OPINIÓN / Uso de Razón / Pablo Hiriart / 06.mayo.2020 /
* El mayor riesgo de México es caer en manos de los cárteles de las drogas, lo que ya está sucediendo por la desidia e indolencia del gobierno.
La crisis económica traerá la mortandad de decenas de miles, o cientos de miles de empresas, porque el gobierno dejó a su suerte a los emprendedores y a sus empleados que levantaron hoteles, restaurantes, fábricas y negocios.
¿Quiénes van a tener los recursos para comprar esos hoteles, esos restaurantes y esas fábricas o negocios?
Los cárteles del narcotráfico. Al menos una buena parte, para legalizar sus ganancias de las drogas, la extorsión y el secuestro.
Desde luego el gobierno, con su proyecto estatista y anti sector privado, va quedarse con empresas que no puedan pagar sus impuestos porque la 4T no les dio ninguna facilidad fiscal para sobrevivir.
Pero el gran ganador será el narco, que adquirirá a bajo precio fuentes muy valiosas para el lavado de dinero.
El total desinterés de López Obrador por combatir a los cárteles los ha empoderado como nunca, y México se convertirá en una gigantesca lavandería de recursos provenientes de actividades criminales.
Roberto Saviano, el periodista italiano de fama mundial por su conocimiento del modo de operar del narco, escribió el domingo, con explícitas referencias a México, que “por cada empresario sano en riesgo de bancarrota, hay un clan dispuesto a invertir con inyecciones de capital”.
Nuestro Presidente le está entregando en bandeja de plata el país a las bandas del narcotráfico, y lo están tomando, como hemos visto en videos y noticias de estos días.
“Donde no llegue el Estado, llegarán las mafias”, apuntó Saviano.
Y López Obrador, hábil en muchas cosas, pero que no está capacitado para gobernar un país, dijo el jueves reciente en su conferencia matutina, para justificar la falta de apoyos al sector privado:
“Si quiebra un comercio, ni modo que acuda al gobierno para que lo rescate. No, ahí ve cómo le hace”.
Bueno, si quiebra uno, el problema es del dueño del negocio. Pero si quiebran decenas o centenares de miles, el problema es de todos, empezando por el gobierno.
Eso no lo entiende el Presidente, un radical anti-IP.
Donde no llegue el Estado llegarán los cárteles del crimen organizado.
Y lo estamos viendo. El martes 21 entraron ochenta hombres armados, en 25 camionetas Lobo con el logo del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), a Valparaíso, Zacatecas.
Con el rostro cubierto y vestidos de negro se pasearon por la ciudad, convivieron con la población, exhibieron su armamento de alto poder, recibieron muestras de apoyo de la gente y ofrecieron su respaldo, “lo que se ofrezca, raza, ya saben”.
Así en Zacatecas, en Sinaloa, en Jalisco, en Tamaulipas… Reparten despensas, juguetes, propaganda. Y no encuentran autoridad que los detenga.
Aún no asimilamos lo que significa que el Presidente se lleve con los narcotraficantes –aunque él no lo sea– con una cordialidad impropia de un jefe de Estado.
Los cárteles se han empoderado, matan a más gente que nunca antes: 35 mil 588 homicidios cometieron el año pasado y no se les persigue.
Con la cuarentena no han dejado de matar: hemos tenido los meses más violentos de la historia.
La indiferencia del gobierno federal les ha permitido adueñarse de amplias regiones de Guanajuato, lucrar con el huachicol y asesinar como les venga en gana, a pesar de los heroicos esfuerzos de la policía estatal.
Era una percepción extendida que el Presidente tenía simpatías hacia los capos del narco, y con dos acciones despejó dudas: soltó a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, cinco horas después de haber sido detenido en Culiacán.
Y para el cumpleaños de Ovidio fue al ejido donde vive la familia del narco y compartió una taquiza con los lugareños, además de ir a saludar a la mamá del preso más famoso de Estados Unidos.
Hubieran dicho que “pacificar el país” consistiría en entregárselos a los narcos, y que habría más violencia y mayor impunidad.
Con la caída de -7 por ciento de la economía que se pronostica para este año, un millón 400 mil personas con empleos formales quedarán sin ingresos y no hay ningún programa social que los cubra a ellos y a sus dependientes.
Más los que están en edad de trabajar y no van a encontrar empleo, porque no habrá. Y los informales.
¿De dónde van a tomar recursos para comer y sobrevivir? En el gobierno no habrá contrataciones, el sector privado, sin apoyo, tampoco va a contratar. ¿Entonces?
Un porcentaje de esa población entrará a trabajar en la economía criminal.
Las mafias serán las grandes ganadoras de la desastrosa política económica y social del gobierno. La inseguridad se va a disparar. Ya está ocurriendo.
Mientras, los desorientados porristas de AMLO en los medios y en las redes exprimen su atrofiado ingenio para acusar, ¿y qué tal García Luna? ¿Por qué no dijeron nada de García Luna?
Ven todo, empezando por López Obrador, como una guerra de propaganda. Es enfermizo.
García Luna está preso en Estados Unidos acusado de haber protegido al Chapo. Si la hizo, que la pague. Y este gobierno, que ahora dice que conocía esos supuestos nexos, no lo detuvo.
El episodio de García Luna –aún si fuera culpable– no convierte a México en un narcoestado.
La tolerancia y simpatía del gobierno hacia los cárteles criminales, sí nos llevan en esa dirección.
Mas aún cuando el Estado se repliega: las mafias ocupan ese lugar vacío. Va a suceder con un sector de la economía que el gobierno deja morir. Habrá quienes la tomen en sus manos.
Con información de EL FINANCIERO