La disciplina que impone un hábito político, la ventaja de no tener un árbitro electoral tendencioso y parcial hace posible que el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aceptara su derrota y abriera las puertas de la transición pacífica en el mando de su país.
Hubo manifestaciones a favor de Trump en el dilema de la duda sobre un fraude electoral, con gente armada que a nosotros nos impresiona porque en México no pueden portarse armas sin permiso de la Sedena, pero allá cualquiera puede hacerlo.
La actitud de Trump de no reconocer el triunfo de Biden le creó, dentro el propio Partido Republicano, ciertas enemistades, porque hay quienes ponderan la disciplina al triunfo. Así, Carl Bernstein, cuyas investigaciones de Watergate, obligaron a Richard Nixon a renunciar, publicó una lista con los nombres de 21 senadores republicanos que “en reiteradas ocasiones expresaron desdén” por Donald Trump.
Trump dio instrucciones a su equipo de colaboradores para realizar la transición administrativa y concretar los respectivos protocolos. Bien se dice en el vecino país del norte que la victoria es legítima hasta que el contrincante acepta la derrota, y esto ya sucedió.
La consigna de los medios manejados desde muy lejos por los hilos que mueven las grandes cadenas de información era afirmar que no había pruebas del fraude. En México conocemos esa afirmación desde hace mucho tiempo. Pero aquí cuando hay pruebas las queman. Recordemos aquella instrucción de Diego Fernández de Cevallos de quemar las boletas electorales luego del supuesto triunfo de Carlos Salinas de Gortari.
Los fraudes se realizan confiando en que no habrá pruebas y se planean con años de anterioridad. Es un delito que suele quedar impune, por lo menos en México.
Hay certificaciones de la victoria de Joe Biden en Estados Unidos en varios estados de la Unión y esto fue suficiente para que Trump se resignara a dejar la Casa Blanca. Ordenó además que el triunfador puede acceder a los recursos postelectorales para iniciar la transición con toda tranquilidad.
La paz social debe estar por sobre toda política e ideología, pero no se debe permitir que con el chantaje de la paz social se vulnere la legalidad. Y todo hace suponer que en Estados Unidos hay conformidad de ambas partes sobre el triunfo de Biden, a grado tal que ha empezado a designar a las personas que integrarán su gabinete. Anunció en días pasados el presidente electo del vecino país del norte que eligió al cubano-estadounidense Alejandro Mayorkas, nacido en La Habana, para dirigir el Departamento de Seguridad Interior, el primer latino e inmigrante nominado para ese cargo. El estilo de gobernar de Biden se va perfilando.
Lo importante es que camine la democracia de Estados Unidos que, a pesar de autodenominarse una democracia ejemplar, mostró al mundo que tiene muchos defectos y que ha dejado de ser el país más poderosos del mundo. Ahora tiene que compartir ese crédito con Rusia y China. PEGA Y CORRE. – Mientras Felipe Calderón y su esposa Margarita quieren un cargo de elección popular para buscar la impunidad a través del fuero. Un juez federal vinculó a proceso a dos exfuncionarios del IMSS por los delitos de lesiones y homicidio culposo al considerar que incumplieron con normas y lineamientos que ocasionaron el incendio en la Guardería ABC en 2009, cuya concesión tenía una prima de Margarita… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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