Los maledicentes del senador con permiso, Ricardo Ahued Bardahuil siembran en terreno infértil sus intrigas. Tal vez al pago por la peca, sus acusaciones son infructuosas por una sencilla razón: la gente lo estima. Su capital político es innegable y su trabajo de servicio social natural. Habría que seguir sus pasos desde los ocho años, que ya ayudaba a su padre en su pequeño negocio, que a base de grandes esfuerzos, limitaciones, entrega se sembró lo que hoy es una de las grandes empresas veracruzanas, que llenan de orgullo al estado. Con toda la imparcialidad posible, Ahued Bardahuil se distingue por su sencillez en el trato. De maneras suaves y muy cercano a la población, que públicamente le demuestra afecto y se acercan a saludarle. De la única entrevista que le realicé para Milenio- no acostumbró entrevistar políticos-lo he visto crecer enormemente. Su paso por el Senado, en representación de los veracruzanos, no fue infructuoso pues exigió bienestar para la población. Consideramos rudeza innecesaria, vileza en adjetivar de manera tan negativa a un hombre de trabajo y muy productivo. Pensaba el escritor español Ortega y Gasset, que todos los hombres tienen luz y sombra. Ahued tiene más lo primero, en cuanto a su ejercicio público. Los dimes y dirites, son propios de la desdibujada y desacreditada politica nacional.