Un escenario devastador

En medio del triunfalismo inducido por la poderosa maquinaria propagandística del gobierno federal en torno de la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador al mandatario estadounidense Donald Trump, junto con la salud de los mexicanos se desploma la economía del país.

Este jueves, el Banco de México advirtió sobre un grave deterioro de la actividad económica nacional que llegaría hasta los dos dígitos este año, es decir, no menor a diez por ciento.

Eso coincide con las proyecciones que con anterioridad han realizado organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, que estiman porcentajes similares y, en consecuencia, una crisis económica de proporciones gigantescas, no vistas en más de 60 años y que van mucho más allá de una mera recesión.

Tales cifras no son sino la confirmación de la ruina económica provocada por la emergencia sanitaria que hasta el momento y, tras casi cuatro meses de confinamiento más o menos estricto, ha sido la causa del cierre de más de diez mil empresas –hasta el corte del mes de mayo del Instituto Mexicano del Seguro Social- que operaban en territorio nacional.

Lo que ello implica es un desastre de proporciones insospechadas, ya que los afectados no son solamente quienes cerraron sus micro, pequeños o medianos negocios –porque los grandes sí tienen con qué soportar el vendaval-, sino las millones de personas que perdieron sus fuentes de trabajo y ahora han quedado a la deriva, sin nada.

No es una exageración. Este mismo jueves 9 de julio, en un resumen del comportamiento del mercado laboral del país presentado por el subgobernador del Banco de México Jonathan Heath, dio a conocer que entre los meses de abril y mayo se perdieron un total de 12.18 millones de empleos en México, siendo la población más afectada aquella que tenía trabajos de baja remuneración o que pertenecía al sector informal, en el cual desaparecieron 8.46 millones de fuentes laborales durante ese mismo periodo.

Además, en la misma presentación el funcionario detalló que se perdieron 20.14 millones de empleos de tiempo completo, lo cual implica que por lo menos unas ocho millones de personas quedaron subempleadas, trabajando a medio tiempo y ganando la mitad –o menos- de lo que percibían antes de la crisis.

El escenario es devastador y sus consecuencias están a la vista: se registran cada vez con mayor frecuencia asaltos a comercios, transeúntes y domicilios particulares, junto con otros delitos del fuero común relacionados con la inseguridad, lo que muestra claramente los estragos de una situación para la que no hubo, como en casi todo lo demás, respuesta gubernamental oportuna ni suficiente.

El régimen le ha apostado todo a la inversión en el sector energético, particularmente en Petróleos Mexicanos, que en 2019, el primer año del gobierno de la autoproclamada “cuarta transformación”, perdió 346 mil millones de pesos. Pero que tan solo en el primer trimestre de 2020 sufrió una merma por 562 mil 250 millones de pesos. Dicho en términos coloquiales, a buen árbol se arriman.

Y mientras en nuestro renovado y flamante socio comercial estadounidense el empleo de mayor crecimiento es el de instalador de paneles solares y el segundo el de técnico de turbinas eólicas, en nuestro país el gobierno busca bloquear a como dé lugar el acceso y uso de energías limpias y renovables, pues sus intereses –y los de varios de sus compinches- están en las energías fósiles, que en el futuro cercano entrarán en desuso.

Pero vamos muy bien, juran.

 

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