Ya se escuchan a lo lejos, los pasos y el viento de las almas que retornan a lo que fueron sus hogares para compartir unos momentos con sus familiares, quienes han dispuesto las viandas en la ofrenda.
Se ha hecho el camino con los pétalos de cempazúchitl, para que su aroma guíe y perfume el andar de las ánimas, se encenderán las velas para darles luz y dirigirlos hasta el altar donde se han colocado agua y sal para purificarlos, los platillos preferidos de los que retornan, dulces para los niños y bebidas para brindar por su breve retorno.
El ambiente se perfuma con el aroma del copal y el incienso encendidos, para alejar a los malos espíritus que no han sido invitados al convivio y así transcurre nuestra fiesta en la que una vez al año les es permitido a las almas de nuestros seres queridos, retornar para compartir el tiempo y el banquete aunque sea por unas cuantas horas.
Ciertamente para los extranjeros, esta es una costumbre extraña, pero para la mayoría de los mexicanos, es una costumbre muy arraigada y ancestral que forma parte de nuestra cultura e identidad.
La UNESCO ha declarado nuestra festividad de los días de muertos, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y si bien tras la conquista la iglesia fusionó la festividad de los muertos con la celebración de los fieles difuntos, el honrar a los muertos es milenaria y una costumbre de todas las culturas prehispánicas, lo mismo para los mayas, totonacos, olmecas, nahuas, purépechas y mexicas.
En aquellos tiempos, la festividad se conmemoraba en el noveno mes del calendario mexica y duraba un mes completo y era presidida por La Dama de la Muerte, la diosa Mictecacíhuatl, esposa del Señor de la Tierra de los Muertos, Mictlantecuhtli, dedicándose las fiestas a los niños y parientes fallecidos.
Así la muerte nos ha acompañado desde siempre, es parte de nuestra cultura, tanto que no sólo hacemos bromas alrededor de ella, le adjudicamos versos dirigidos a parientes, amigos y personajes diversos, la representamos en pan y nos caracterizamos con un disfraz y maquillaje. José Guadalupe Posada la inmortalizó y le dio fama mundial con sus grabados de La Catrina Garbancera, Diego Rivera la pintó en sus murales y recientemente en muchas ciudades, incluyendo la nuestra, vemos el desfile de multitud de catrinas y calaveras que recorren las calles con gran algarabía.
Dama blanca que no sólo es temida su presencia sino también venerada en el culto de La Santa Muerte.
Días de muertos, fiesta un tanto luctuosa como alegre, que ilumina con los cirios los panteones de Pátzcuaro, Xochimilco y Mixquic, que alegra las tumbas con la música del mariachi, el trío o los violines huastecos, vistiéndose de flores y recuerdos.
Ya se acercan las almas a nuestros hogares, recibámoslas con alegría y hagamos que su estancia sea placentera para que nos visiten nuevamente el año entrante.