Este domingo se cumplirá un año del arribo del lopezobradorismo al poder en México. Tiempo en el que el nuevo régimen ha intentado verdaderamente hacer una transformación de la vida pública. Aunque sus resultados son, por decir lo menos, cuestionables.
Este jueves, el presidente Andrés Manuel López Obrador mencionó lo que a su parecer son algunos de los principales logros de su primer año de mandato: las pensiones y “apoyos directos” a sectores vulnerables, la eliminación de lujos y gastos en el gobierno, el que haya “finanzas sanas” sin devaluación ni nuevos impuestos, y la “lucha” contra la corrupción.
Para un gobierno que llegó con toda la fuerza de una votación mayoritaria incuestionable, que le concedió además la mayoría en el Congreso de la Unión, suena a que dichos logros son más bien pequeños, mediocres y varios de éstos controvertibles por su fondo electorero o bien porque, en realidad, se quedan en el nivel meramente narrativo.
Porque salvo el hecho de que a pesar de todas las medidas tomadas por el régimen de la autodenominada “cuarta transformación” para derribar la economía –como la cancelación del aeropuerto de Texcoco o las decisiones en Petróleos Mexicanos que llevaron a la crisis de abasto de combustibles de finales de 2018 y principios de 2019, por citar dos-, ésta haya soportado y se mantenga por lo menos estable –aunque sin crecer nada-, los demás “logros” del presidente son debatibles en cuanto a sus alcances.
Repartir dinero sin más lógica que la política o dejar de gastar en cuestiones con verdadero sentido social como las estancias infantiles, la cultura y la educación superior, para en su lugar financiar proyectos faraónicos y cuya viabilidad es incierta, difícilmente podría ser considerado como un logro por quien no deba lealtad sumisa, intransigente y sectaria a la llamada “4T”.
Pero concediéndole al presidente sus “logros”, lo que merecería un análisis que pasara por el terreno de la autocrítica es todo lo demás que ha sucedido en México en este año, que no puede dejar satisfecho a nadie pero que el régimen y sus panegiristas prefieren ni voltear a ver.
Sin duda el principal saldo negativo de este primer año es el de la inseguridad y la violencia. El gobierno federal y los estatales han sido claramente incapaces para hacer frente a un fenómeno que a poco más de un mes de que termine 2019 ha dejado más de 33 mil personas asesinadas, convirtiendo este periodo en el más violento de la historia reciente del país. Son datos y duros y sangrientos, contra los que no hay retórica que valga.
En ese mismo contexto podemos enmarcar la situación de la libertad de expresión. Los periodistas –a los que el presidente detesta cuando lo cuestionan y “premia” cuando lo adulan, en la misma lógica del sometimiento priista autoritario- vivieron también en 2019 el año más violento. Han sido asesinados 17 reporteros en lo que va del sexenio –a partir de diciembre de 2018-, de los cuales 15 fueron ejecutados entre enero y noviembre.
Para la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), se trata de “un problema de impunidad, inseguridad y violencia estructurales para el ejercicio periodístico y las libertades informativas”, con porcentajes de impunidad de 99 por ciento.
Sin embargo, en el gobierno ni se dan por enterados de lo anterior y en cambio, promueven campañas de linchamiento contra comunicadores incómodos al régimen e incluso cada vez es más notoria la marginación de los mismos de sus espacios en los medios tradicionales. Ya sea por una decisión unilateral de las empresas para agradar a la autoridad –y garantizar su convenio-, o bien porque exista alguna “sugerencia”, esto significa un retroceso y un ataque a la pluralidad de ideas y de voces, en una intentona por imponer una única voz, una sola versión de la realidad: la que le convenga al poder.
Y en esa tónica podríamos enumerar muchas otras situaciones criticables de este primer año de lopezobradorismo en el poder: la sumisión del Legislativo y prácticamente también la del Judicial al Poder Ejecutivo, la colonización de los organismos autónomos con personajes incompetentes e ignorantes pero “fieles” –lo que los obradoristas “traducen” como “honestos”- a la “4T”, y un creciente autoritarismo que echa raíces en la boñiga de la división y la polarización social.
Y de la corrupción, ni qué decir. Este domingo, el presidente y sus seguidores celebrarán su primer año en el poder con una concentración masiva en el zócalo de la Ciudad de México, a donde desde estados como Veracruz se llevarán burócratas acarreados… perdón, “convencidos” de la lealtad y agradecimiento que le deben al lopezobradorismo, y para lo cual tendrán que “aflojar” desde 250 pesos por persona para “gastos de traslado”, así como hacerse cargo de sus viáticos, mientras el gobierno dispone de cientos de camiones para la “movilización”.
Así este primer año de “cuarta”.
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