Economista y financiero de fuste, formado académicamente en la UNAM, en la Universidad de Nueva York y en Ginebra, Suiza (en cursos patrocinados por la ONU), el gobernador Agustín Acosta Lagunes solía mencionar que todas las crisis económicas del mundo las terminaban pagando los pobres, que así había sido siempre a través de la historia.
Trabajé para su gobierno y me permitió el acceso a muchas reuniones donde se discutían los temas de actualidad y se tomaban decisiones. Ahí lo escuché en pláticas que eran verdaderas lecciones de economía (había sido además profesor de Comercio Internacional en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM).
Como gobernador, a él le tocó en febrero de 1982 aquella terrible devaluación del peso que decretó el presidente José López Portillo (gracias a quien había llegado a la gubernatura), cuando nuestra moneda se depreció de 22 a 70 pesos por dólar.
No se me olvidan las escenas que vi entonces en los bancos cuando llegaban las personas llorando porque habían perdido todo su patrimonio, cómo se portaban agresivas con el personal y cómo muchos terminaron suicidándose. En efecto, los de la clase media alta pasaron a ser de clase media media, los de la media bajaron a clase media baja, los de la clase media baja se proletarizaron y los pobres pasaron a la pobreza extrema.
“Esta crisis no la pagarán los de a pie”
El lunes pasado me lo recordó un encabezado del portal sin embargo.com que hacía referencia al dicho del presidente Andrés Manuel López Obrador de que esta crisis, la económica que está causando el Covid-19, no la pagarán los de a pie y que cero rescate a los de mero arriba (los grandes empresarios).
El domingo, AMLO había dicho en su informe trimestral que la fractura por el quebranto no sería endosado a las clases trabajadoras, como se había hecho en el pasado.
Me pregunto si el presidente lo va a lograr, si va a romper en México con esa que ha sido como una sentencia fatal de que sean los jodidos los que paguen los platos rotos. De todos cuantos hablo, platico, dialogo y consulto, incluyendo amigos y excompañeros de trabajo financieros y economistas, todos coinciden que no, que no lo va a lograr.
No he dejado de plantearme: ¿y si lo logra? En la vida no hay nada definitivo hasta que es definitivo. Le doy el beneficio de la duda aunque considero que si llegara a tener éxito el costo sería muy alto, porque el presidente seguramente piensa solo en los que tiene en sus padrones (cita una cifra de 22 millones de personas), pero al no dar facilidades a los empresarios expone a dejar sin trabajo a entre 400 mil y un millón 500 mil trabajadores, con sus respectivas familias para quienes no hay una propuesta concreta de rescate.
Ayer miércoles las posturas estaban muy bien y claramente definidas: la del gobierno y la de los empresarios, que solicitan estímulos fiscales aunque no piden que se les condone nada, solo facilidades, por ejemplo para pagar impuestos. El presidente ha sido reiterativo: no.
La postura de ayer de López Obrador me pareció más moderada y, ahora sí, como dijera Cuitláhuac, esperanzadora, al reconocer que el líder empresarial Carlos Salazar Lomelín está cumpliendo con su papel de defender a su gremio, reiterar que no hay ruptura con el sector empresarial, que no hay diferencia de fondo, pero que como presidente tiene que representar los intereses de la población, “velar para todos, pero procurar darle preferencia a la gente humilde”.
No dejó de llevar a su esquina al presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) al solicitarle que hable con 15 dueños de las grandes empresas que deben 50 mil millones de pesos de impuestos, incluyendo multas y recargos, para tener más recursos y enfrentar mejor la situación.
Pero mientras asegure que no hay ruptura se entiende que queda abierta la posibilidad del diálogo, del que se esperaría el entendimiento de las partes. Se requiere, es necesario para la unidad, que no la uniformidad, para afrontar el peligro de la pandemia pero también la crisis económica; que todos salgamos lo menos dañados posible y con la posibilidad de una recuperación en el menor tiempo posible.
Cumplió Cuitláhuac con la UV
¡Carajo! Admirable la determinación del gobernador Cuitláhuac García Jiménez de saldar la deuda que tenía la Universidad Veracruzana con el SAT por el impago de impuestos por mil 685 millones 697 mil 944 pesos, que se saldaron el martes pasado, apenas en cuatro meses, ante el Sistema de Administración Tributaria.
Esa cifra corresponde al periodo junio 2015-noviembre 2016 que el gobierno de Javier Duarte no pagó, aunque todavía queda otra suma de un periodo anterior que va de agosto de 2014 a mayo de 2015, dinero que la administración duartista desvió.
El gobernador es académico de la casa de estudios y le ha quitado un gran peso a las autoridades universitarias, que podrán planear con más libertad al no tener la presión de la deuda e incluso de la amenaza de un embargo financiero del que se llegó a hablar en un determinado momento.
Aun cuando estamos en cuarentena, no dudo que toda la comunidad universitaria se lo reconoce y se lo habrá de reconocer cuando todo vuelva a la normalidad. La buena administración del secretario de Finanzas, José Luis Lima Franco, también egresado de la UV, ha sido de gran ayuda, sin duda alguna (declaró ayer a Más Noticias, de RTV, que se cuenta con recursos inmediatos para atender la contingencia, y remitió a un decreto del gobernador que autoriza medidas extraordinarias y de excepción para atender la emergencia. El hombre tiene credibilidad).
Rectificación obligada
Mencioné ayer que el aspirante a la dirigencia estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, no había salido en defensa del presidente Andrés Manuel López Obrador y su postura para enfrentar la actual crisis, contraria a la de los empresarios del país. Sí lo hizo. Corrijo.
El martes, en el diario La Jornada Veracruz, publicó un artículo con el título “Ante la adversidad: Unidad Nacional con el Presidente de México”.
En su texto dijo entre otras cosas: “Observo del Presidente Andrés Manuel López Obrador mucha serenidad para saber cómo proceder ante el embate de un sistema opositor, que fracasó demostrando sus raíces de complicidades y corrupción; un hombre cuya paciencia con temple defiende sus ideas y acciones, basadas en el apego a la voluntad popular, la legalidad y la absoluta transparencia en el manejo de sus decisiones y los recursos con los que cuenta para actuar.
Ahora más que nunca México exige absoluto apego a la legalidad. Actuar con prudencia sin llegar a la inmovilidad es usar los recursos con los que se cuenta, sin tener que llegar al endeudamiento indiscriminado ya sea externo o interno…
Hoy el Presidente… acude al llamado de la Nación, evaluando y decidiendo lo mejor para México, luchando con lo que tenemos y viendo primero por los más vulnerables, los más pobres, aliándose con el sector productivo para trabajar con su experiencia y mitigar los golpes económicos, también reconociendo ampliamente al heroico personal de salud que en los hospitales y en cualquier centro de salubridad ofrecen su vida para salvar la de los mexicanos”.
Llegamos a los días mayores
Semana Santa “doméstica” llamó a la actual ayer el Papa Francisco, porque no se puede ir a la iglesia. Llegamos al Jueves y al Viernes Santo.
Ayer Francisco rezó por “la gente que en esta época de pandemia hace comercio con los necesitados” a quienes calificó como “mafiosos, usureros y muchos otros”, reportó Vatican News.
Dijo otras cosas interesante: reconoció que pese a las medidas sanitarias implementadas por los gobiernos, “nos vamos dando cuenta de que todo nuestro pensamiento, nos guste o no, está estructurado en torno a la economía” (¡vaya que si no!, y ahí vemos la disputa en México entre el presidente y los empresarios).