Si el presidente Andrés Manuel López Obrador fuera siempre el de ayer en la tarde, México iría con mejor rumbo; estaría mejor.
Vi y escuché su informe-mensaje a dos años de que ganó la presidencia y fue todo diferente al pendenciero de las mañaneras.
Se vio bien el acto austero –obligado por la circunstancia sanitaria–, mejor que si lo hubiera hecho en el Zócalo como un acto más de campaña.
Me pareció claro y preciso. Se vio bien que no alardeara ni que descalificara. Estuvo en su papel. Defendió su política y su gobierno.
Por la circunstancia de la proximidad de la próxima elección, dentro de once meses, me parece alentador lo que dijo, aunque ahora falta que lo cumpla.
Casi al final, en lo que podría considerarse como su mensaje político, expresó que aunque es evidente que existe una mayor participación ciudadana “todavía nos falta erradicar por completo el fraude electoral”.
Pero tanto o más importante que eso fue el ofrecimiento de su respeto a las decisiones de los órganos electorales autónomos, como el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal del Poder Judicial de la Federación.
En los últimos meses, en sus conferencias matutinas había arremetido contra el INE y en días pasados había dicho que se convertiría en vigilante de las elecciones, lo que se interpretó como que quería desaparecer el órgano electoral y controlar las elecciones.
“Por eso he dicho que en las próximas elecciones, sin dejar de respetar las decisiones de los órganos electorales autónomos como el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, vamos a estar todos atentos para que las elecciones sean verdaderamente libres y limpias”.
Aludió a las críticas que le llovieron, pero se defendió.
“Cuando hace unos días expresé este compromiso por la democracia, algunos se molestaron y empezaron a vociferar que eso era intromisión, injerencia. Olvidan que la democracia implica en primer lugar el respeto al mandato del pueblo, un mandato que en el pasado reciente fue atropellado por las prácticas del fraude impulsadas desde la cúspide de los poderes político y económico y solapadas por las autoridades electorales”.
Recordó que desde que tomó posesión dejó en claro que no incurriría “en esas acciones abyectas”; que observaría una estricta imparcialidad partidista y que respetaría los resultados electorales de cualquier signo. Pero también reitero que “actuaremos denunciando sin titubeos y con firmeza cualquier intento de fraude electoral”.
Sostuvo que para el próximo 1 de diciembre estarán ya establecidas las bases de una nueva forma de hacer política; que para entonces ya habrán terminado con las principales reformas legales.
También reiteró, evocando a Francisco I. Madero, que no se reelegirá, y que respetará el sufragio efectivo.
El gran fraude electoral de 1988
Esté uno o no de acuerdo con su forma de gobernar y con su política, es indudable que erradicar el fraude electoral es una asignatura pendiente desde que la Revolución se institucionalizó.
Todo político en México ha sabido siempre que el fraude electoral lo institucionalizó primero y luego lo convirtió en negocio el PRI cuando empezó a tener oposición en serio. Cuando llegó al poder el PAN lo secundó.
Hubo un tiempo en el país en el que la oposición existía pero no contaba. Entonces el gobierno y sus aparatos político-electorales no se autocometían fraude pero sí inflaban las cifras a su gusto. Era famoso el relleno de urnas; se hablaba de “urnas embarazadas”.
El mayor fraude en la historia nacional ocurrió en 1988 cuando al entonces Secretario de Gobernación y titular de la Comisión Federal Electoral (CFE), Manuel Bartlett, se le “cayó el sistema” de cómputo y dio el triunfo a Carlos Salinas de Gortari por sobre Cuauhtémoc Cárdenas.
En Veracruz, el pueblo votó arrolladoramente contra del PRI. Nunca se me olvida aquella tarde cuando le comenté a mi maestro Froylán Flores Cancela que ya eran las seis de la tarde y la gente seguía haciendo cola para votar.
Me hizo una observación con la experiencia y la agudeza política que tenía. Me preguntó si alguna vez había yo visto que la gente se volcara en las urnas a votar por el PRI y continuara sufragando después del horario límite en una elección normal. Nunca, le respondí. Si el pueblo sigue votando es señal de que lo está haciendo por Cuauhtémoc, me dijo.
El gobernador entonces era don Fernando Gutiérrez Barrios, experimentadísimo político, pero también diplomático y de trato suave, directo, personal. Él sabía lo que había pasado y con su famoso “hágalo por Veracruz” persuadió al entonces corresponsal de Excelsior que cambiara el sentido de su nota en la que daba cuenta de la derrota de Salinas.
Supo de la nota porque el único fax que existía en todo el Estado era de la Coordinación General de Comunicación Social y el corresponsal había llevado su información para que se la transmitieran. Cuando la vio y leyó, un astuto empleado avisó. Personalmente don Fernando le entró al asunto. Me tocó vivir de cerca aquello.
Don Fernando vivía en la Casa Veracruz. Como vecino, le había sugerido varias veces a algunas personas de su círculo más cercano que visitara la escuela primaria “Rafael Ramírez” y que invitara a desayunar a las señoras de la colonia 2 de Abril para que hubiera acercamiento. Nunca lo quiso hacer. Los vecinos le dieron una paliza en las urnas.
Qué cosas del tiempo y de la vida. Hoy Manuel Bartlett es de los más cercanos y protegidos de López Obrador y hoy también el tabasqueño habla de erradicar por completo el fraude electoral. La sombra de Bartlett, la viva personificación del fraude, le va a pesar. Creará desconfianza.
Pero los ciudadanos debemos y tenemos que tomarle la palabra y también vigilar que cumpla, que no intente favorecer a su partido.
El Presidente más insultado
Dijo también ayer en su mensaje algo muy cierto: “Nunca, en más de un siglo, se había insultado tanto a un Presidente de la República”.
Remató con algo cierto a medias: “… y la respuesta ha sido la tolerancia y la no censura”. La no censura es cierto. La tolerancia, no tanto, porque en sus mañaneras han sido muy directas sus agresiones contra los medios y periodistas críticos de su gobierno.
En los otros temas sensibles de su gobierno, el manejo de la economía y de la inseguridad, no cambia. Continúa distanciado de la realidad. Según él con lo que reparte de los programas sociales está reactivando la economía.
Habló que se eliminó al Cisen, los sistemas de espionaje político, y que no se espía ni se persigue a nadie; que la oposición se manifiesta con libertad. Esto último es cierto, lo primero, lo dudo. El espionaje político es condición indispensable de la gobernabilidad.
Su informe fue un repaso y un compendio de lo que nos receta todos los días en sus mañaneras.