Andrés Manuel: festejando el desastre

Un año ya y esto va peor. Sin control, la violencia impone la agenda nacional, la economía en recesión, se desploma el empleo, detona la crisis de salud, prevalece la corrupción, hay fraude en la CNDH, pronto caerá el INE y el presupuesto se destina, vía programas sociales, al ejército electoral de la 4T. Y Andrés Manuel feliz.

Un año y Pemex no apunta a ser la palanca de desarrollo, las calificadoras de deuda con estimaciones negativas, el empresariado escéptico, salvo por los Slim que antes fueron aliados y cómplices del neoliberalismo, la minoría rapaz.

Un año y al demócrata le sobran ínfulas para trastocar la ley. Prevalece en él la esencia del activista que trasmuta a opositor, que anhela ser caudillo y no asume el rol de jefe de Estado. Andrés Manuel es grillo y nada más.

Una a una, las instituciones nacionales son cooptadas. El Congreso Federal se le dio por accidente, arrastrados millones de votos hacia Morena por el Efecto López Obrador. Y a partir de ahí, con el control de diputados y senadores, designa ministros a modo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, funcionarios en las comisiones de Hidrocarburos y Reguladora de Energía, pulverizando los contrapesos al poder presidencial.

Aún con el vértigo en la azotea, mareado con un triunfo que anheló pero nunca imaginó que tendría la contundencia de 30 millones de votos, Andrés Manuel va perdiendo la dimensión de la realidad o vive en su realidad alterna. Se dice feliz y a todos responde que “vamos requetebién”. Y no es así.

Con Rosario Piedra el desaseo pintó a López Obrador como es: lo que no se obtiene con la razón se arrebata por la fuerza.

Distinguió a Rosario Ibarra de Piedra con la Medalla Belisario Domínguez y días después impuso a Rosario Piedra, su hija, en la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Y lo hizo violando la ley, sin reunir los requisitos de elegibilidad, con una votación fraudulenta, trenzados a golpes y jalones, gritos y descalificaciones los senadores, mientras se consumaba el atraco.

Lo visto en el Senado describe a la Cuarta Transformación: Rosario Piedra jurando cumplir y hacer cumplir la Constitución, entre cartulinas con una leyenda demoledora: CNDH FRAUDE.

Al laberinto se sabe cómo entrar pero no cómo salir. Andrés Manuel ejerce el poder 24/7. Día y noche, aferrado al paso del país, abarca todo y se le van todas.

Un año se dio para desmantelar las estructuras del régimen anterior, que es el mismo al que por años sirvió y a muchos de los artífices del caos mexicano los tiene con él, y de tanto confeccionar el proyecto se le fue la sexta parte de su gobierno. Acabó con la reforma educativa, posterga la energética, mantiene intacta la de telecomunicaciones, modifica el sistema fiscal, endurece las penas a quienes ejercen el negocio de la reventa de facturas, que son actos innegables de corrupción, cuestionado por llevar a los tribunales lo mismo a los delincuentes que al contribuyente legal.

Alza polvo Andrés Manuel día con día, apenas sale el sol. Sus mañaneras son un desastre. Carece de datos reales porque él tiene “otros datos”. Se irrita y se enciende. A lo punzante responde con agravio. Se vacía, se desfasa, vulgariza la investidura presidencial.

No son las mañaneras un espacio para informar. Es el coliseo en que a diario ridiculiza a la prensa. Así lo diseñó. Lo hizo una plaza de toros en que quisiera ser el matador. Y no lo es. Olvida que la retórica sucumbe ante los hechos. Sus cifras de violencia son patéticas y de escándalo. La estadística económica es una vergüenza.

Y su respuesta es el insulto. A la prensa crítica le vacía las tripas. “Chayoteros”, “doble cara”, “fifís”, “conservadores”, les dice. A Reforma, a El Universal, a Proceso que tanto ayudó con su crítica al régimen anterior a generar un estado de repulsa social, a todos les zumba cuando no tiene qué responder.

Un tiempo fue atractivo mediático. Luego entró en un desgaste brutal. Hoy, las mañaneras son un escenario a medio llenar. Y en primera fila, los patiños y las focas, youtubers sin empaque en el ámbito de la comunicación. Ahí, en los desfogues de Andrés Manuel, no está el rumbo ni la brújula de quien gobierna a México. Está la radiografía de quien nació para agitar, no para estadista.

Año violento que deja más de 38 mil muertos desde el arribo de López Obrador al poder. Es la estela de muerte que lastima a México. Año de masacres como en los tiempos de Peña Nieto y de Calderón. Ahora que no hay guerra al narco, de lo que acusa a quienes lo precedieron en la presidencia, el Dios Peje se ciñe una corona oprobiosa: tener el año más violento en la historia del país.

Ante la violencia, los abrazos, la evasión de Ovidio, el hijo del Chapo, en un operativo desastroso —el Culiacanazo—, apresando al joven capo y dejándolo ir, sucumbiendo al amago de que aquello sería un baño de sangre y pagarían los inocentes.

