Isabel Arvide es un ejemplo del “periodismo” del antiguo régimen: arrastrado, mentiroso, arrogante, abusivo y golpeador contra quienes no se alinean.
Ese régimen los premiaba con chayo en varias presentaciones: desde el sobre personal hasta las millonadas en publicidad oficial, a medios con tráfico y a otros que, como el portal web de Arvide, Estado Mayor, tienen pocas o cero visitas.
El gobierno da publicidad oficial para poder cumplir con sus objetivos, como promover programas públicos o transmitir información de emergencia. Pero con el PRI, el PAN y el PRD, el dinero de nuestros impuestos se usaba para comprar a la prensa vendida -como Arvide- y halagar a políticos y funcionarios.
Esto fue cuestionado por décadas. En 2012, el Movimiento #YoSoy132 exigió establecer criterios institucionales claros, generales, transparentes, para el otorgamiento de publicidad oficial; lo mismo hizo el colectivo #MediosLibres en 2018.
El gobierno de AMLO anunció su intención de cambiar las cosas y que la publicidad oficial se destinaría ahora a los medios que puedan alcanzar a la audiencia necesaria, bien por su tráfico, bien por el nicho al que llegan, como los comunitarios e indígenas.
Sigue faltando una reforma legal que garantice la adjudicación de publicidad oficial con base en el interés público.
Pero, obvio, los privilegiados de antes están descontentos.
Y no entienden qué pasa, por qué se da publicidad a prensa no vendida. ¿A quién se le ocurre? ¡Es casi antinatural!
Tan no comprenden cuál es la función social del periodismo que Arvide fue hoy a La Mañanera a reclamarle a AMLO porque ya no le llega su chayo encubierto, y porque entre los medios que sí reciben publicidad está Proceso, un semanario que mantiene la línea crítica e independiente que sostuvo con los ocho presidentes anteriores.
Desde su fundación en 1976, Proceso ha pasado la mayor parte del tiempo en la congeladora, porque priístas y panistas quisieron doblegarlo con boicots publicitarios, y fracasaron.
López Portillo lo justificó con su famosa frase: “No pago para que me peguen”.
A Arvide, eso nunca le pareció mal. Esta mañana, creyó que sería muy ingenioso invertirla: parece que ahora “solamente te pago si me pegas”.
Así despejó cualquier duda, si las había. Lo que pide es regresar a los viejos tiempos: págame para consentirte.
La idea de que el periodismo tiene que servir a la sociedad, y no al poder, todavía no llega a sus mentes.
Habría que darles chayo para que al menos la publiquen.
con información de: aristeguinoticias.com