Elegir al titiritero

Todavía no se acallaba el escándalo de los panistas recibiendo dinero cuando se dio a conocer el del hermano del Presidente manejando también efectivo, que se explicó como recaudación para la campaña. Los panistas, todavía con muletas por las heridas que les dejó el primer video enviaron a dos senadoras a presentar una denuncia ante la Fiscalía contra Pío López Obrador y David León. Y parece que esta guerra de videos apenas comienza.

Antes, cuando las rencillas políticas se libraban en los diarios, se les decía periodicazos. Cuando un personaje público era atacado constantemente por la prensa ya sea por sus enemigos o por fuego amigo, le decían “la mosca”, porque lo querían acabar, precisamente, a periodicazos. Con la tecnología  esto ha cambiado, ahora se filtran audios y videos.

¿Cómo olvidar la conversación entre el ex “Gober Precioso” de Puebla, Mario Marín Torres y el empresario Kamel Nacif acerca del “coscorrón” que le dieron a la periodista Lydia Cacho por haberlos mencionado en su investigación sobre pederastia en su libro “Los demonios del edén”. El caso, que inició en 2005, no ha terminado, el año anterior se libraron órdenes de aprehensión contra Marín y Nacif. Del primero, la propia Cacho asegura que está oculto en Puebla, pero la orden no ha podido ser ejecutada porque señala “cuenta con protección policial y política”. Nacif fue ubicado en Líbano y no ha progresado la extradición.

Lo importante es el vuelco que dio el caso en 2005. Pudo haber sido un hecho más de abuso contra una periodista pero se convirtió en un escándalo político, vivo todavía, gracias a la existencia de esa conversación telefónica que se hizo pública. Ha seguido un largo proceso jurídico desde entonces, Lydia Cacho ha tenido apoyo de diversas organizaciones, pero también se ha enfrentado, y continúa haciéndolo, a una red de poder económico y político.

Lo cierto es que la sola conversación telefónica, más allá de todo lo que siguió después en tribunales, hizo que el juicio público declarara culpables a Marín, Nacif y Succar Kuri (en prisión) sólo por el tono de la conversación y el lenguaje para referirse a una periodista que les causaba problemas.

Por eso, lo de hoy, es el audio y la imagen. La lucha política sucia ocurre en una arena aparentemente limpia, como YouTube, Facebook y Twitter principalmente. Todos los esqueletos de los políticos ya no están guardados en el clóset, están en un disco duro o en una USB y puede ganar la contienda quien tenga las imágenes más sensacionalistas. ¿Será que los políticos no tienen tiempo de ver series policiacas o de abogados? Las guerras no se ganan en los tribunales, las gana el que tiene mejores armas de inteligencia y logra dar los mejores golpes mediáticos.

El que tiene al equipo (y el dinero por supuesto) para armar una granja de bots, el que puede colocar cámaras –de manera legal o ilegal- para grabar ilícitos o situaciones que lo parezcan, el que tiene el dinero para llevar a su bando al que tiene dicho material es quien lleva las de ganar. El que tiene al diseñador y al informático que convertirá la contienda política en “memelandia”, el que hará los memes más creativos y lapidarios en contra de su opositor tendrá la delantera.

“The West Wing”, una serie sobre la comunicación y el poder, que se estudiaba en cursos completos en universidades estadounidenses, seguramente ya quedó rebasada. Ahora los objetos de estudios serán “Homeland”, “The Good Fight”, “Bosh” o “Chicago PD”. Espías, infiltrados, obtención de evidencias a cualquier costa, “eliminación” de obstáculos con tal de llegar o conservar el poder. Vaya, incluso las narcoseries mexicanas nos dan un atisbo de cómo son las cosas “allá arriba”. Parece que estar en el Olimpo quema.

Tristemente, los consumidores de las redes sociales están prestos a compartir todo aquello que mandan los titiriteros. A los ciudadanos se nos ha dejado el papel lamentable de colocarnos en un bando o en otro, a veces sin siquiera saberlo. Si nos va bien, si leemos, si nos proveemos de información quizá estaremos siendo libres de elegir a nuestro titiritero. Tendremos la libertad de ser la marioneta de quien nos caiga mejor, de aquel que se gane nuestra confianza, de quien sea capaz de elaborar el discurso que más nos convenza. Pero no puede ser un discurso muy complejo, porque nos hemos acostumbrado tanto a la contundencia del meme y al humor que si nos ponen algo medianamente reflexionado, algo “serio”, no lo tomamos en serio.

ramirezmorales.pilar@gmail.com

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