Xalapa antigua 2

by Nora Guerrero

Del Libro XALAPA, Costumbres, Relatos y Leyendas del Compilador Martín Cerón Cortés: “El Peñón del encanto” de Elvira Bravo Córdoba (pp. 56-59). “Me fascinaba estar al pie del río, me gustaba el sonido del río. Uno como chamaca se imagina cosas, tiene uno amigos imaginarios; entonces, yo me sentaba en una piedra planchudita y veía el cantil de enfrente, al otro lado del río, ahí había unas piedras enormes, con bastante helecho, muchas balsaminas de colores, “tenchos” y lirios de todos los matices. Yo le decía a mi mamá: (…) ¡Yo quiero ir al castillo ése (…) que está enfrente, al otro lado del río! (…) ¡Mira, ahí se asoma una muchacha de pelo largo, en ese balcón! A mi mamá le calaba tanto en el ánimo que yo fuera allí (…) que mejor me amarraba en una mata de café y ya no me dejaba ir (…) debo haber tenido como seis o siete años y algunas personas le recomendaban: -Rita, no dejes que esa muchachita vaya al río porque (…) se la va a robar la mujer del peine de plata (…) A veces yo veía entre las piedras, entre las plantas, unos balcones y por ahí se asomaba una mujer de cabello largo, blanca ella, pero no le miraba los ojos, sino nada más los hombros y las manos blancas, bonitas, cuando se estaba peinando (…) La finca donde iba a cortar café mi mamá, estaba de bajadita (…) había hierbas (…) yo buscaba la forma de ir a sentarme a las piedras de junto al río; ahí me quedaba dormida (…) pues yo oía que el río traía música en el rodar de las piedras y arriba del cantil se escuchaba una cantadera de pajaritos…¡Todo me fascinaba!                                                                  “Pozos y aguas” de María Eugenia Medina de García (pp. 112 y 114). “La ciudad de Xalapa ha cambiado mucho, por ejemplo, en esta callecita de Lino Sayago había muchos árboles de jinicuiles tan grandes y frondosos, que sus copas se entretejían, se unían de un lado a otro, por eso nunca se secaba ese lugar, siempre estaba verde, con lama, muy resbaloso para bajar; por eso un día Don Miguel, un cargador que vivía por aquí, hizo un camino para ir a traer agua. (…) había un pozo y desde ahí subíamos el agua para la cocina o para cualquier otro servicio (…) cuando ese pozo dejó de surtirnos agua, íbamos a uno que se encontraba cerca del puente roto, ese pozo parecía manantial porque el agua corría limpia. En otras ocasiones íbamos a lavar a La Represa del Carmen (…) o al río Coapexpan, cuyo camino se reducía en aquellos años a una vereda formada por naranjales y otros árboles frutales de la región. [email protected]

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