Hace un par de días el Pleno de la Cámara de Diputados aprobó la extinción de 109 fideicomisos, supuestamente para afrontar la pandemia, y con el pretexto de que existía corrupción en el manejo de dichos fondos. Estamos hablando de cerca de 70 mil millones de pesos que el presidente podrá utilizar de manera discrecional, es decir, es dinero que no se puede vigilar, lo pueden ocupar sin tener que transparentarlo.
Primero cabe aclarar que es cierto que podría haber algunos fideicomisos que sirvieran para ocultar gasto público, no obstante, antes de extinguirlos, el proceso correcto era revisar cuáles fondos tenían un mal uso y perseguirlos, sin necesidad de afectar a aquellos que pudieran tener un buen funcionamiento y, sobre todo, objetivos necesarios.
En lo personal, no me molesta que hayan retirado los fondos para actividades artísticas o deportivas, puesto que, bajo un pensamiento libertario, las artes, así como el deporte u otras disciplinas que requieren de talento, no supondrían una necesidad en la cual gastar impuestos. Sin embargo, sí discrepo en la forma en la que se les retiraron los apoyos, y más aún en el hecho de que el dinero se va al bolsillo común de Obrador y sus secuaces.
Por otro lado, me parece preocupante que hayan retirado los fideicomisos que se destinaban para el fomento y desarrollo de la investigación científica. Tan sólo al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) le extinguieron 91 apoyos, contando los propios del Consejo, más los de los Centros Públicos de Investigación (CPIs). Más preocupante es que hayan retirado el Fondo de Desastres Naturales, los fideicomisos que apoyaban el desarrollo de emprendedores, incluso eliminaron fondos en materia energética…
Más allá del hecho de que se extinguen apoyos necesarios y productivos, el problema es que esto es un claro síntoma de que las finanzas del gobierno van mal y de malas. Al cancelar proyectos multimillonarios, al negar la privatización de servicios y productos, al regalar dinero en los programas clientelares, al ahuyentar la inversión extranjera y al gastar miles de millones de pesos en circos innecesarios como la rifa del avión (que ni fue rifa ni se vendió el avión), el gobierno se está quedando sin dinero.
Hoy fueron por los fideicomisos, pero se los van a acabar pronto, pues es dinero que muy probablemente se dirija a mantener vivos los programas clientelares, a los mega proyectos del gobierno, y al eterno rescate de PEMEX. Después, irán por las Administradoras de Fondo para el Retiro (AFORES), otra afectación directa al bolsillo del contribuyente, y ¿después? Sólo les quedará la reserva del Banco de México. Para cuando lleguemos a este último escenario, será muy tarde para dar marcha atrás, pues tocar las reservas significa, en términos financieros, quiebra, y en términos coloquiales, más pobreza…
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