Después de ver centros comerciales repletos a todas horas, gente formada en la madrugada o navegando en todo momento para encontrar las mejores ofertas, me resultaba imposible dejar de cuestionarme, ¿por qué? ¿qué era lo que tanto necesitaban las personas? No todas las tiendas tenían la misma demanda, las zonas más abarrotadas siempre son los electrónicos y curiosamente son los de menor vida en la mayoría de ciclos.
En economía existe un término denominado “obsolescencia programada”, el cual hace referencia a ese cambio constante que hacemos de los productos, incluso antes de que culmine su vida útil. Esta idea surgió desde diciembre de 1924, cuando los principales productores de bombillas de luz, decidieron limitar el tiempo de vida de las mismas a 1000 horas, cuando previo a esa decisión era de 2500 horas. La finalidad de dicho acuerdo era tener mayores ingresos mientras se reducía el tiempo en el ciclo de consumo.
En 1928 una revista de publicidad afirmaba: “Un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios” y en efecto, actualmente nuestro modelo de consumo se basa en comprar y tirar, nada es eterno para nosotros, sobre todo cuando se trata de tecnología, desgraciadamente aunque como seres humanos consideremos que infinidad de productos son desechables, la realidad es que para el planeta no lo son.
Gran parte de la basura que generamos es electrónica, este tipo de basura requiere un tratamiento especial, es decir, cuando una computadora, celular, impresora, televisión o demás aparatos, deja de tener utilidad para nosotros, lo primero que deberíamos hacer es trasladarla a lugares especializados o donarla a asociaciones donde se aseguran de que llegue a otros destinos donde sí tendrán un uso específico, en ocasiones estos aparatos que para nosotros son obsoletos pueden beneficiar el desarrollo de instituciones en pequeñas comunidades.
Valiéndose del último punto algunos países con más dinero que otros aprovechan para enviar su basura electrónica a aquellos lugares en vías de desarrollo. México está en la lista de los receptores de basura de países como Estados Unidos, sin embargo, también aparece en los países que forman parte del Convenio Basilea, el cual evita el movimiento transfronterizo de plásticos y basura electrónica, entre otros desechos tóxicos. Dicho convenio vencerá el próximo 19 de diciembre, por ello la urgencia de distintas organizaciones para que México lo ratifique, de no hacerlo seriamos el depósito de otros países, lo cual podría traer graves consecuencias en el ambiente.
Si bien el concepto de obsolescencia programada comenzó con la industria para provocar una respuesta constante por parte de los consumidores, todos somos responsables de nuestros hábitos de consumo. En la actualidad los productos son demandados por los mismos compradores, específicamente en cuanto a electrónicos, se adquieren nuevas versiones sin asegurar que las anteriores tengan un fin adecuado. En México solo el 10% de la basura electrónica es tratada debidamente. Si aspiramos a que nuestro planeta perdure en condiciones óptimas para la vida, debemos ser más responsables de nuestras acciones, analizar si aquello que adquirimos es tan indispensable para nuestra supervivencia como lo son los recursos naturales y sobre todo, hacer lo posible para que nuestro consumo no sea una cadena infinita que repercuta a futuras generaciones.
Una de las formas más comunes de combatir esta problemática es el reciclaje, pero de acuerdo a especialistas ambientales, esta no puede ser nuestra única opción, necesitamos productos que puedan reutilizarse, rellenarse y así hacer un ciclo en vez de una cadena lineal. De momento ya existen marcas y productos que ofrecen este tipo de alternativas, apoyemos sus ideas y contribuyamos a nuestro planeta con lo que nos toca, informémonos acerca de nuestro papel como consumidores, analicemos nuestros hábitos y cómo acciones pequeñas pueden representar grandes cambios para lograr un mejor entorno que beneficie a todos. Seamos más conscientes y responsables.