Alguien en la cadena de mando reventó el operativo. La infiltración del narco en el aparato de seguridad es evidente. López Obrador se mantenía ajeno y cuando el Cártel de Sinaloa asumió el control de oka situación, Andrés Manuel pasó a la historia.

Hay irritación en el Ejército al que el presidente dice en abierto que si pudiera lo desaparecería. Hay voces que, también en abierto, advierten de la existencia de halcones para tomar el poder. Y lejos de aquietar la marejada, Andrés Manuel vocifera un golpe de estado en ciernes. Y luego recula. No hay condiciones en este momento, dice, para una asonada.

Un año y los abrazos a los capos se traducen en impunidad. Cualquiera ultraja al Ejército, ofreciendo un espectáculo deningrante, viendo a militares sometidos, ninguneados, hincados ante autodefensas que no son más que la máscara del narco.

Son 38 mil muertos, más de 100 al día, por la violencia de los cárteles. Andrés Manuel los golpea en sus estructuras financieras, les congela cuentas bancarias, identifica a quienes lavan dinero. Pero en las calles la muerte sigue, el dolor lacera, prolifera el secuestro, la extorsión, las masacres para calentar las plazas.

Humillante, el episodio de la migración. Aquel que ofreció puertas abiertas, paso libre hacia Estados Unidos, empleo en territorio nacional, terminó arrodillado ante la amenaza de la aplicación de aranceles a productos mexicanos en aquel país. Así se convirtió en el policía migratorio de Trump.

Un año ya y la economía va al desastre. Tres trimestres sin crecimiento y Andrés Manuel persiste en descalificar al poder del dinero. Son ellos los poderes fácticos, los que mueven la economía dinamizando la empresa, el flujo de recursos, impactando en el bolsillo del trabajador.

De todas las estampas, la del 0.1 por ciento en la medición del INEGI, tan presumido por López Obrador, fue la peor. Hoy, contra su costumbre de mentir y alardear, ha debido reconocer que la economía no va bien.

Lo social es pavoroso. La crisis de medicamentos marcó a la 4T como un gobierno sin alma. Miles padecieron —y padecen— el desabasto en instituciones del sector salud. Muchos niños enfermos de cáncer sin tratamiento por una medida burocrática, la decisión de no favorecer a un proveedor. Y cuando se adquirió el producto en Francia se pagó tácitamente la misma cantidad.

Los tiempos ya alcanzaron a Andrés. Rebasado por el tamaño del país, no pudo con la inseguridad en los seis meses que ofreció tras la masacre de Viernes Santo en Minatitlán. Pidió un año más.

Presumió que en un año estarían las bases de la Cuarta Transformación y hoy pide un año más. Y en diciembre de 2020 volverá a repetir la historia.

Morena está fracturado. López Obrador amaga con dejar a su partido. Es abucheado e increpado en reunión con diputados de partidos aliados. Impulsa, a trasmano, la Ley Bonilla que extendería el mandato del gobernador morenista en Baja California, un ensayo para que él mismo pudiera permanecer en el poder. A Ayotzinapa ya no le llama crimen de Estado. Y el colofón: la masacre de nueve integrantes —tres mujeres, seis niños— de la familia Le Baron, mormones mexicoamericanos de Chihuahua y Sonora, a manos de narcos.

Como los Le Baron, miles de familias mexicanas sin apellido ilustre sufren la violencia desbordada. Y Andrés Manuel en la necedad. Al mal se le combate con el bien. Y así el sermón.

Economía y seguridad, sus pésimos resultados, marcan el primer ciclo de Andrés Manuel.

Feliz, sin embargo, festeja un año fatal.

