El Presidente Fox junto con su secretario de salud Julio Frenk, crearon el Seguro Popular, muy criticado entonces al duplicar un servicio que daba la Secretaría de Salud, utilizando la infraestructura y el personal de la secretaría, aunque ofreciendo la gratuidad de los servicios para las personas de más bajos recursos y aunque no accesible a los hospitales de alta especialidad salvo casos especiales, se fue mejorando el programa que alcanzó cobertura en todo el país para la atención de 1er. y 2º. nivel y diseñando un rubro llamado gastos catastróficos que cubría enfermedades graves como el cáncer, VIH, tuberculosis, lepra y enfermedades crónicas entre otras de altos costos, pero gratuita para los pacientes. Indudablemente aun con fallas y con presencia de casos de corrupción en varios estados, entre ellos el nuestro de mal recuerdo y sabor de boca del sexenio de Duarte y su pandilla, pero que esas fallas y errores se iban puliendo poco a poco beneficiando a millones de mexicanos que recibían atención y medicinas gratuitamente. Obviamente los institutos de atención para trabajadores, no eran parte de ese programa, ya que está estructurado bajo otras condiciones, para trabajadores que de una u otra forma pagan por esa seguridad social y que les da servicio al trabajador y sus familias aun después de jubilados. Que en los últimos años los enfermos han padecido desabasto de algunos medicamentos e insumos hospitalarios, es cierto, pero aun así los enfermos no se enfrentaron a riesgos mortales gracias al ingenio y buena voluntad de médicos y personal de esos centros asistenciales.
En ésta administración gubernamental, se borró de un plumazo toda la experiencia adquirida y los beneficios que ofrecía el Seguro Popular, desechando a empleados que bien que mal, manejaban y entendían toda la estructura y mecanismos de atención y que con los empleados de la Secretaría de Salud sacaban adelante el trabajo y la sobrecarga sin haber contratado personal médico y de enfermería, ni darles incremento de salario. Así que desapareciendo el Seguro Popular, se crea el Instituto de Salud para el Bienestar que arranca con el pie izquierdo, con grandes y graves deficiencias administrativas, importantes carencias de medicamentos, material de curación e insumos hospitalarios, anulando la atención del programa de gastos catastróficos y dificultando aún más el acceso a los servicios de alta especialidad.
Bueno hubiera sido que aunque le cambiaran el nombre, haber aprovechado el diseño, los programas y los aspectos administrativos ya existentes, para irlos puliendo aún más, perfeccionarlos y mantener la descentralización de toda la estructura ya existente; ampliar la contratación de médicos para mejorar los servicios, máxime que hay un sinnúmero de médicos generales y especialistas desempleados que se alquilan por muy bajos salarios o que de plano trabajan en otra cosa fuera de su carrera.
En fin que la salud de los mexicanos hoy está más en riesgo y en muchos casos mortal, mientras el nuevo proyecto encuentra un mejor y rápido camino.