Para quienes hemos estado por largo tiempo en el ambiente de la comunicación es bien sabido que no se trata de un paraíso de honradez y decencia, se trata de un mundo lleno de intereses donde no se persigue la verdad sino la nota, tampoco el servicio al lector sino la ganancia. Eso sí, cuando alguien se atreve a criticar a la prensa todos, aunque especialmente los menos presentables, se rasgan las vestiduras, dan alaridos de dolor como si les arrancaran la piel de la espalda porque alguien se atreve a poner en duda su “objetividad”, su “servicio a la sociedad” y su “reputación”.
Afortunadamente, no entran en esa bolsa todos los medios, porque entonces ya podríamos despedirnos de cualquier esperanza. Durante la administración de Carlos Salinas de Gortari muchos, incluidos los que trabajábamos en Los Pinos, nos burlábamos de que el presidente dijera que sólo tenía como oposición al diez por ciento de la prensa, se trataba de los tres diarios más críticos, rigurosos en el oficio y con mayor credibilidad.
Cuenta el periodista Raymundo Rivapalacio en un artículo de hace varios años llamado “Medios de comunicación y cultura política” que “un veterano reportero describía la forma como varios periódicos titularían un eclipse de sol, de acuerdo con su orientación e ideología.
De tal manera afirmaba:
¿Cómo publicaría Excelsior?
Y respondía él mismo:
“El eclipse de sol en exclusiva para Excelsior”
¿Y El Nacional?
“El eclipse de sol, una obra del gobierno”
“El Heraldo de México?
“La iniciativa privada apoya el eclipse de sol”
¿Y El Sol de México?
“Gracias a Dios, el eclipse de sol”
Hoy el panorama ha cambiado porque para ejercer influencia sobre la opinión pública no están sólo los medios tradicionales, la prensa escrita, la radio y la televisión; están también los medios digitales y las redes sociales, pero el argumento debajo de la broma que hacía el reportero es el mismo, muestra la realidad y la función de la prensa, como dice el mismo Rivapalacio “en un mundo donde el tejido social se encuentra dominado por la concentración de la riqueza en un grupo reducido y hay un continuo choque de intereses, sólo es mediante la propaganda sistemática como se pueden satisfacer esos objetivos teóricos de la prensa [informar, entretener e inculcar valores, creencias y códigos de comportamiento] (…) Los medios de comunicación suelen estar en manos de grupos o personas poderosas, con lo cual se genera el proceso natural de que los medios de comunicación, por lo general, proporcionan un servicio mayor a las élites dominantes”.
Hoy vemos con claridad ese servicio que antes se hacía un poco más disimuladamente. A pesar de ello, el “periodismo” intenta seguir conservando su aire prístino. La arremetida contra el gobierno, sin embargo, como se ve, ya es abierta. Tenemos encima la pandemia, pero cualquier otro asunto igualmente sería tomado para hacer quedar mal a la administración, el problema con el coronavirus es que la desinformación y el ambiente de sospecha pone en peligro vidas humanas.
Los memes y la chunga que se desataron cuando la reportera de El Sol no fue capaz de formular una pregunta coherente a Hugo López Gatell, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, sobre las declaraciones del exsecretario de Salud, José Narro Robles, mostró por un lado el estado lamentable de una parte del oficio reporteril, pero lo que quedó de manifiesto, sin ninguna duda, es que la cadena para la que trabaja pone las notas al servicio de los intereses de grupos muy acaudalados.
En las redes sociales no faltaron quienes salieran en defensa de la reportera aduciendo los bajos salarios que les pagan. Eso es cierto, pero los buenos reporteros han pasado por esas muchas veces y no se rindieron diciendo “hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo”, al contrario. Es tanto como justificar que un maestro enseñe inadecuadamente porque percibe bajo salario. Si ese fuera el criterio, a pesar de que en este país suele haber más jefes que apaches, esos jefes no alcanzarían para hacer todo el trabajo de la tropa.
La pifia fue tal que al día siguiente enviaron a otra reportera, de más carácter, pero igualmente desinformada. El reporte diario de la siete se ha convertido en un reality show que podríamos denominar “Hasta derribar a López Gatell”. Los distintos intereses que allí se cruzan no dejan ver por ningún lado la inclinación a mantener informada a la ciudadanía con el objetivo de preservar su salud, de actuar con prudencia, sin entrar en pánico, sino de qué lado ideológico late el corazoncito de los medios acreditados y su pronta disposición a asignar culpas.
Mientras, la población actúa como mejor puede, y a veces no puede mucho. Depende de lo que lea o de lo que le comente otra persona que leyó algo. Y así tenemos masas andando por la calle sin cubrebocas, otros afirmando que el coronavirus no existe y unos más que sostienen que es una estrategia del gobierno para tener a la gente encerrada en sus casas. Lo dicen con tal convicción que ya sabe uno que es inútil tratar de proponer algún argumento, incluso uno simple como “¿para qué querría el gobierno tenernos encerrados sin trabajar?”. Mientras, siguen llegando infectados a los hospitales.
Da pena pensar que los gobiernos de Canadá, Francia, Inglaterra y Alemania están luchando contra el coronavirus y contra el descalabro de la economía. En México el gobierno está lidiando con el coronavirus, el daño a la economía, las carencias en el sistema de salud que sí es responsabilidad de los gobiernos anteriores, los políticos que desean recobrar el poder, los medios al servicio de los empresarios, el frente anti López Obrador, los opinadores profesionales y los rumores de un golpe de Estado. Ojalá nuestro problema sólo fuese la economía y el coronavirus.
ramirezmorales.pilar@gmail.com