Para generar una linda amistad no importa la edad que se tenga en esa relación.
Cuando se es muy joven, normalmente buscamos personas de nuestra edad o con poca diferencia de años, pero cuando pasa el tiempo nos damos cuenta que cultivamos amistades de diferentes edades, incluso de personas mayores que han vivido grandes experiencias de vida, con las que nos llegamos a llevar extraordinariamente y de las que aprendemos mucho.
Y ese el caso de su servidora. Por eso escribo sobre las personas que admiro y hoy lo hago haciendo referencia a una gran persona con quien pude cultivar una bella amistad y a quien quiero dedicar estas líneas. Mujer extraordinaria, hermosa, inteligente y humana, Doña María Magdalena (Maruquita) Ebergenyi Belgodere Vda. de Basáñez, quien me distinguió con su afecto hasta el último momento, quien partiera a la presencia del Señor el 1º de marzo pasado, y a quien le estaré agradecida por su amistad y atenciones que tendré siempre presentes en mi corazón.
Y por qué le recuerdo en el mes de Julio, porque justamente el próximo día 22, ella celebraría su cumpleaños número 91. El año próximo pasado había tenido la oportunidad de compartir con su familia en el puerto de Tuxpan, su último cumpleaños (sus 90) festejado en grande, teniendo del mismo, mi esposo y yo un maravilloso recuerdo. Pero antes de relatar ese especial evento, quiero ubicar quién era Doña Maruca.
Doña Maruca traía en sus venas, sangre austrohúngaro-rumano por parte de los Ebergenyi y francesa por parte de los Belgodere. Sus abuelos paternos Elemer Ebergenyi e Ida Eugedi Emanuel, salieron de Córcega en 1893, el primero desheredado por haberse casado con una egipcia, partiendo a Centroamérica con su esposa y sus dos hijos Andrés y Emilio e instalándose en Honduras para trabajar como ingeniero en la construcción de carreteras. Por circunstancias del destino el abuelo se regresó a Europa y la abuela se quedó en Honduras, falleciendo al poco tiempo. Los niños fueron educados por sus tíos que los llevaron a la Ciudad de México a la edad de 12 y 10 años y los internaron en el Colegio Williams. No carecieron de nada porque crecieron con buenas bases y concluyeron sus estudios de ingeniería, lo que les llevó en su momento a la Ciudad de Tampico, que era el puerto más importante de la zona norte por el auge petrolero. Ambos trabajaron en la Compañía Inglesa de Whitman Person, El Águila.
Y es en Tampico en que Don Andrés conoce a Ana Belgodere (también descendiente de franceses que emigraron a América a fines del siglo XIX) y se casan decidiendo irse a radicar a la ciudad de Pánuco, Ver. Don Andrés y Doña Ana tuvieron 9 hijos, siendo Maruquita la 8ª de la familia. Don Andrés Ebergenyi fue un hombre muy respetado en esa ciudad porque hizo grandes obras como el Palacio Municipal, el Hospital Civil, la escuela Desiderio Pavón y el Parque central. Posteriormente al extenderse la importancia de las obras necesarias para los pozos petroleros, el Ingeniero Ebergenyi , que era subjefe de la zona norte de Petróleos–que abarcaba desde Poza Rica hasta Tampico, con base en Cerro Azul- pasa su residencia a la ciudad de Tuxpan, cuando Maruca alcanza los 12 años de edad.
Y es el día en que llega la familia a Tuxpan en 1942, a vivir al Edificio Núñez, hoy Hotel Reforma, cuando conoce al joven Miguel Basañez Sorcini. Y así me lo platicaba Maruquita: “Llegamos cansados pero mi papá quiso ir a cenar al Café de Chinos y yo lo acompañé y cuando nos sentamos, enfrente ahí estaba Miguel Basañez Sorcini de 15 años”. “Después de un año de sonrisas de lejos, en un baile infantil de Reyes en el Casino Tuxpeño (hoy Banamex) bailando me dijo que si quería ser su novia. No sabía que tenía 5 novias”. Después de 4 años de novios y de vencer los impedimentos propios del papá que no veía que Miguel sentara cabeza, le solicitó en matrimonio. Y se casaron en 1947, formando una bella familia y procreando 4 hijos: Miguel, Magdalena, Carlos y Patricia.
Doña Maruca, ya casada con Don Miguel, que llegó a ser Diputado Local (1960-1963) –cargo que no concluyó– y Presidente Municipal de Tuxpan (1961-1964), logró prepararse realizando estudios de Psicología, fotografía, historia, arte, y etiqueta social, por eso siempre estuvo a la altura de los requerimientos de su encargo como pionera de la asistencia social en Tuxpan. Le tocó fundar el Instituto Municipal de Protección a la infancia (INPI) cuyo trabajo destacado, le valió el reconocimiento de la Sra. Eva Sámano de López Mateos, Presidenta nacional de ese organismo por los logros obtenidos en su gestión al frente de esa noble institución, particularmente, por su entrega sin límite en el apoyo que realizaba junto con su comité de damas, de los desayunos escolares de ese puerto. Y como esas, muchas acciones más, que sería imposible mencionar por falta de espacio.
