Desde que comenzó la administración de Andrés Manuel López Obrador y los varios medios informativos consentidos de los sexenios anteriores vieron que no tendrían los mismos privilegios han respondido con una ferocidad extrema. Es comprensible si las sumas que han dejado de recibir como empresas o como individuos son considerables.
El golpeteo de esos medios se ha adherido a la oposición que califica de “comunista” a un gobierno que hace pagar sus impuestos a los empresarios y a los individuos. La democracia que teníamos no era, como dice Krauze, sin adjetivos sino que tenía muchos no publicables.
Cuando las razones ideológicas se apoyan en hechos y de ahí proviene el rechazo estamos hablando de una oposición razonada y por lo tanto respetable por más que haya desacuerdo, pero cuando la oposición se produce única y exclusivamente porque los usos y costumbres de la política mexicana que tanto han sangrado las arcas públicas del país ya no le favorecen a alguien es vergonzante.
En el año 2000 se lanzó la campaña para que la ciudadanía tramitara su Clave Única de Registro de Población (CURP). Muchos se preguntarán por qué la importancia de esa clave si tenemos una identificación oficial con la credencial para votar del INE. La razón es hacendaria, los números del RFC son insuficientes, en cambio los 18 dígitos de la CURP son más eficientes. Por lo visto eso no bastó para que grandes contribuyentes hicieran caso omiso de sus obligaciones fiscales.
Como se trata de un registro de población lo manejó la Secretaría de Gobernación y así sigue siendo, lo mismo que la campaña de lanzamiento. En ese tiempo, me tocó estar a cargo de plan de medios de la CURP que era nacional. Me basé en los tirajes de los diarios y revistas para organizar el plan de medios. Claro que me visitaban los encargados de publicidad de muchas publicaciones que con ese criterio no tendrían ninguna oportunidad, pues los recursos eran limitados. La revista Nexos quedó fuera del plan. Como en la revista veían ya la publicidad en otros medios y a ellos no se les llamaba (ojo: las instituciones de gobierno parecían tener que pedirles el favor de que insertaran su publicidad), en una entrevista televisiva en la que coincidieron Héctor Aguilar Camín y el entonces secretario de Gobernación del primer gobierno panista, Santiago Creel, aquel se quejó de que no se le estaba dando publicidad de la CURP.
La orden llegó de inmediato desde “arriba”: Nexos debía tener inserciones publicitarias. Nadie preguntó por qué no se había incluido ni mucho menos. ¿Tiraje y número de lectores? Por favor, esas son minucias que no importan a nadie y menos si se trata de dinero público. Y Nexos tuvo su publicidad.
La opacidad con que históricamente se ha otorgado la publicidad gubernamental hizo que las asignaciones se dieran por amiguismo. Sin duda, hay publicaciones que merecen apoyo aunque su tiraje no sea alto, sólo por el valor de su contenido, pero si no tenía publicidad y tampoco buenos nexos en la Unión de Voceadores, en ese lugar recibían las publicaciones, generalmente revistas, y sin desatar ni hacerles nada pasaban directamente a la devolución. Eso nos los dijo sin ambages a mi amigo Renward García Medrano y a mí, Enrique Gómez Corchado, el entonces poderoso líder de esa organización. Entre otras, mencionó que era el destino de la revista de Conacyt.
Todas esas prácticas que hacían desmerecer la calidad del periodismo mexicano no le importaban a nadie. Se fueron construyendo durante los gobiernos priistas y se mantuvieron durante los doce años de panismo. ¿Para qué agitar el avispero? Pero ahora las avispas están vueltas locas.
Me parece muy bien que un Tribunal Administrativo haya suspendido las sanciones de la Secretaría de la Función Pública contra la revista Nexos, por una parte demuestra la independencia de los poderes. Algunos pueden argumentar que se trataba de una revancha ya que la infracción era menor. Ahora podrán descartar la conspiración. Lo que sin duda deberá hacer Nexos es buscar su publicidad como lo han hecho todas las publicaciones que han intentado sobrevivir y no con una llamada que más que petición parece orden; es lógico que acudirá a sus aliados, partiendo del dicho aquel de “los enemigos de mi enemigo, son mis amigos”. Veremos cuánto dura la amistad, puede ser que mucho, porque los objetivos son políticos.
Este caso, no obstante, es una buena oportunidad para discutir los criterios de la publicidad gubernamental, pero también los sesgos editoriales por diferencias políticas. Es inadmisible que los medios en su afán de desacreditar a la Secretaría de Salud, y en particular, al subsecretario Hugo López Gatell, pongan en riego a la población con recomendaciones contrarias a las de la autoridad sanitaria. ¿No les basta ver la situación que atraviesan Francia, Italia y Alemania? Circunstancia a la que quizá se sumen otros países. Aquí en México, su entorno informativo da la idea de una ínsula. El virus y su manejo no existen más allá de nuestras fronteras con tal de abonar en el interés político de determinados actores. Aun lo que se hace bien, se encuentra la manera de presentarlo como un error.
Así, ¿cómo? Al menos que los espectadores sepan lo que están consumiendo y lo que los está consumiendo.
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