El episodio de la cancelación del foro “¿Racismo y/o clasismo en México?” que organizó el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) para el 17 de junio, hubiera sido uno más de los eventos en línea que menudean por estos días de cuarentena de no ser porque invitaron al bloguero y conductor de un programa “noticioso” de Radio Fórmula, Chumel Torres, llamado “La radio de la República”, quizá para conservar los derechos sobre el nombre original del blog “El pulso de la República” que inauguró en YouTube hace varios años.
Tampoco hubiera importado mucho que se tratara de un individuo execrable, seguramente él hubiese puesto la nota discordante y el debate se habría animado. Sólo que los organizadores cometieron un error de novatos: no conocer a sus invitados, como para saber que Chumel Torres, crítico agrio de la 4T, además había nombrado el año anterior con un apodo muy desagradable al pequeño hijo de Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller. El programa en que lo hizo no pasó desapercibido para la esposa del Presidente, quien expresó su disgustó en esa ocasión.
Claro que al verlo programado para un foro sobre discriminación nuevamente manifestó su enojo. Como ocurre casi siempre, es altamente probable que al constatar la molestia no sólo de Gutiérrez Müller sino el comentario adverso del Presidente por la invitación que se le hizo a este personaje, así como la andanada de comentarios en contra de la presencia de Torres en un foro de esa naturaleza, Conapred no necesitó recibir ninguna orden presidencial, sino que por cuenta propia canceló el foro. Estos hechos se perciben muy cercanos a la censura y los enemigos de Andrés Manuel ni tardos ni perezosos afirmaron que era censura ordenada desde la presidencia. Si hubo orden desde Palacio Nacional o no sólo podría decirlo la expresidenta de Conapred, Mónica Maccise, quien presentó su renuncia al cargo, cuando el asunto escaló y tomó un lugar importante en la agenda de la política nacional.
La renuncia de la funcionaria, que tomaron los enemigos de la administración como bandera, tampoco debe sorprendernos. Así se estila en la política mexicana y no es que esto deba ser normalizado, pero lo cierto es que Maccise cometió un error y su salida era una consecuencia esperada.
Sobre la permanencia o desaparición del Conapred debemos preguntarnos seriamente qué aportaciones ha hecho para combatir la discriminación en México. A nadie escapa la legendaria lucha por la no discriminación de Gilberto Rincón Gallardo, lo que tampoco podemos negar es que la institución se creó tanto por su insistencia, como porque el gobierno de Felipe Calderón sabía que tenía una deuda con el excandidato presidencial y su extinto partido Democracia Social; en esa elección tan cerrada, donde la diferencia entre López Obrador y Calderón fue de 239,751 votos, los 592,072 votos obtenidos por Democracia Social (1.57% de la votación que no le alcanzó para conservar el registro) fueron favorables a Calderón al fragmentar el voto.
Para conocer el verdadero valor de Conapred, más allá del simbolismo de contar con una institución que aparentemente lucha contra la discriminación, podemos remitirnos a sus informes de labores, contra el presupuesto que se le asigna. Las políticas públicas que supuestamente debe impulsar la institución no son visibles en las dependencias públicas o particulares. En 2019, Conapred recibió un presupuesto de 183 millones, 605 mil 389 pesos. Al ver su informe de labores del mismo año, resulta que a) capacitaron a 102 personas (todas del Conapred) en temas del Conapred; 2) se difundieron entre el mismo personal de la institución los lineamientos, códigos de conducta, ética y reglas de integridad; 3) al menos 70% de ese mismo personal debía saber que el Comité de Ética y Prevención de Conflictos de Interés era el órgano encargado de emitir los documentos del punto 2; 4) actualización de los documentos normativos por parte del citado Comité de Ética y 5) que al menos el 70% del personal conozca tales documentos actualizados. Después de 17 años de existencia, estos son los resultados de Conapred. Habría que preguntarse si capacitar a 102 personas en temas de discriminación vale más de 183 millones de pesos anuales. No obstante, las críticas al gobierno por la intención de desaparecer la institución fueron acres y se le tachó de autoritario, pero no leí análisis serios sobre las aportaciones de Conapred en sus 17 años de vida.
Digámoslo de una vez, en México hay un racismo soterrado y un clasismo abierto que se expresa de múltiples maneras. En el lenguaje cotidiano menudean, igual que hace 17, 20 o 30 años epítetos como “naco”, “indio”, “topil”, “prieto”, “chusma”, “gato” o “patarrajada” entre muchos otros. Me niego a considerar como clasistas los términos con los que la gente, o el mismo Presidente, se refiere a los “whitemexicans”, como “fifís”, “fresa” o “cacagrande”, sólo por mencionar algunos, porque lejos de ser un insulto, los coloca en una circunstancia de superioridad ya sea social o económica. Eso, sin entrar al lenguaje sexista que se supone también debe combatir la dependencia y no lo ha hecho. Que se necesita abordar el tema de la discriminación, sin duda, pero con más eficiencia y eficacia de lo que lo ha hecho Conapred. Ser un símbolo no basta.
El asunto más delicado es si hubo o no censura. ¿Se debe defender la libertad de expresión aun si se trata de un personaje tan abyecto como Chumel Torres? Lo que está a debate es si lo que hace es expresarse, y sostengo que no, porque su noticiario “chistoso” es una denostación tras otra. Lo más grave es que haya llamado con un mote muy desagradable a un menor de edad.
Solté una pregunta en Facebook para preguntar a las mamás si exigirían una disculpa a alguien que hubiese ofendido públicamente a un hijo menor de edad. Las respuestas fueron desde confirmar que sí lo harían hasta “que le romperían el hocico al ofensor, porque a los niños no se les toca”. De modo, que la reacción de Beatriz Gutiérrez Müller no fue abuso de poder, ni mucho menos, fue la reacción normal de cualquier madre. Tampoco es una mamá cualquiera, es la esposa del Presidente y su voz tiene más peso, eso ni dudarlo, pero fue muy ruin de parte de Torres mofarse de ese modo del niño.
¿Invitar a un clasista a un foro? ¿Por qué no?, pero a un personaje con más información y con más dignidad. Precisamente lo burdo del manejo de Chumel Torres fue lo que le acarreó un gran público adolescente con “El pulso de la República”. Ahora, vuelto “noticiario” radiofónico, es simplemente aberrante. La respuesta de Chumel Torres a la supuesta “censura” de que fue víctima no podía ser más soez.
Su cuenta de Twitter, Chumibebé, da información suficiente del nivel de discusión que se puede esperar de este personaje. Transcribo alguna de sus ocurrencias: “Tu novia se ve tan perra que creo que para encontrarla pegaste volantes de ‘Se busca’ en los postes”; “Con ciertas mujeres me pasa que pienso: ‘Se ve que es una perra, pero es inteligente… Debe ser por Dog Chow’”; “Ves que la niña es puta y le das Twitter” o “Twitter: el lugar donde el wey más “fuck the police” también es el wey más “demen (sic) una beca”. Así, de este tipo de lindezas está poblada la cuenta de Twitter de este personaje que gracias a Mónica Maccise ahora ganó una inmerecida fama. Afirmo que la cadena HBO, con la cancelación del programa de Torres, si está haciendo algo práctico contra la discriminación y el clasismo, de paso también en contra del lenguaje soez.
Por cierto, que alguien le pase el dato a Felipe Calderón, que lo está defendiendo, que en el mismísimo programa de su amigo Chumel en el que ofende al hijo de AMLO a él lo llaman etílico.
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