Candidatos; el cambio de códigos en el vestir

Me pregunto si en nuestra clase política, la local, para ser más concretos, los actores o protagonistas que se alistan para participar en las elecciones de 2021 apuestan por nuevos códigos que aporten diversidad y rechacen seguir los patrones tradicionales.

Me refiero a su modo de vestir, a la imagen que muestran y que proyectan y a la diversidad que adoptarán, si es que lo hacen porque por lo general no les importa, en mucho creo que porque no saben la importancia que tiene y juega la vestimenta como una poderosa herramienta de comunicación no verbal.

El comentario que hago esta vez deriva de una nota que publicó la revista S Moda del diario El País sobre la más reciente aparición de la candidata a la Vicepresidencia de los Estados Unidos, Kamala Harris, haciendo campaña con unos zapatos tenis Converse, otra imagen ajena a la de la formalidad con la que más se le conoce.

El miércoles pasado ella misma publicó un video donde se le ve bajando de un avión, llegando a Milwaukee en su campaña. Viste pantalón de mezclilla azul oscuro (ajustado a su medida), playera negra, blazer azul marino, cubrebocas negro y sus tenis azul marino con suela y cordones blancos modelo Chuck Taylor, en una combinación perfecta que la hace ver informal e incluso juvenil pero sin caer en lo que acá calificamos como una corrientada. Creo que está de sobra decir que es una excelente percha.

Para la revista, “lo último en actualidad, feminismo, moda, tendencias, celebrities, estilos de vida y belleza”, con su elección Kamala prueba que ella funciona como “bisagra” entre el estilo de la vieja política y más tradicional… pero que también ataja distancias con esa nueva generación de políticas listas para cambiar los códigos del estilo del Partido Demócrata”.

Apunta que las nuevas figuras de ese partido apuestan por nuevos códigos que aportan diversidad y rechazan seguir el patrón conservador. “Ahora son unas Converse, las de Harris, las que acortan distancias para el relevo de estilo a la hora de hacer política”.

Marshan McLuhan, “el visionario de la aldea global”, “el profeta de la era digital”, introdujo por primera vez en 1964, en su libro Understanding Media: The Extensions of Man, la frase “el medio es el mensaje”, esto es, que la forma del medio está ligada por si misma con el mensaje, es decir, que hay una relación simbólica por la cual el medio influye en cómo el mensaje es percibido.

En el blog emagister.com Erasmo López García publicó: “Uno de los pilares de la comunicación no verbal es nuestro aspecto, la imagen que proyectamos. Esta viene determinada en gran medida por las prendas y complementos que usamos en cada una de las actividades que realizamos en nuestro día a día. Por tanto, a pesar de la etiqueta de superficialidad que algunas personas se empeñan en otorgar a la vestimenta, lo cierto es que esta es una poderosísima herramienta de comunicación personal y como tal, debemos utilizarla como aliada en la consecución de nuestros objetivos personales y profesionales”.

Volviendo a la aldea local, en el servicio público más de una vez pude comprobar que es efectivo el dicho de que como te ven te tratan; que el medio, ay, también puede ser (y es) un instrumento de discriminación; observé cómo los empleados del Palacio de Gobierno, sin preguntar le abrían la puerta de par en par al hombre que iba vestido muy elegante, encorbatado, perfumado incluso, pero que era un bribón, un pillo de siete suelas, y cómo se la cerraban al hombre modesto pero talentoso, valioso, ejemplar por su conducta, un ciudadano modelo, solo porque vestía en forma sencilla.

Sí, el medio es el mensaje.

Hubo un candidato, un buen candidato, con muchas cualidades positivas, pero que, sigo creyendo, una de sus fallas fue no vestirse adecuadamente para cada circunstancia. Se comportaba serio, callado, formal, muchas veces “acartonado”. Recuerdo que le decían a los suyos que cuando, por ejemplo, fueran al puerto de Veracruz le pusieran una camisa manga corta, con dibujos grandes, “vivos” (palmeras, por ejemplo), colores llamativos, que lo identificaran con esa gente tan alegre, desparpajada, pícara (en el buen sentido), bullanguera que es la del puerto; si era posible que le dieran unas maracas, porque los amigos jarochos me decían que no lo sentían, que lo veían muy serio, muy formal, muy distante. Nunca lo sintieron suyo. No conectó. Perdió.

El gobernador Cuitláhuac García Jiménez ha ido aprendiendo y cambiando mucho; ha adoptado nuevos códigos; dista mucho el Cuitláhuac de sus inicios políticos con el Cuitláhuac gobernador. Chairo, sí, pero con investidura. No podía seguir vistiendo igual, no en un Estado altamente politizado en el que aplican, sin consideración alguna, el dicho de que como te ven te tratan. El respeto a sí mismo y de los demás se lo gana a partir de cómo viste. Y está vistiendo bien.

Hoy, cuando ya se inició la carrera de resistencia que tiene como meta el 6 de junio de 2021, si se tomara como indicio lo que será de los candidatos por la forma en que visten los dirigentes de sus partido, creo que no se podría esperar mucho. Uno que otro rompe de vez en cuando la formalidad, pero todos se comportan como políticos tradicionales, todavía no asoma la Kamala Harris (versiones femenina y masculina) que revolucionará las campañas nuestras.

En los últimos tiempos, el político veracruzano que más supo explotar el camaleonismo en su modo de vestir fue Fidel Herrera Beltrán, incluso cuando se quitaba los zapatos, se arremangaba el pantalón casi hasta las rodillas y caminaba entre las aguas que inundaban los pueblos de Veracruz, a lo que le daba el toque perfecto con la despensa que iba cargando.

(De él se recuerda que cuando era aspirante sorprendía a todos porque –y se convirtió en un chiste muy comentado y gozado– de pronto se aparecía en un velorio en Huayacocotla, o en un bautizo en Chicontepec, o en una boda en Soteapan, o en una fiesta titular en Zongolica, y él mismo era el muerto, el bautizado, el novio o el santo titular, vestido para cada ocasión, pero, en mucho, gracias a eso ganó la gubernatura.)

Qué contraste con el gordo Duarte que una que otra vez quiso dar la imagen de que él también auxiliaba a su pueblo, quiso proyectar una buena imagen y ganarse a los veracruzanos, pero se hacía tomar alguna foto a orilla de algún charquito, lucía blanco como una paloma y no se quitaba los zapatos Ferragamo, lo que lo delataba que era pura pose y puro falsete, y el efecto le resultó contraproducente.

Hay que saber usar el recurso. Kamala está dando una lección. Ante el formalismo del candidato Joe Biden, ella, como su compañera de fórmula, ofrece la imagen de una nueva generación de políticos, que optan por la diversidad y rompen con los códigos tradicionales, esto es, que no le tiene miedo al cambio, comenzando por el de vestir. Va a jalar el voto de muchos afroamericanos y de latinos también por su modo de vestir, de actuar y de decir las cosas.

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