Parafraseando aquel famoso principio filosófico de Protágoras de que el hombre es la medida de todas las cosas, bien se puede afirmar que los hechos van dando ya la medida de todas las cosas… políticas en el gobierno cuitlahuista.
Les llevó un año y medio empezar a ver los frutos de su aprendizaje pues hoy ya tienen triunfos político-legislativos resonantes que presumir, y tan importante como eso, o quizá más, como dice el verso de Machado hecho canción, han hecho camino al andar.
Aprendieron a usar la fuerza para alcanzar un objetivo, como lo demostraron cuando con un ejército de policías echaron de la Fiscalía General del Estado a Jorge Winckler Ortiz, como en los mejores –o lo peores– tiempos del PRI, usando “tecnología” yunista (iban dispuestos a apañarlo y a refundirlo en Pacho Viejo, pero se les escapó).
Lo habían intentado por el camino legal, pero por la falta de oficio político entonces, por inexperiencia, de malicia, tropezaron estrepitosamente en dos ocasiones, en parte también debilitados por sus pugnas internas que los llevó a tener dos bancadas.
Esa herida la pudieron cerrar un año después cuando en marzo pasado por fin pudieron destituir en forma definitiva al abogado herencia del gobierno yunista, alcanzando 33 votos a favor contra solo 12 en contra, lo que fue el primer indicio de que ya habían aprendido a caminar.
En mayo pasado aprobaron dos exámenes con los que se graduaron: lograron mantener la disciplina interna –Juan Javier Gómez Cazarín–, porque adentro no todo es miel sobre hojuelas, y convencer a diputados opositores quienes no dudaron en apoyarlos.
A la nueva Fiscal General del Estado ya la habían impuesto pero tenían que legitimarla. También lo lograron con un alto número de votos: 38.
Pero la mayor nota la obtuvieron cuando sacaron adelante una reforma al Código Civil, que la Iglesia Católica (y creo que también las evangélicas) ha tomado como una ofensa por ir contra la familia, dice la institución, y una reforma a la Constitución Política local que paró de manos y tiene ya armada hasta los dientes, para una cruenta batalla, a la oposición.
Sin embargo, a esta última corona, la más grande, le faltaban unos diamantes para que luciera completa y radiante, y se los acaban de incrustar: ayer el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) de la LXV Legislatura, Juan Javier Gómez Cazarín (JJGC), informó que rebasaron los 107 votos de igual número de ayuntamientos que requerían para que tuviera plena validez y el gobernador la pueda promulgar.
Tenían ya 110, más el del Consejo Municipal de Mixtla de Altamirano, con lo que pueden convocar a sesión para completar el proceso legislativo y enviar el decreto aprobado al gobernador para que lo promulgue. “Cumplimos con un reclamo que por años hizo el pueblo a gobiernos anteriores, que ignoraron”, dijo JJGC.
En realidad nunca dudaron que lo lograrían, tan seguros están ya ahora. A principios de mes, cuando Gómez Cazarín platicó con un reducido grupo de periodistas, se notaba tranquilo. Estaba recibiendo en el Congreso local a alcaldes con los que cabildeaba para que le dieran el ansiado sí. Aparte, el Secretario de Gobierno habría apretado dos que tres tuercas.
Errar es de humanos, dice un refrán, pero tiene como complemento el dicho de que echando a perder se aprende. Cada quién hará su cuenta para calcular si han salido caros los daños, o qué tanto han salido durante la curva de aprendizaje. Me atrevo a aventurar que no muy altos si se compara con la verdadera atrocidad que cometió el gobierno de Javier Duarte con el patrimonio de los veracruzanos, que por poco y nos deja en cueros.
Algo que yo no perdería de vista es que, además, han ido más allá dando un paso temerario, cruzando una línea imaginaria que ningún otro gobierno se había atrevido antes a cruzar: meterse, molestar a la Iglesia, causarle un agravio. La Iglesia es una institución universal que ha mantenido su poderío a lo largo de la historia de la humanidad, con una presencia fuertemente arraigada en el pueblo mexicano, como que su religión llegó con la Conquista.
El gobierno cuitlahuista seguramente calculó el costo político que tendrá su decisión, cuyo resultado vamos a ver en menos de doce meses cuando los veracruzanos, el 80 por ciento de los cuales son católicos, vayan a las urnas el 6 de junio de 2021.
En las semanas por venir, una vez que se promulgue la reforma a la Constitución, se iniciará una batalla en los tribunales para tratar de echarla abajo, mientras, los partidos políticos de oposición cojearán por el recorte del financiamiento que venían recibiendo, un tijeretazo de 177 millones de pesos al año.
Litigios aparte (grupos religiosos también tratarán de echar abajo la reforma al Código Civil), lo cierto hasta ahora es que Morena tiene ya la sartén por el mango y fríe a su gusto, con mucho, poco o nada de aceite y con la lumbre a todo lo que da o a fuego lento.
A la distancia, creo que al final se les subestimó y que la oposición y los críticos sistemáticos del actual gobierno esperaban que se cayeran solos, así se decía al principio; o que se iban a derrumbar con las críticas mediáticas o en las redes sociales. Ni una cosa ni la otra ocurrió y se ve muy difícil que suceda.
Lo que cuentan son los hechos y los resultados y con base en eso habría que partir para revalorar –al menos eso es lo que pienso y creo, una postura muy personal– la figura de Cuitláhuac García Jiménez, quien muy “tontito” o muy calladito, como lo señalan, pero le asestó sendos garrotazos a sus opositores, sean políticos, sean religiosos, que por lo pronto los descalabró aunque seguramente se van a reponer y nos van a brindar pronto unos rounds tan necesarios como urgentes para sobrellevar mejor la cuarentena.
Para la oposición será grave si cree que solo gesticulando en la tribuna, criticando desde las mesas de café, emitiendo boletines de prensa, echando a andar memes, los va a debilitar. Necesitan más, reinventarse y reinventar sus procedimientos pues qué duda cabe que hay una nueva realidad política en Veracruz.
Con un ingrediente adicional, algo que tampoco había sucedido antes en la historia política del Estado: el presidente de México apoya abiertamente con todo al gobernador Cuitláhuac García Jiménez, no solo en el territorio estatal y ante los propios veracruzanos, sino, esa sí, en la más alta tribuna del país, el Palacio Nacional, que tiene una caja de resonancia sin igual, con sus mañaneras.
A finales de mayo y la semana pasada cuando vino, AMLO machacó una y otra vez su confianza en el ingeniero y profesor universitario hoy al frente del gobierno, además por una gran razón, según lo interpreto: para fortalecerlo, porque necesita un gobernador fuerte para enfrentar con éxito las próximas elecciones.
De ese tamaño es el reto de la oposición.
En el fondo o en el trasfondo, aunque con otros actores y con una nueva escenografía, nos encaminamos, si nadie es capaz de pararlos, a una hegemonía como la priista y, que curioso, de nuevo teniendo al PAN como única verdadera oposición aunque, igual que en el pasado, siempre en desventaja por el enorme peso que tiene el poder.
La única novedad que cabría esperar es que surja una oposición más fuerte, la única que es posible si se decide: la ciudadana, que no está contenta ni conforme.