¿Cómo ves cuate?

La violencia persistente y extremadamente cruel contra las mujeres en México, que ha desatado las justificadas protestas de los últimos días, se ha vuelto noticia de primera plana en la prensa nacional e internacional.

Si un tema se posiciona en la agenda pública por adquirir las proporciones que muestra el feminicidio, lo más recomendable es abordarlo con el nivel de gravedad que tiene.

Como muchos, considero que el gobierno no ha podido dar una respuesta proporcional a la siniestra dimensión que ha alcanzado la violencia contra las mujeres. Tampoco ha sabido elegir la prioridad de los temas.

Para ser justos, el problema, desde mi punto de vista no parece ser que se desestimen los casos como el de Ingrid y la niña Fátima que por su crueldad han desatado más protestas, pues se suman a las ya muy sonadas manifestaciones de las universitarias. Presidencia parece no tener área de comunicación social. Pueden suceder dos cosas: el Presidente no se deja aconsejar o Comunicación Social no hace bien su trabajo. La falta de empatía con la causa de las mujeres de la que se acusa a Andrés Manuel López Obrador tiene que ver más con un discurso fallido.

Un presidente no puede permitirse hablar como si estuviera en un programa de Chabelo. Por más coloquial que se quiera ser “para que todos lo entiendan”, la investidura no da lugar a un “¿cómo ves cuate?”, como diría Chabelo. La tunda que el Presidente ha recibido en redes sociales tiene que ver, al menos con dos factores, un abordaje inadecuado del tema, con declaraciones que promueven la percepción de desinterés por parte del presidente hacia los asesinatos sistemáticos y en ascenso de mujeres y niñas y dos, la simplificación de su discurso por parte de sus enemigos políticos para exhibir la impericia de la administración para manejar un problema de esta gravedad, a fin de propagar el humo de la desconfianza y el repudio.

Prácticamente a ningún político de alto rango le va bien cuando echa mano del lenguaje coloquial, su uso generalmente es desafortunado y se presta a la chunga. El “fuchi, guácala”, “me canso ganso”, “abrazos y no balazos”, “piensen en sus mamacitas, y otras frases del estilo son los temas de las redes. Si el gobierno hace bien algo, pasará inadvertido porque todo mundo prefiere hablar de las “gansadas”. Es el riesgo de exponerse todos los días ante la prensa. Pero AMLO no es el único. Se pudo haber olvidado todo lo que pasó en el sexenio de Ernesto Zedillo, pero nunca el “no traigo cash”. O “las víboras y las tepocatas”, o las “lavadoras de dos patas” entre las muchas expresiones de mal gusto de Fox. Citar a Peña Nieto como correspondería excede el espacio de esta columna, pero quién olvida “no soy la señora de la casa”, dado que tampoco era el señor de la casa presidencial o “ya sé que no aplauden”.

En otras latitudes los mandatarios también tropiezan, especialmente en los temas de género y la diversidad sexual, simplemente porque dicen lo que piensan como personas y no como representantes de un país. “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí” dijo el presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien también ahora está ahora en el ojo del huracán porque su machismo afloró de nueva cuenta al insinuar que una periodista quería información a cambio de sexo: “(Patricia Campos) quería un furo. Quería dar el furo a cualquier precio” dijo apenas ante la prensa utilizando un juego de palabras porque furo en portugués significa agujero, pero en la jerga periodística se usa como primicia o exclusiva.

Sebastián Piñera dijo en un discurso ante sus simpatizantes, cuando era candidato “me acaban de sugerir un juego muy entretenido. Todas las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas y nosotros los hombres nos tiramos encima y nos hacemos los vivos”; y el argentino Mauricio Macri aseguró “negarles a las mujeres el derecho a abortar no es violencia de género”.

Aun cuando se tiene un discurso claro y prudente, como creo que sí lo tenía Obama, su equipo de comunicación trabajaba para transmitir adecuadamente los mensajes. Un integrante de su equipo de asesores señaló que era ese equipo el que redactaba los tuits presidenciales y nunca el presidente mismo. No basta tener la buena intención, un plan para enfrentar un problema o un programa que puede dar respuesta a la mitad del país como somos las mujeres, es necesario saber comunicarlo.

Yo también exijo a la presidencia una respuesta urgente y atingente a la ola de feminicidios. Me uno a la protesta generalizada por la brutalidad de los asesinatos. No apruebo la vandalización de monumentos o edificios históricos, pero reconozco el valor mediático que han tenido estas conductas para visibilizar el problema, aunque si fuera el presidente no lo mencionaría cuando está en la agenda el tema de una pequeña violentada y asesinada tan salvajemente o el feminicidio de Ingrid que padeció una muerte atroz y después el trato despiadado y cruel de la prensa y de los servidores públicos que filtraron las fotos.

Aunque también rechazo tajantemente las críticas de los actores políticos de administraciones anteriores que hoy se ceban en los yerros de la actual gestión y sólo utilizan la violencia contra las mujeres para sus propios fines políticos. Los feminicidios no comenzaron hace un año. En las tres pasadas administraciones los gobiernos se resistían a que fuese declarada una alerta de género. No se hizo nada contundente para frenar el problema y hoy exigen una solución inmediata. Las mujeres les importan mucho menos que hacer ver mal a su enemigo político. Y esto, utilizar un causa justa para sus intereses, es otra forma de violencia contra las mujeres.

ramirezmorales.pilar@gmail.com

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