también una frase de Ventura Ruiz Aguilera “La desgracia es capaz de abrir los ojos hasta a los ciegos; es una maestra que sabe mucho, y una amiga que no engaña, como la felicidad.” Para cualquier persona con capacidad de aceptar las adversidades, estaremos convencidos que nos devuelven a la realidad con todo y que, los sufrimientos y el desconsuelo son necesarios para instruirse de ellos.
Pero si valoramos todo lo anterior, estaremos agradecidos primeramente en tener vida y la consciencia de haberlo comprendido, que, si a muchos, se les negó la posibilidad de existir, no obstante su capacidad, productividad y servicios hacia los demás; en mi caso agradezco la oportunidad que se me brinda en este 2021 que, mi tiempo vivido los ángeles no lo lloren, de contar con salud, familia, amigos, libertad, de tener un hogar, tener mis alimentos, que pueda reír y apreciar la sencillez de ver las cosas que me ligeren más la vida, y lo más importante, que pueda amar y estar dispuesto a recibir el amor que se me entrega.
Agradezco la experiencia recibida en el 2020 y la llegada de 2021 como la herramienta para despertar todo potencial y que, conectando el agradecimiento con mi ser, aparecen las oportunidades de analizar, que la vida humana es la más alta expresión de valor que la vida tiene, lo que justifica, no obstante, mi edad, considerar qué capacidades tengo aún y puedo tener, si empiezo a descubrir quizás otras.
Si ya he valorado mi vida, consciente soy que solo con disciplina podré lograr mis anhelos y objetivos, pues con ella se pueden controlar impulsos y es la esencial para alcanzar todo tipo de metas, siendo además una particularidad de las gentes responsables, que motiva para desarrollar talentos y habilidades; con ella se puede cuidar la mente y el alma, mantiene la auto estima, controla las emociones y hace a la persona cada vez más responsable.
Mi agradecimiento a Dios por haberme permitido transitar por un 2020 en donde lo que se pudiera considerar como desventura y tragedia, su tiempo se aprovechó y me dio experiencia; llegar a pisar tierra firme en lo que se conoce como año 2021, donde no haré más promesas que valorar y agradecer lo que se me regala en bandeja de oro que es la vida y darle a ella la disciplina apropiada para considerarme merecedor y bendecido por la oportunidad de poder existir. Un Feliz año 2021 a todos y Dios nos colme de bendiciones haciéndonos más humanos agradecidos de esta inmensa riqueza de la vida.