Represores de cuarta

La paranoia y el ya inocultable autoritarismo que priva en los gobiernos lopezobradoristas han desembocado en actos que no pueden ser llamados de otra manera sino como de abierta persecución contra quien disiente del régimen de la mal llamada “cuarta transformación”.

El viernes de la semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador emprendió una más de sus embestidas en contra de los medios de comunicación y los periodistas que no lo adulan ni justifican sus claros excesos, yerros y abusos, presentando un “estudio” en el que identificó a quienes publican información favorable, desfavorable y supuestamente “neutral” sobre su administración.

El objetivo de hacer público dicho “análisis” –que cualquier oficina de Comunicación Social tendría que contemplar entre sus tareas básicas- fue continuar con la campaña de propaganda negra del presidente en contra de las voces críticas en los medios de comunicación, victimizándose y a la vez azuzando a sus seguidores, bots y trolls para linchar en redes sociales a los periodistas señalados.

Para estas “tareas” de desacreditación que se han vuelto parte fundamental de la agenda presidencial, se desvían gran cantidad de recursos públicos –humanos, técnicos y financieros- que debieran tener mejor aplicación en temas de verdadera relevancia, como la educación, la seguridad o la salud. Pero como en tales áreas lo que en realidad existe es un desastre, un fracaso descomunal, pues mejor distraer la atención hacia los “malvados” periodistas que no le “reconocen” ni son “agradecidos” con el gobierno.

Hay que admitir que la estrategia de denuesto no es dirigida exclusivamente contra el gremio periodístico, sino contra cualquiera que no demuestre “lealtad ciega”. Ese mismo viernes, López Obrador afirmó en el espacio de su conferencia matutina que había “infiltradas” de la “derecha” y el “conservadurismo” en el movimiento feminista para “atacar” a su gobierno. “Tenemos información de lo que les estoy diciendo, pero precisamente por respeto y por dignidad a las mujeres (sic) no nos metemos en este tema”, sostuvo.

Efectivamente, el gobierno federal no abundó sobre ese asunto. El trabajo sucio le fue encargado –con la carga de alevosía y burla que ello significa- a una mujer, la jefa de gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum, quien basándose en lo que “me dijeron” y en publicaciones de redes sociales, incriminó desde su tribuna gubernamental a una ciudadana en una especie de “complot”, la especialidad de la casa de la “4t” para encubrir sus corruptelas e incapacidades.

“Me hicieron llegar información de una mujer de altos recursos económicos y me dijeron ahí quien me habló por teléfono (sic) que estaba financiando directamente al grupo de mujeres que mantiene ocupada la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos”, dijo Sheinbaum en conferencia de prensa, tras de lo cual procedió a revelar la identidad y datos personales de María Beatriz Gasca Acevedo, cuyos “delitos” fueron entregar víveres a las manifestantes, participar como oradora en un acto denominado “antigrita” el pasado 14 de septiembre y ayudar a colocar los cuadros intervenidos y subastados por las feministas en la CNDH.

Fotos, redes y adscripción laboral de Gasca Acevedo fueron expuestas arbitrariamente en un abominable abuso de poder de Sheinbaum, quien para alimentar sus ambiciones políticas –sueña con ser la sucesora de López Obrador y busca agradarlo- no tuvo empacho en aplastar la dignidad de otra mujer, que por esta causa perdió su empleo y ha sido puesta en riesgo por la propia autoridad, que por si fuera poco no comprobó en forma alguna el supuesto “financiamiento” a las feministas que ocupan la sede de la CNDH y que en la “antigrita” del 14 de septiembre pisotearon una piñata de López Obrador, lo cual seguramente causó furor en quien ocupa la habitación principal de Palacio Nacional y se cree la reencarnación de Benito Juárez. Pero más parece la de Benito Mussolini.

Era conocida ya la propensión autoritaria del lopezobradorismo. Solo que ahora se quitaron la máscara “progre” y salieron, rabiosos, a perseguir ciudadanos.

Y mientras este fin de semana fueron asesinadas Alondra en Coahuila, Judith y Sara en Morelos y Jessica en Michoacán, en la Ciudad de México y en Veracruz las manifestaciones feministas de protesta fueron reprimidas violentamente por los gobiernos que juraban que jamás reprimirían a los ciudadanos.

 

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