Octubre marca el inicio de cambios y nuevas épocas, pero también es un mes de tristes despedidas, hay quienes lloran la pérdida de una gran voz, siguen de cerca las intrigas familiares y están a la espera de conocer el destino final de uno de los cantantes más queridos de México. Pero hay otras pérdidas que no solo lamenta la gente, también le duelen a la historia.
Ese es el caso de Miguel León-Portilla, historiador del que tenemos que hablar, porque sus investigaciones y letras son un legado que perdurarán en generaciones y que le dieron voz a otras versiones en el tiempo que como mexicanos no podemos olvidar. Con su partida de este mundo queda un hueco irremplazable, pero también perdura gracias a él un legado. El respeto a los pueblos indígenas, sus lenguas y su cultura.
El libro más famoso de este sabio es justo “La visión de los vencidos”, obra que en su momento fue descrita por José Emilio Pacheco como “un gran poema épico de los orígenes de nuestra nacionalidad…un libro clásico y una obra indispensable para todos los mexicanos”. Sin duda el reconocido autor tenía razón, como mexicanos esta es una lectura obligada pues a través de sus letras León-Portilla nos demostró que siempre hay más de un punto de vista en la historia y la percepción dependerá de quién la cuente.
Sin embargo más allá de la obra que recorrió el mundo demostrando que la historia puede ser distinta a lo que conocemos, sobre todo cuando es contada por la cultura dominante. El historiador fue un defensor de los pueblos indígenas e insistió en preservar las lenguas no sólo por su cultura, sino por las huellas de la misma a lo largo de la historia, misma que siempre debe conocerse porque a través de los aconteceres en el tiempo podemos entender el presente.
Tristemente su legado no es reconocido por todos, ya que existen quienes erróneamente consideran que no puede existir una filosofía indígena, mas las investigaciones del Dr. León-Portilla prueban lo contrario, demuestran que tras cada una de las culturas existe una profundidad de análisis y pensamiento, por eso hay quienes se atreven a compararle con fray Bernardino de Sahagún, porque pese al rechazo de miembros de su comunidad, insistió en dar a conocer nuestras raíces prehispánicas y hacernos entender que son más nuestras que nunca, que hemos de cuidarlas, cultivarlas y asegurarnos que prevalezcan en la historia porque ellas nos edifican como mexicanos.
El lingüista, historiador, filósofo, filólogo, naguatlato y principalmente humanista, como lo describe Patrick Johansson, alumno suyo durante décadas, entendió perfectamente que el progreso de los pueblos indígenas no necesariamente comparte la misma visión occidental, más no por ello es algo alejado de lo que para el común representa la cultura. Entendió que toda nación requiere tener presentes sus raíces y compartió con todos nosotros los descubrimientos.
Me atrevo a escribir sobre este ilustre personaje, porque la visión de los vencidos hoy en día existe no sólo en los pueblos indígenas, si no en todos aquellos oprimidos cuyas luchas y gritos intentamos ignorar bajo principios que ni siquiera son benéficos para nuestra nación, por el contrario nos regimos por normas y pautas de extranjeros considerando que así alcanzaremos una mejor civilización, pero quizás estamos olvidando que nuestros orígenes son la respuesta a un verdadero futuro, que conocer cada una de nuestras bases y sus culturas prehispánicas no representan avance que se limite al arte o la historia, no son reliquias, son los vestigios que nos demuestran cuán grandes somos y el potencial de lo que podemos ser.