Resurgió la polémica por la aplicación del programa “Mochila sana y segura” que anunció la Secretaría de Educación Pública después del tiroteo que protagonizó un niño de once años en una escuela particular de la ciudad de Torreón. En las redes se leen argumentos a favor y en contra de la medida.
Quizá no les falta razón a quienes rechazan el programa señalando que esa operación revisora debe hacerse en la casa y no en la escuela, con el argumento principal de que vulnera los derechos humanos de los estudiantes. Se debe tener en cuenta, sin embargo, que en la propia escuela que fue escenario de esos hechos sangrientos, la directora notificó a la supervisión de la zona que varios padres de familia se negaban a que el programa se llevara a cabo. “Cabe manifestar que los padres de familia expresaron su inconformidad ante la medida de que personas ajenas hagan su revisión, señalando que las condiciones de nuestra comunidad no requieren su aplicación”, dijo la directora en el comunicado que entregó a las autoridades educativas.
“Las condiciones de nuestra comunidad” no es sino un argumento clasista que hace referencia al nivel socioeconómico de las familias que envían a sus hijos a esa institución privada y consideran que esa circunstancia los libra de un peligro como el que sufrieron en días pasados, algo así como “los ricos no matan”. Ni siquiera esgrimieron la vulneración de derechos, sino su condición económica como el escudo salvador de la violencia. Nada más demencial.
Lo cierto es que, en teoría, correspondería a los padres hacer la revisión no sólo de la mochila de sus hijos sino de su conducta en general, verificar que además de mochila sana y segura, también viven una vida sana sin armas a su alcance dentro del hogar y una salud familiar promedio que permita detectar conductas alarmantes. Tenemos que admitir que tal cosa no sucede. En mi experiencia como docente y con los testimonios de muchos colegas, puedo decir que una porción muy importante de los padres consideran que cumplen con su deber paterno al enviar a sus hijos a la escuela; si algo malo sucede será porque la escuela no está cumpliendo su tarea.
Esta es una controversia espinosa, pues los padres responsables se pueden sentir ofendidos, pero bastará con una sola familia que ignore lo que hace su hijo para sembrar el dolor, la consternación y la muerte en una escuela.
Por otra parte, es más fácil el control de una actividad de revisión en 300, 400 o 500 mochilas en una escuela que sobre las relaciones y la estabilidad del mismo número de familias que puede involucrar a cuatro o cinco personas más por cada estudiante. El Colegio Cervantes, con toda su exclusividad no logró ese fantasioso control.
Yo, como madre de familia, comprendo que la revisión puede traspasar límites, pero la preferiría a estar deseando que todas las familias hagan su tarea para preservar la seguridad de sus hijos y su comunidad escolar. En realidad, otro asunto es mucho más preocupante, el de la permanencia del programa. No es la primera vez que se anuncia su aplicación; seguramente debido a los hechos lamentables de la escuela de Torreón se estará haciendo la revisión de las mochilas y cuando los días y las noticias hagan desaparecer de la agenda pública el siniestro del Colegio Cervantes, las escuelas bajarán la guardia, como ya ha ocurrido antes, y el riesgo volverá.
En Estados Unidos, después de la matanza en el Instituto Columbine, ubicado en un exclusivo barrio de la ciudad de Denver, los maestros no clamaban por más salarios sino por la instalación de arcos detectores de metales. Algunas escuelas tomaron medidas, porque, claro, hacerlo requiere recursos y ajustes en la dinámica de funcionamiento de las escuelas. Algunas incluso colocaron detectores de rayos X. Lamentablemente eso no detuvo los asesinatos masivos en las escuelas; el más terrible de ellos fue en 2007 en el Instituto Tecnológico de Virginia donde murieron 32 personas, el de Connecticut en diciembre de 2012 con 27 víctimas, la Universidad de Umpqua en Oregón en octubre de 2015 con once fallecidos, el Instituto Marjorie en Florida tuvo 17 personas muertas en febrero de 2018, en mayo de ese mismo año hubo otro tiroteo en una escuela de Texas donde murieron 10 estudiantes, sólo por mencionar los casos más conocidos por la cantidad de víctimas.
Todavía recordamos el estremecedor video del estudiante de una escuela secundaria de Monterrey que disparó a su maestra y a cuatro compañeros antes de suicidarse en enero de 2017. Hoy se agrega un hecho escalofriante: el ataque con armas de fuego ocurrió en una escuela primaria.
Lo más aterrador ante estos casos sería no hacer nada. Los padres y quienes están en desacuerdo con la posible vulneración de derechos del programa Mochila sana y segura que se organicen para vigilar que no haya abusos, pero la inacción y seguir como si nada, es literalmente mortal.
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