Como si los medios de información fueran sus voceros, los panistas que están bajo sospecha ante las declaraciones de Emilio Lozoya Austin, respondieron lo mismo, que se deslindaban de las acusaciones y que se remitían a las pruebas.
Las pruebas están en manos de las autoridades y fueron proporcionadas por el exdirector de Pemex y seguramente se están armando los expedientes contra Ricardo Anaya, acusado de recibir 6.8 millones de pesos para que su bancada votara a favor de las reformas estructurales de las cuales el presidente afirma se aprobaron mediante métodos sucios.
Ahí están implicados no sólo el excandidato a la Presidencia de la República sino también otros legisladores que, desde otros partidos, como el PRI, aceptaron dinero para vender el país.
Según un diario nacional, y esto no se ha desmentido, Lozoya asegura tener pruebas de que se entregaron 52 mil millones de pesos el 8 de agosto de 2014 a legisladores panistas para aprobar la reforma energética, entre quienes se encontraban, Ernesto Cordero, Salvador Vega, Francisco Domínguez, ahora gobernador de Querétaro, Francisco García Cabeza de Vaca, actual gobernador de Tamaulipas.
Anaya, durante su campaña en busca de la Presidencia de la República, se dijo más allá del bien y del mal. Es hora de pensar cómo nos hubiera ido con la pandemia si nos gobernara alguien que se dejaba convencer por dinero y sin convicciones. Habría comprado medicamentos con sobreprecio, dependería de créditos del extranjero, dejaría entrar a laboratorios de todo el mundo al país y la cifra de muertos que tanto cuestionan los del PAN, sería, sin duda, superior.
Los panistas, desde su derrota, están acostumbrados a tener en los medios al principal tribunal donde acostumbran a juzgar a la actual administración pública. Y creen que esos mismos medios pueden convertirse en sus abogados defensores a la hora de ser llamados a comparecer. De ahí que se hayan puesto de acuerdo para decir todos ellos, y otros más, exactamente lo mismo.
Las grabaciones que tiene Lozoya y que le valdrán la libertad, responsabilizan a los panistas, a los priistas y a alguno que otro legislador de otros partidos, de votar a favor de la reforma energética a cambio de dinero.
En el video de la sesión de la Cámara de diputados puede apreciarse a varios legisladores decir su nombre y la frase: a favor. Ahí está, por ejemplo, el actual líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, exgobernador de Campeche, un tibio líder tricolor que no pinta.
La fiscalía no dejará ir la oportunidad de mostrar que la lucha contra la corrupción va en serio, y tendrán que encarcelar por lo menos a la mitad de los arriba mencionados. De otra manera, deberían sancionar severamente a Lozoya, pero él está declarando contra otros para alcanzar la impunidad en una especie de testigo protegido que nunca pudo estar mejor protegido.
El evidente doble discurso de los panistas, del que le han acusado usar en más de una ocasión, ahora tiene en los señalamientos de Lozoya una responsabilidad grave. Votar por una reforma sin conocer las consecuencias para el país y sólo dejarse llevar por los intereses personales debe implicar un castigo ejemplar. No sólo descubre a los panistas en su doble discurso sino que muestra la complicidad que había entre panistas y priistas, porque finalmente quien le entrega a Lozoya el dinero para Anaya es alguien del gobierno de Peña Nieto, y Lozoya, aunque niegue ser militante del PRI, y Alejando Moreno asegure que nunca militó en sus filas, trabajaba para los priistas y la gente llega a la conclusión que la militancia del partido es lo de menos, lo grave es el delito que cometen y que debe ser castigado de manera ejemplar. PEGA Y CORRE. – Aunque todavía faltan algunos meses para las elecciones ya hay quienes empiezan a moverse en la sociedad abiertamente, está el caso de un morenista en Tlalpan, que quiere la alcaldía y en Chihuahua, el consejero externo de Pemex, Rafael Espino de la Peña, se deja conducir por algunos grupos de paisanos hacia la candidatura a la gubernatura… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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