Archivo muerto

Sólo ella sabe qué es peor: si su protagonismo, si lo que piensa, si lo que escribe, si sus cuentos, si sus quejumbres. La estridencia de Romana Ortega no atenúa el error y, si fuera el caso, la inquina de sus dardos y la felpa que se lleva. Detona disparos de salva en la humanidad de Armando Ramos, periodista de Presencia, Liberal del Sur, AVC, Versiones, aduciendo que a la par es funcionario de la Unidad de Transparencia del ayuntamiento de Moloacán. Y detalla cuánto gana, cuándo se le dio de alta, el malestar —dice sin identificar fuentes— entre la burocracia municipal. El punto es presentarlo como un “aviador”. ¿Esa es la noticia? ¿Hay evidencia fehaciente de que cobra sin trabajar? De inmediato hay respuesta y Romana se victimiza. Le brincan otros compañeros de profesión que avalan a Armando Ramos, su esfuerzo por cumplir en su nuevo trabajo, su empeño por seguir cubriendo información; su honestidad, su integridad. Los trapos sucios de Romana no tardan en aparecer: en Diario de Minatitlán, de la cadena de Liberal del Sur, propiedad de Edel Álvarez Peña y familia, la confrontan y le ventean otro litigio con la regidora de Morena en Nanchital, María de Jesús Alemán Pavón, que la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP) tuvo en sus manos y desechó por improcedente cuando la reportera Romana Ortega acusaba que por una información difundida en su fanpage Ruta Istmo le llovieron quejas y fue advertida que podía ser bajada de las redes sociales. Hoy Romana invoca a los poderes terrenos y celestiales, al gober inútil, alias Cuitláhuac García, y al séquito del poder, también inútil, a la CEAPP y sólo le faltó la Comisión Nacional de Búsqueda. Su argumento, violencia institucional y de género; su delirio, su indefensión y el riesgo a su integridad física; su queja, que le imputen que le pagan para pegar, que por un cobro de publicidad en el ayuntamiento de Nanchital le surta sus cates al reportero que con sus notas evidencia la corrupción y el abuso de poder en la alcaldía nanchiteca. Y así el pataleo —una tragedia romana— por írsele encima a Armando Ramos. Hay otros trapos que definen a Romana Ortega: el lucro con el crimen de Goyo Jiménez, reportero de Notisur; el día que, según confió a Varios periodistas, fue forzada por Tony Macías, suegro del ex gobernador Javier Duarte, a salir de Coatzacoalcos tras encabezar protestas por el levantón de Goyo, obligada a subir a una camioneta del “suegro incómodo”, llevada a Xalapa sin tiempo para recoger sus pertenencias y desmantelar su departamento, asunto que encargó a una amiga cercana; su estadía en el Hotel Xalapa, el supuesto asedio del también periodista Ramiro Mollinedo, el cobro de 400 mil pesos al gobierno duartista porque de algo se debía mantener, dinero que, pregonaba a los cuatro vientos, Mollinedo se los quedó y luego adquirió un vehículo; su viaje a Huatulco para sepultar a su abuelo; su traslado a la Ciudad de México acompañada de un novio con trazas de policía mientras el otro galán laboraba en las plataformas de Campeche, cuya participación en la protesta en la columna del Ángel de la Independencia por la muerte de Goyo Jiménez fue desastrosa, sorprendiendo a todos, entre ellos a Marcela Turati, cuando cambió el rumbo del discurso y comenzó a agradecer a Javier Duarte por las garantías de su gobierno a la prensa. A lo largo de 36 minutos, vía telefónica, en 2014, Romana Ortega contó lo que aseguraba fue su odisea desde la muerte de Goyo Jiménez, el conflicto con la viuda, el rol de Gina Domínguez, Namiko Matsumoto y Benita González, el “levantón” que decía le había dado Tony Macías tras acudir a definir su situación laboral en el periódico El Heraldo, hasta su encierro en el Hotel Xalapa donde estuvo confinada y que, según versión de un familiar de Goyo Jiménez, enviada a este reportero el 16 de junio de 2014, fue un tiempo de esparcimiento y de beneficiarse con los recursos que permitirían subsistir la viuda y los hijos del periodista. Hoy golpea a Armando Ramos. Y luego se victimiza. Su caso no es violencia de género, como se queja, ni canibalismo entre periodistas. Romana activó una bomba de tiempo que le estalló en las manos. Nace de su inquina, de su intención de evidenciar a Armando Ramos por su trabajo en el ayuntamiento de Moloacán y cuestionar su derecho a seguir siendo periodista. Lanzó una salva y recibió metralla. Y termina apelando a que el gobernador, con su consabida ignorancia de lo que ocurre en Veracruz, haga suya la causa. Ojalá se meta en el tropel… “Varguitas”, alias Sergio Guzmán Ricárdez, mantiene a Agua Dulce sumido en la violencia y el caos. Una es la amenaza que deslizan los del sicariato oficial a los que discrepan y cuestionan, dentro y fuera del ayuntamiento, y otro el doble lenguaje del alcalde, que promete obras en las congregaciones y luego da marcha atrás. Cunde la violencia en Agua Dulce y solo unos cuantos alzan la voz. A diario hay asaltos, crece el cobro de piso, la extorsión, autos que son incendiados para que las víctimas cedan y el amago de irse sobre sus familias. Hará unos días la sucursal de Banamex fue asaltada y la Policía Municipal en Babilonia. Sergio Guzmán, como el alcalde Vargas de la Ley de Herodes, ni se inmuta. Al morenista sólo lo mueven sus intereses, calles pavimentadas con ínfima calidad, obras de relumbrón a diferencia de las que realiza en la colonia donde habitan él y sus familiares, con flamante alumbrado. Y de los que lo encubren en el Congreso y el Órgano de Fiscalización Superior, hay nombres: Domingo Bahena, ex panista convertido en peón de Javier Duarte y del gobernador Cuitláhuac García, hoy secretario general del Congreso de Veracruz, y Everardo Landa, que en un tiempo le maquiló las cuentas de la Tesorería Municipal al amparo de un contrato que ronda el millón y medio de pesos, actualmente en Orfis. Del lucro con los programas sociales, hay quejas y evidencia para un largo juicio. Ya se verá…

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