“La formulación de un problema es más importante que su solución.” – Albert Einstein.
Una vez más el escenario global se vuelve a ver crispado para el presidente Andrés Manuel López Obrador, no termina de digerir el anunció de la recesión económica provocada por su Gobierno, cuando su “alter ego” le descompone las cosas.
La reciente declaración del presidente Donald Trump de considerar a los carteles de la droga mexicanos como terroristas, echa por tierra todo plan de pacificación del país, bajo el dogma reformador de la 4T.
Imposible conciliar el discurso de abrazos y no balazos, así como el ofrecimiento de amnistía con los jefes del crimen organizado, cuando sobre ellos pesa la amenaza inminente de ser tratados como terroristas por un gobierno que ya sabemos cómo se las gasta en esa materia.
De ejemplo, basta un botón, la Guerra en Afganistán declarada en 2001, que tenía por principal objetivo encontrar a Osama Bin Laden y otros dirigentes de Al Qaeda para llevarlos a juicio, y derrocar el gobierno del Emirato Islámico de Afganistán gobernado por el emir mulá Omar, que a juicio de las potencias occidentales apoyaba y daba refugio y cobertura a los miembros de Al Qaeda. La Doctrina Bush de Estados Unidos declaró que, como política, no se distinguiría entre organizaciones terroristas y naciones o gobiernos que les dan refugio.
De esta forma la declaración realizada por Trump este martes al afirmar que “He estado trabajando en eso durante los últimos 90 días. Saben, la designación no es tan fácil, se tiene que pasar por un proceso y estamos bien metidos en ese proceso”, al responder a una entrevista.
¿Va a designar estos cárteles en México como grupos terroristas y empezar a golpearles con drones y cosas así? Cuestionó el periodista conservador Bill O’Reilly.
– No voy a decir lo que voy a hacer, pero van a ser designados. No voy a decir qué voy a hacer. Ya he ofrecido a México… Me gusta mucho el Presidente, me llevo bien con este Presidente, mucho mucho más que el anterior, y en teoría este Presidente tiene tendencias socialistas, pero creo que es un buen hombre.
Y es que esta circunstancia no habría escalado de esta manera, si el presidente López Obrador hubiera dejado desde hace meses de estar jugando a gobernar, pues la serie de hierros en diversos asuntos de seguridad nacional, han llevado la relación bilateral a este extremo.
Los constantes hechos de violencia, masacres, desaseados operativos, así como la ejecución de ciudadanos norteamericanos en territorio nacional resultaron ser la gota que derramó el vaso de la paciencia del Gobierno Norteamericano.
El camino a una incursión militar de parte del vecino del norte, está más cercana que nunca, aun cuando el mismo Trump afirme que se lleva mucho mejor que con el presidente Peña Nieto.
Las implicaciones severas a la confianza económica, producto de una posible incursión armada para combatir el nuevo enemigo terrorista de la nación más poderosa del mundo, serán devastadoras para la economía nacional.
La tan esperada recuperación económica habrá severamente de afectarse, si no se actúa con suma inteligencia.
Los nuevos terroristas de Trump, que el presidente López Obrador no quiere ver, serán el último clavo en el ataúd de un gobierno que nació muerto, producto simplemente del odio, la revancha, la venganza y el rencor social conducidos al garete por un predicador con delirios de mesías tropical.
Al tiempo.
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