Y como decía en un principio, es en Julio del 2019 justamente hace un año, que vi por última vez a mi amiga. Tuvimos el honor de asistir mi esposo y yo, a su cumpleaños número 90. Hecho que quiero recordar.
La convocatoria a tan especial día, para todos los familiares fue desde el año anterior y para los invitados desde 2 o 3 meses antes. En mi caso desde el mes de junio de ese año, recibí a mi correo personal, el mensaje de invitación de Maruquita diciendo: “espero puedas venir el 20 de julio próximo a las 13.30 vestida de blanco, pásame tu celular para darte detalles”. Así lo hice, registrando la fecha y haciéndole ver que sería un honor poder acompañarle. Aunque el cumpleaños era el día 22-un día después del mío-, el evento se efectuó el día sábado 20 de Julio.
Y puntuales asistimos mi esposo Beto y yo a la cita. Fue un día soleado, caluroso, con cielo limpio, de un azul resplandeciente que hacía reflejo con el río Pantepec. El lugar, la enorme Palapa del Hotel Crowne Plaza. Los asistentes el 90 % la familia de la festejada: hijos, nietos, hermana, sobrinos, sobrinos nietos, y amigos muy cercanos a la familia que vinieron de muchas latitudes. Más de 150 familiares y solo dos mesas de invitados especiales. Como ella me lo externara “no me falles, solo habrá dos mesas de invitados muy especiales, dirá el reservado “los amigos de Maruca”, y entre ellos debes estar tú y tu esposo”. Que gentileza de su parte, pero así era Doña Maruca. Desde luego ese gesto de gratitud iba también para sus hijos: Miguel (quien fuera Embajador de México en los EEUU, 2015-2016), Magdalena, Carlos Alberto (destacado piloto aviador) y Ana Patricia Basáñez Ebergenyi.
Desde la llegada la felicitamos y nos recibió con una sonrisa enorme. Platicaba en ese momento con un personaje que había hecho viaje especial desde San Diego California, gran amigo de su familia y de inmediato nos lo presentó. Era Don Roque de la Fuente, quien compitiera en las primarias del Partido Demócrata a la Presidencia de los EEUU en 2016. Postulación interna que ganó Hilary Clinton y que finalmente perdió contra Donald Trump en la Constitucional.
La gran palapa lucía hermosa, amenizando el evento un conjunto huasteco que dedicó a los asistentes ingeniosas coplas, en especial una de la autoría de la festejada. El banquete de lujo y el ambiente hermoso, agradable y sobre todo, sintiéndose el cariño que de muchas formas se expresara al timón de esa bella familia. Todos los detalles cuidados sintiéndose la mano de su organizador su nieto, Sandro Alejo Ebergenyi que no escatimó esfuerzo para que todo resultara maravilloso.
El momento especial del evento fueron las palabras de sus hijos, sobrinos y nietos, que hablaron de sus experiencias junto a Doña Maruca, palabras llenas de emoción, de gratitud hacia quien ellos reconocían como algo muy especial en sus vidas.
Y cómo no sentirse integrados a ese gran festejo, cuando se mencionó la edición del libro: “Muchas vidas en Una: recuerdos de Magdalena Ebergenyi Belgodere de Basañez” que fue obsequiado a los asistentes, llevándome la gran sorpresa que en la página 120 a la 125, se encontraba el artículo que dedicara su servidora a Don Miguel Basañez Sorcini y que escribiera en 2014 mismo que fuera publicado en diferentes medios electrónicos e impresos del estado. De verdad fue algo que no esperaba y que desde luego agradecí infinitamente, como así lo hice con Miguel su hijo mayor cuando me dijo: “Zaida, no me canso de leer el artículo que le dedicaste a mi padre”.
Y yo no me canso, ni me cansaré, de agradecer la gentileza de esa hermosa familia, distinguida y valiosa, que obtuvo de 2 figuras extraordinarias Don Miguel Basañez y desde luego Doña Maruca Ebergenyi, el ejemplo del amor al servicio y la expresión de los mejores valores en su actuar.
Pero la vida da un giro. Maruquita tuvo que irse a vivir al sureste de la república a fines del 2019, para estar más cerca de sus hijos y nietos. Todavía me escribía de ello el 15 de febrero del presente comentando su llegada a esas tierras.
Lamentablemente el día 1º de marzo de 2020, mi amigo el excelente periodista tuxpeño Ramón Rodríguez también gran amigo de ella, me avisaba de su deceso. Me dolió su partida porque había muchas cosas que se iban con ella, pero lo que no se llevaba era ese recuerdo de muchos a los que nos honró con su amistad, que sentimos su ausencia y que sabemos que Dios la recibió en paz, porque cumplió como las buenas.
El recuerdo que nos dejan personas como Doña Maruca, es que brillan con luz propia y en su caso, esa luz la compartió con todos a los que amo. Y así la quiero tener presente siempre agradeciendo a Dios por la amistad que me brindó en vida y a la familia Basañez-Ebergenyi, ofrecerles mi respeto y afecto perene, deseándoles que la vida a todos les de felicidad y amor en abundancia, como estoy segura era el deseo de la mujer que los amó sin límite: Doña Maruca Ebergenyi Belgodere Vda. de Basáñez.
Gracias y hasta la próxima