Cuando entré a la universidad, tenían como slogan “Ser los mejores para el mundo”, esta frase tan sencilla ha resonado en mi cabeza desde entonces y cada que conozco a personas que realmente marcan una diferencia en la vida de otros entiendo con mayor profundidad su significado. Siempre he considerado que cada ser humano debería ser su mejor versión en todos los ámbitos posibles, sin embargo a veces lo mejor no siempre es bueno para los otros.
Hitler explotó su máximo potencial pero no necesariamente pensó en los demás y sin duda no fue mejor para el mundo, ¿entonces qué se requiere para alcanzar la máxima de la que hablo en el principio?, se requiere sin duda empatía con el otro, reconocernos en los demás y pensar en una mejora colectiva que no distinga color. Se requiere de comunicación, de avances científicos, de cuidado personal, de investigación, pero sobre todo de ser humanos.
Como cada año que tengo la oportunidad de asistir a Ciudad de las Ideas, salgo con una revolución de pensamientos y emociones que me cuesta plasmar en unas cuantas palabras. En esta ocasión tengo la sensación de que cada una de las charlas me hizo reflexionar sobre cómo estamos contribuyendo a la vida de otros, a la transformación de nuestros espacios e incluso sobre cómo llegamos a transformarnos como individuos.
La actualidad que enfrentamos requiere de personas que den su máximo y desarrollen plenamente su potencial, pero en todo ser humano existen dos caras de la moneda, por ello es importante que potencialicemos lo más positivo de nuestras vidas, lo cual no implica olvidarnos de nuestra naturaleza o que dejemos de sentir aquello que causa dolor, sino todo lo contrario, sentir dolor, permitirnos aceptar el fracaso es lo que nos brinda la oportunidad de admirar la belleza, de reconstruirnos y llegar a un punto de evolución en el que logramos nuevas metas y sin duda crecemos como personas.
Las personas tenemos distintas facetas, pero al final del día cada uno de nosotros sí puede contribuir a que estas sean más bellas. Si somos capaces de vislumbrar el dolor en otros, también podemos transformarlo. Este fin de semana comprobé que por trillado que parezca cada persona sí es responsable de marcar la diferencia desde el punto y ámbito en el que se encuentre. Escuché a Rigoberta Menchú hablar de paz, de cómo nuestra existencia es para dejar un legado que perdure en otros sin perder el equilibrio. Por otra parte también escuché a Sharon Zaga y comprendí que el mal avanza porque quienes deciden obrar contra otros lo hacen sin vacilar en esfuerzos, mientras que el común denominador de la otra cara es dar aquello que nos sobra, es sentir empatía por la tragedia pero seguimos en la omisión y eso ya es volvernos cómplices.
Si realmente queremos un mundo mejor, requiere un cambio de chip que inicia desde temprana edad, en cada una de las enseñanzas que recibimos y brindamos a otros, “Skin” el corto que obtuvo el Oscar en 2019, es un ejemplo estremecedor de ello, somos responsables de una cultura de odio que aún en pleno siglo XXI permea entre las diferencias humanas, nos olvidamos de la responsabilidad que adquirimos al existir, quizás incluso nos victimizamos y por ello dejamos pasar infinidad de oportunidades de transformarnos en los humanos llenos de amor y paz que este mundo necesita.
Pero sin duda nunca es tarde para reflexionar sobre lo que hemos realizado, siempre podemos retomar nuestro sentido de vida, el fotógrafo Pepe Soho es el mejor ejemplo de ello. La vida requiere de espiritualidad y felicidad, temas que para algunos parecen triviales en medio de otros, pero si nos enfocáramos en ser profundamente felices no tendríamos que lidiar con suicidios, crímenes, inseguridad, abusos, discriminación y otras temáticas que diariamente lastiman.
Temas que sin duda deben abordarse y hablarse de manera continua, no para normalizarlos, sino para hacer un entendimiento profundo de cada uno de ellos, que nos permita identificar dónde está la raíz del mal, para poder arrancarla y finalmente lograr que la humanidad tenga el equilibrio que en lo más profundo de nuestro ser todos deseamos, porque hasta el más trastornado en esta vida solo añora bienestar.
Busquemos un bienestar en equilibrio con el entorno, seamos conscientes y responsables, usemos al máximo nuestra creatividad para imaginar un mundo responsable, próspero para todos, el futuro depende de las acciones de cada uno de nosotros y de acuerdo a Erwin McManus: “El futuro espera a personas con el valor de crearlo”. Seamos quienes se atrevan a dialogar, a entender al otro para con el entendimiento ser capaces de construir y avanzar. Si dejamos de lado la creencia de ser los mejores y nos empeñamos en ser simplemente mejores para nuestro entorno, los cambios serán palpables.