Por años, pregonaron que lo suyo era la defensa de los pobres, esos desposeídos a los que convirtieron no solo en su aparente prioridad sino en su granja de votos.
Por eso, porque los políticos de Morena creen que la multiplicación de los pobres –que no la multiplicación de los panes–, es igual a la suma geométrica de los votos, entonces satanizaron a los ricos; mujeres y hombres del dinero a los que motejaron como “la mafia del poder”.
También por eso, en el gobierno de Obrador ya no les avergüenza ser culpables de que los pobres sean aún más pobres; que hayan perdido su empleo, su salud y hasta la esperanza.
No, hoy la vergüenza en Morena y en sus gobiernos aparece cuando se descubre que los nuevos ricos del poder están en los gobiernos de Morena y –sobre todo–, cuando se revela que esa nueva riqueza no es producto del esfuerzo honesto sino de la ratería, la transa y de lo peor de la sociedad; de los supuestos redentores sociales convertidos en verdaderos depredadores del dinero público.
Y ese es el caso de la “pareja del pecado”, de Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman, antaño próceres de la dizque izquierda mexicana austera y nada presuntuosa y, hogaño, retrato vivo del abuso rapaz. Ayer aparecían como redentores de los pobres y hoy son saqueadores del dinero público.
Pero lo mas simpático es que si el partido Morena y la claque de AMLO hicieron de “La Casa Blanca” de Peña Nieto un potente misil contra la imagen y la credibilidad de la política y de los políticos, con “las casas del pecado” del matrimonio Sandoval-Ackerman ya se han convertido en el nuevo “pecado del poder”, en la “pareja del pecado”.
Sí, el pecado de “la riqueza al vapor”; compra y/o regalo de casas a precios de risa, mediante el arte de “la transa”, “del moche” y “del cochupo”.
El pecado de ocultar a los ojos de la ley y de la transparencia la riqueza repentina que coloca a los Sandoval-Ackerman, en calidad de magos de la industria inmobiliaria, en que han convertido Morena y al gobierno de AMLO.
El pecado del cinismo inaudito, sin pudor y sin freno, al decir que nada deben mostrar y explicar al ojo público –a pesar de ser servidores públicos–, cuando exigían en otros gobiernos el más riguroso escrutinio.
El pecado de acusar al mensajero, al periodista y al medio –a Carlos Loret y su empresa–, de quién sabe que perverso maniqueísmo, cuando la señora Sandoval y el señor Ackerman aplaudían las rigurosas indagatorias contra los gobiernos de Calderón y de Peña Nieto.
El pecado del vulgar y antidemocrático “nado sincronizado” que sin pena y sin vergüenza –y con la más repudiable abyección–, practicaron casi todos los secretarios de Estado, legisladores de Morena, gobernadores y hasta uno que otro intelectual trasnochado.
El pecado de la arrogancia y la impunidad de todo un gobierno que, en lugar de asumir el compromiso de la legalidad y la transparencia, sin un gramo de pudor aplaude –a una misma señal–, cuando uno de los suyos, de los pillos de Morena, es pillado en pleno robo de dinero público.
El pecado de diputados, senadores y Ministros que, en lugar de iniciar una investigación sobre el origen oscuro de la riqueza, solapan a los ladrones de moda –a la pareja Sandoval-Ackerman–, en una extraña solidaridad a la impunidad de todo un gobierno pillado en el robo.
Es decir, hoy el mayor pecado ya no es amasar fortunas millonarias en poco tiempo –cual mafia del poder–, sino que hoy el pecado es ser descubiertos por “los pobres” y “los desposeídos” como los nuevos ricos del poder y que son igual de ladrones que aquellos a los que vinieron a sustituir.
Así, el “primer nuevo rico” de la nación, el presidente Obrador no puede ocultar la incomodidad de la nueva riqueza; el boato de vivir en un Palacio, que al mismo tiempo es su casa y un museo y en donde pronto ordenará que lo compartan gallinas, cerdos y patos, junto con un huerto familiar para la manutención de la prole.
Por eso, porque la riqueza repentina le molesta al presidente, todos los días pregona su amor por la pobreza franciscana, sin lograr convencer a los millones de pobres y desempleados que ha fabricado, en sólo 19 meses.
Riqueza que, incluso, incomodó a Marcelo Ebrard, a quién avergonzó que un video de fabricación palaciega, lo exhibiera como un rico, rico que a diario usa un reloj Rolex de más de tres millones de pesos.
Lo cierto, sin embargo, es que los ricos de Morena, la nueva mafia del poder, están por todas partes, no sólo son Bartlett y sus amigos Sandoval-Ackerman.
Y hoy, “las casas del pecado”, igual que ayer “La Casa Blanca”, cobrarán costosas facturas electorales al poder en turno; facturas que se cobran con votos.
Al tiempo.