Ya son varias voces –y no precisamente de “conservadores” y “neoliberales”– de militantes, abiertos simpatizantes o defensores a ultranza de Morena, que están advirtiendo la posibilidad de que pierdan la elección del 6 de junio de 2021.
Hace una semana comenté en este espacio la declaración que hizo Ricardo Monreal Ávila, coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Senadores, a Carlos Loret de Mola.
Criticó a varios gobernadores. Dijo que cuando hay malos gobiernos y no hay resultados tangibles o un proceso armónico en los Estados, los afecta; que “así como te dio la gente el voto te lo puede quitar”.
Advirtió que “esta vez” la gente está revisando con mucha claridad lo que va a hacer en el proceso electoral de 2021. Fue contundente: “yo creo, además, que Morena tiene que esforzarse”.
Comentó que lo que le preocupa es que Andrés Manuel López Obrador no estará en la boleta; que desde 2018, cuando dejó Morena, “deja al partido solo, sin dirección, sin orientación, sin conducción; ve lo que es el partido ahora”.
Pulsión, a dinamitar puentes
También me referí en este espacio al artículo “El boicot de López Obrador contra la 4T”, del periodista Jorge Zepeda Patterson, abierto simpatizante del proyecto de AMLO, por quien votó.
Comentó que hay en el tabasqueño “una pulsión inexplicable que lo lleva a convertirse en un boicoteador de su propio proyecto”; un impulso autogratificante que lo lleva al revanchismo y a convertirse en lo que sus rivales de siempre habían profetizado.
“Nunca estuve de acuerdo con el calificativo de ‘mesías tropical’ que le endilgó Enrique Krauze, ¿pero qué replicar frente a los decálogos morales que le ha dado por recetarnos, en un absurdo afán de convertirse en una especie de guía espiritual de una comunidad que lo eligió tan solo como responsable político?, ¿por qué enemistar de manera gratuita a feministas, a gremios profesionales, a medios de comunicación, a activistas, a sectores sociales, a Gobiernos extranjeros, empresarios y otros?”
Complicada la situación: Ramírez Cuéllar
El mismo presidente electo de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, al participar en un encuentro virtual dijo que la situación de su partido es muy complicada de cara a la elección.
“La situación de Morena es muy complicada, ustedes saben que ya tenemos casi desde el 2014 sin comités delegaciones o sin comités municipales, en este momento funcionan muy pocos y algunos tienen un año, dos años, sin reunir el quórum necesario en los consejos estatales” (Excelsior, 25/06/2020).
Aceptó que hay “discordia” entre los dirigentes partidistas y sus militantes.
Politólogo del obradorismo, el más severo
Pero otra voz más, defensora a ultranza del proyecto de López Obrador, la del joven politólogo Gibrán Ramírez Reyes, en declaración al diario Milenio el lunes pasado, previno que por las peleas internas en Morena el 2021 está en riesgo.
Consideró que el desorden al interior de su partido, la falta de rigor ideológico, la incapacidad política y el pragmatismo ponen en peligro el proyecto del presidente.
Hizo una severa advertencia: si la militancia de Morena no se rebela y le exige a los liderazgos que corrijan el rumbo, el 2021, la mayoría en el Congreso e incluso el revocatorio contra Andrés Manuel López Obrador en 2022, están en riesgo de complicarse.
Doctor en Ciencia Política por la UNAM, considerado el politólogo del lopezobradorismo, tras aclarar que él nació políticamente en la corriente de AMLO en 2004, el pasado 8 de junio publicó una extensa carta (gibran.mx) a los militantes de su partido en la que hace una serie de consideraciones y de propuestas que, a su juicio, podrían salvar el proyecto de la 4T.
En ese texto dice que “me preocupa nuestro movimiento” y aclara que no por su pasado ni por su presente sino por su futuro.
Ahonda en la figura de López Obrador y, en coincidencia con Ricardo Monreal, pregunta qué harán “cuando no lo tengamos a la cabeza”.
Plantea lo que, a su juicio, hace falta para concretar la 4T de la vida pública de México, que, acepta, “sigue siendo el nombre de una hermosa aspiración”, así como lo qué les hará falta para que 2021 sea una elección de consolidación y de mejora de su proyecto.
Morena, a la deriva, afirma
Cuestiona a Morena como partido. Pregunta si ha actuado como tal. Su respuesta es que no, que no es una máquina de propuestas o un centro de pensamiento y formación de cuadros de gobierno y de partido. “Al contrario, los mandos y legisladores parecen, a veces, a la deriva”.
Comenta que desde que ganaron, su partido ha estado en puras disputas sobre quién debe dirigir. “En el fondo, sobre quién debe repartir las candidaturas y administrar el dinero. Y la codicia siempre ha sido mala consejera”.
Pregunta qué harán después de que gobierne AMLO. Responde que si se hace lo mismo que en Morena, “la respuesta es entregarnos a luchas de facciones”, y que de seguir como van “es como aceptar un inevitable naufragio… dilapidar el capital político, social y moral”.
Reconoce caída de la intención del voto
Critica con severidad que operar como lo hacen “ha tenido tremendas consecuencias. La primera es que la intención del voto ha disminuido hasta alcanzar cerca del 20 por ciento, lo que significa menos de un tercio de la aprobación del presidente”.
Señala que tienen algunos reportes de algunos regidores, presidentes municipales, delegados, diputados, “que se han echado a perder o que se han frustrado porque pensaron que la Cuarta Transformación era simulación, que podrían seguir bajando recursos, recibiendo moches, o que se las han arreglado para corromperse”.
No para. Expresa que es su mismo partido el que debería dar vista a la Fiscalía cuando se sospeche de la corrupción de sus funcionarios. “Nada de eso se ha hecho y, si bien la corrupción ahora es mal vista, el partido ha sido poco activo en impulsar ese pilar del gobierno obradorista para forjar y consolidar una opción política que haga claramente la diferencia”.
Es la última oportunidad, advierte
Advierte a sus compañeros de partido: “Esta es la última oportunidad, la última llamada”; dice que si no hacen de Morena el partido de la Cuarta Transformación, “hay calamidades que nos esperan en el futuro”.
Con toda contundencia señala: “Podríamos perder las elecciones antes de hacer irreversible el cambio”.
Alude a algo que ya está sucediendo: el oportunismo de otros partidos para aliarse con ellos por “un pedazo de pastel de la aprobación obradorista”.
“Lo va a querer el nuevo partido de Elba Esther Gordillo y su yerno; lo va a querer el partido de la central sindical llamada CATEM… va a disputar ese electorado también el Partido Verde, ahora vestido de obradorista… Todos van a ser ahora obradoristas. Van a competir, incluso entre quienes nos atacaron en años previos, por ver quién es el más furioso obradorista”.
Finalmente, fiel a la práctica de su jefe, lanza un catálogo de medidas, para él, salvadoras.
Lo que deja en claro es que los proyectos lopezobradoristas y de Morena dependen de un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador; que no son un partido político con estructura propia y por lo tanto no están consolidados; que los erosionan sus ambiciones personales y de grupo; y que están muy lejos de acabar con la corrupción, el ofrecimiento estelar de su guía.
Todos ellos no reflejan más que lo que se percibe en la calle entre el electorado.